La primera orden

10

Fenrys sintió la debilidad apoderarse de su cuerpo, el frío y el miedo treparon por sus extremidades. Le temblaron las rodillas, pero eso no impidió que se acercara a Brina a trompicones y que se colgara de su brazo, pisoteando nuevamente su inexistente dignidad. Ella puso los ojos en blanco, pero él continuó sacudiéndola hacia adelante y hacia atrás, rogándole con todas sus lastimosas fuerzas, como un niño a su madre.

—Brina, Brina, mi querida y leal amiga, tienes que acompañarme…

—No, no tengo —le dijo ella, maldita desalmada. Quería quejarse, pero no podía hacerlo mientras tuviera la mínima posibilidad de que lo ayudara—. Nuestro trato fue que te mostrara dónde estaba, Fenrys, el resto era cuestión tuya.

—Pero ese sitio… no puedo ir solo. Tú lo sabes, ¿por qué reaccionas así?

Brina suspiró y cambió el peso de su cuerpo de una pierna a la otra. El hecho de que no retrucara en el mismo segundo, le dio esperanza. Ella siempre lo vencía. Tanto física como verbalmente estaba muy por encima de las capacidades de Fenrys. Pero él la conocía muy bien y sabía que su corazón era débil, tanto como ella era de fuerte… por alguna razón que Fenrys desconocía, siempre le había prestado su ayuda con las Sombras.

—Parece que lo olvidaste aunque recién te lo dijimos. Leander y yo no podemos alejarnos.

Fenrys miró al rey y frunció el ceño, no se acordaba que el tipejo aquel estaba con ellos. Chasqueó la lengua, mostrando abiertamente su disgusto. Pero lo que en realidad sentía era miedo. Miedo de que ella se fuera con ese hombre y lo dejara a su suerte… Nadie más que Brina lo ayudaría.

Tenía que pensar rápido en una solución.

—Entonces que venga él también —soltó de repente y ella bufó irritada, su paciencia pendía de un hilo.

—¿Estás loco? —lo miró con furia, un sentimiento que no comprendía, ¿por qué le tenía tanta consideración a ese desconocido que había arruinado su vida?

—¿Acaso te importa él más que yo? —le reclamó.

Ella se deshizo de su agarre con un sacudón y lo miró con severidad. Él retrocedió un poco ante su arranque, pero no tardó en volver a la carga y reiterarle su pedido.

—Fenrys, eres un sinvergüenza. En serio te golpearé si me haces seguir con esta conversación estúpida. ¿Acaso Leander es igual que tú? Eres un domador elemental, puedes enfrentarte a las Sombras. Además es tú deber recuperar el fragmento.

Él la miró con ira, entrecerraba los ojos y se mordía los labios. Estaba aguantando los insultos que quería soltarle, al fin y al cabo, todavía necesitaba de ella y continuaría con la tortura verbal hasta que lo consiguiese. No podía abandonarlo ahora.

—No te pido que lo hagas por mí, solo que me acompañes a ese lugar. Sabes que me da miedo, sabes que no puedo…

La Caverna de Sombras era un territorio habitado por unos monstruos oscuros con forma de hombre, pero distorsionada. Tenían ojos completamente blancos y eran lo único que se distinguía cuando los encontraban en la oscuridad de su cueva. En ellos se podía ver el reflejo del terror personal, en el caso de Fenrys eran las mismas Sombras. Sus dientes eran largos, afilados y siempre goteantes con un espumarajo desagradable. Sus cabezas y sus extremidades terminaban en punta. 

Cuando Fenrys y Brina eran niños solían salir de aventuras y la Caverna de Sombras había sido uno de sus destinos. El problema fue que en aquella expedición, esos monstruos los habían perseguido y uno de ellos había intentado devorarse a Fenrys, un incidente que nadie creyó. Desde ese entonces, Fenrys le temía a las Sombras y consideraba un verdadero castigo que su zona de fragmento tuviera ese condenado lugar.

Brina también dudaba de la veracidad de su experiencia, ella no había presenciado el momento preciso en que esa aberración había intentado hincarle los dientes. Pero al menos, cada vez que Fenrys tenía que entrar allí por circunstancias cruciales, lo había acompañado y se había enfrentado contra las Sombras. Brina era tan paradójica que hasta le agradaban esos monstruos horrorosos. Entonces, ¿por qué la vacilación en aquel momento crítico?

—Puedo ir con ustedes, si lo desean —la voz sosegada del rey de Themis interrumpió sus pensamientos, proponiendo la salida que le resultaba más conveniente.

—No.

—Sí, sí, sí. Por favor reyecito, acompáñanos.

Brina y él habían respondido al unísono.

—No, no expondré a Leander —cortó ella, pero Fenrys no permitiría que lo dejaran solo. Se  preparó con toda la determinación a continuar discutiendo con ella.

Sin embargo, Leander volvió a meterse.

—No te preocupes por mí y ayúdalo, te necesita —ella lo miró con desconcierto y siendo sincero, Fenrys también estaba confundido.

¿Cómo era posible que diera prioridad a la petición de un nómada que no tenía nada que ver con él o su nación? Fenrys llegó a la conclusión que el rey de Themis era el sujeto más estúpido que había conocido. Pero esa falta de criterio le serviría a él, si sabía tirar de los hilos para manipular la situación.

—Leander…

—Un rey que ofrece tantos servicios, veo por qué te interesa tanto.




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