La primera orden

14

Dos días habían pasado desde su establecimiento en aquel sitio y Leander estaba prácticamente recuperado. Sus preocupaciones normales volvían a ocupar gran peso, dado que tenía que encontrar una solución a todos los embrollos en los que se encontraba.

En  primer lugar, su misión original que era ir a Lumming. Brina le había explicado que estaban a pocos kilómetros, pero según el mapa, aquel Reino se encontraba en un punto estratégico, rodeado por un cordón montañoso que tardarían días en rodear. Además de ello, no sabía qué esperar de aquel Reino. Se imagina que debía mantener su identidad oculta, ¿pero hasta qué grado sería eso posible si ellos contaban con el don de leer la energía Divina? ¿Conseguiría mantener su propia Gracia Divina en secreto, o la terminaría revelando la Primera Orden ante el enemigo? Las consecuencias podrían ser nefastas y Brina no se había explayado demasiado en los detalles del plan, solo le había pedido que confiara en ella, quien se encargaría de todo.

Quería creerle con todas sus fuerzas.

Por otro lado estaban sus hombres. Ya se habían establecido y se encontraban en buen estado de salud, pero más de uno le había preguntado como si ni tal cosa cuál era la importante misión que debían llevar a cabo en ese lugar. Se había pasado evadiendo la pregunta, con la excusa de su mala condición física, pero eso no le serviría por más tiempo. Aunque Leander podía descartar sus reclamos y objeciones fácilmente, sentía que les debía de alguna manera una explicación. Después de todo, esos soldados estaban alejados de sus familias y arriesgando sus vidas por él.

Sin embargo, algo en su interior le decía que no era conveniente revelar la mayoría de los detalles. Por ahora permanecía callado, mientras mantenía un ojo en sus hombres que se la pasaban explorando los alrededores e internándose cada vez más en los bosques.

Un chapoteo cercano distrajo sus pensamientos. Su tercera inquietud era una cuestión que había cobrado más peso, el desafío que debía enfrentar a diario…

—¿No quieres volver a entrar? —gritó ella desde el agua.

Leander negó con la cabeza y sonrió un poco. Brina se sumergió apenas, con nerviosismo y miedo. El rey se estiró el cuello para asegurarse que ella no se hubiera atascado con nada, pero luego de unos segundos comprobó que ella se encontraba bien. La nómada levantó la vista y lo saludó con entusiasmo, su sonrisa ocupaba la mitad de su rostro.

Leander sintió el calor invadiéndolo.

Esos últimos días ella había permanecido a su lado como su sombra, pero yendo más allá de la forzosa condición impuesta por la Gracia Divina. Habían hablado francamente, despojándose de sus máscaras y armaduras internas y luego de quedar casi completamente expuesto ante ella, Leander se había sentido mejor. Al menos una persona en ese ancho mundo, sabía un poco de su carga. Brina le había pedido que se apoyara en ella, que contaba con su comprensión y su ayuda para lo que quisiera. Leander no podía decir con exactitud en qué momento se había ganado su favor, pero le agradaba mucho cómo se trataban ahora.

Excepto por un detallito…

Ella lo salpicó desde donde estaba y se rio al ver su reacción. Leander contuvo el aliento cuando ella quedó cintura para arriba fuera del agua. La ropa ya era traslúcida de por sí y al estar mojada dejaba ver su cuerpo sin ningún espacio a la imaginación. Leander estaba haciendo un esfuerzo monumental para no mirar demasiado, pero más de una vez sus ojos escapaban a su control.

Ya se habían bañado juntos y habían lavado las prendas, que en ese momento se encontraban secándose al sol. Ahora ella volvía a entrar y salir del agua, sacaba rocas del fondo. Cada parte de su cuerpo brillaba y desprendía una impresionante vitalidad. Nunca había visto a nadie que tuviera tanta fuerza de vida como ella.

El hecho de que Leander se encontrara en mejores condiciones físicas resultaba tanto ventajoso como perjudicial, porque desde ese día en que le había prometido su apoyo incondicional, ella se comportaba de manera cariñosa y se acercaba mucho más de la cuenta. Estaba avivando una parte de sí mismo que había pasado muchos años dominando y que creía prácticamente muerta… al parecer solo estaba dormida y se ahora se despertaba. El control se perdía cada minuto que pasaba y no estaba seguro de lo que sucedería si dejaba a rienda suelta su instinto. Y a Leander no le agradaba perder el control, ni en lo más mínimo.

El chapoteo se calmó un poco. Cuando no estaba con él, Brina solo se metía unos pocos pasos adentro y con mucha desconfianza. Leander no quería perderla de vista, ya que su vida podría peligrar. Pero ver su cuerpo en todo su esplendor resultaba un peligro para él mismo. Era una mujer poseedora de gran poder, con firmes músculos a pesar de ser bastante pequeña de tamaño.

—¿Qué tienes ahí? —preguntó para sacarle un poco de charla. Tenía que distraer su mente de manera urgente.

Ella le sonrió de costado, su expresión contenía su buena cantidad de sorna y Leander podía asegurar que estaba leyendo su energía y disfrutando demasiado de su estado deplorable. Salió del agua y se le acercó con premura, tenía las dos manos llenas de piedrecillas aplanadas. Las tiró frente a él y se arrodilló para mostrarle los detalles. Leander se distrajo demasiado con las pecas que le decoraban la cara, con las gotas que caían de sus pestañas con cada parpadeo, con el iris anaranjado que resplandecía.




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