Ese día, mientras terminaba mi trabajo, no pude evitar pensar en muchas cosas. Sabía que me había precipitado mucho en eso de la cita y consideraba que muchas cosas estaban mal con lo que yo estaba haciendo y lo que hacía aquella Princesa tampoco era del todo correcto.
¡Diablos!, yo solo quería pasar desapercibido, hacer mi trabajo e irme como todos los días. Estaba claro que eso fácilmente quedaría atrás al relacionarme con ella. Daba igual si solo fingía, eso pondría los reflectores sobre mí.
Otra cosa que me tenía intrigado es la razón por la que la Princesa de Hielo había pensado en usarme a mí para intentar demostrarle algo a mi ex, éramos muy buenos amigos, ¿Qué le hacía pensar que yo le seguiría el juego?
Miré hacia su lugar y la vi sentada en su mesa, trabajando, «¿Te has dado cuenta de la posición que tienes ahora mismo?», pensé. Supuse que no se había percatado aún y que solo estaba actuando de manera impulsiva por estar molesta. Esa noche en nuestra supuesta cita podría intentar hacer algo al respecto, pero sería difícil, este era un tren que comenzaba a ganar velocidad y yo ahora tenía la duda de si realmente sería tan malo.
Ella volteó y me descubrió mirándola, yo no hice nada, no era mi estilo reaccionar de manera repentina. La miré a los ojos por un par de segundos y luego regresé a mis actividades.
—¿Necesitabas algo? —preguntó como si absolutamente nada estuviera pasando.
—No, solo estaba pensando —conteste sin dar más detalles.
—Si tú lo dices —respondió ella, probablemente sin creerme—. En serio pensé que querías decirme algo —agregó en voz baja.
—No, no ahora mismo —dije mientras regresaba la vista a mi mesa.
—En la noche después del trabajo te doy permiso de decirme y preguntar lo que quieras y prepárate que yo haré lo mismo —seguro ella.
—Yo no te he dado permiso de hacerlo —contesté con tono serio.
—Está bien, de todas formas, no creo necesitarlo —dijo de manera algo altanera.
—Ya verás que sí —murmuré mientras me paraba de mi silla y me alistaba para salir.
—¿Qué dijiste? —Me observo sin entender bien lo que hacía—. ¿Ya te vas? ¡Aún tenemos trabajo!
—Yo terminé hace hora y media, tengo que ir a ver a alguien —Tomé mi saco y camine hacia la puerta.
—Pero nuestra... —Comenzaba a decir cuando la interrumpí.
—Aquí estaré cuando salgas —Salí sin decir más.
En realidad, no tenía que ver a nadie, solo quería salir de ahí, tomar algo de aire fresco y pensar un poco en la situación. Eso hice, subí a la azotea del edificio, espacio que estaba reservado para fumar, pero a esa hora debía estar vacío o por lo menos eso pensé.
Di un vistazo por el lugar para buscar un buen sitio para relajarme, pero me encontré con un rostro conocido, no podía simplemente ignorarla e ir a otro lado, así que caminé hacia ella para saludarla.
—Hola holgazana —saludé a Vanessa que se encontraba sentada en una banca.
—Mira quien lo dice —contestó ella mientras escribía en su celular.
Ignorando su comentario, me senté a su lado, me recargué en el respaldo, eché mi cabeza atrás y cerré mis ojos para relajarme un poco. Tuve paz por unos minutos, pero esta fue interrumpida por la voz de mi compañera de banca.
—¿Y bien? —Pregunto ella sin dar más explicación.
—Nada, solo estoy descansando —dije, evadiendo cualquier tema de conversación.
—Pues deja de hacerlo y cuéntame lo que quiero saber —me ordeno mientras yo oía que cambiaba de posición sobre la banca.
Abrí solo un ojo, el que estaba de su lado, la vi, ahora con un bazo apoyado sobre el respaldo de la banca, su cabeza se apoyaba sobre su mano y había subido una de sus piernas para estar de frente a mí.
Cerré mi ojo nuevamente y suspiré ante la inevitable situación. Imité su pose lo mejor que pude para poder platicar cómodamente. Reí un poco al notar que no pude colocar mi pierna en la misma posición que ella.
—¿De qué te ríes? —preguntó al ignorar mi pequeño chiste privado, mismo que decidí compartirle.
—Es que no puedo hacer lo mismo que tú con tu pierna, duele.
—Ja, ja, ja, es la edad, anciano —exclamo aun sabiendo que yo solo era un par de años mayor—. No hagas drama y cuéntame que harás con tu nueva novia.
—No es mi novia ni quiero que lo sea, aun así... —hice una pausa para recordar todo lo sucedido hasta el momento—. Tenías razón, me pidió que saliéramos esta noche, está enojada por lo que dijiste en el bar.
—Era más que obvio que reaccionaría así, pero dime, ¿aceptaste? —pregunto un poco emocionada.
—No te pongas celosa, pero sí. Tendré que ir con ella a no sé dónde dentro de un rato.
—Ja, no tengo razones para ponerme celosa, no soy tu —dijo quizá acusándome de algo que no tenía presente.
—No negaré eso —conteste despreocupadamente aun sabiendo que eso podría tener muchas explicaciones posibles.
—¿Y qué harás? ¿Cuál es el plan? —preguntó sin darme mucho tiempo para pensar.
Editado: 13.06.2023