La Princesa de Hielo

Capítulo 6: Despedida desapercibida

Su casa era muy parecida a la mía, después de todo éramos vecinos en un fraccionamiento. Todas ahí eran casas de dos pisos con un pequeño jardín frontal limitado por una cerca de herrería. La fachada era adornada por una ventana en el piso inferior y una en el superior, la puerta principal no era muy especial, era lisa y de color blanco.

Estuve por un momento viendo hacia su ventana, al ver que no pasaba nada me acerqué y me recargué en la cerca de metal. No pasaron ni 2 segundos cuando vi algo salir disparado desde la ventana hacia mí.

Lo esquivé por muy poco y logré atrapar el proyectil con mi mano, se trataba de un lápiz peligrosamente afilado. Vanessa abrió la puerta y se recargo en el marco de esta con su mano en la cintura.

—¿Qué demonios? Casi me sacas un ojo —Reclame mostrándole el lápiz con el que intentó dejarme tuerto.

—Te lo advertí, pervertido, vete o entra de una vez —Me ordenó.

—¿Quién estaría tan mal como para invitar a un pervertido a entrar a su casa? —dije mientras me acercaba a la puerta.

—Yo también he estado en la casa de este pervertido, así que quizá somos de la misma calaña. Entra ya, hace frio —dijo mientras se metía en su casa dejando la puerta abierta para mí.

—¡Que delicada! —Exclamé mientras entraba.

—Tengo más lápices —amenazó un tono pasivo-agresivo que solo le conocía a ella.

—¡No me arrojes nada más! —le ordené.

Entré a su casa, cerré la puerta y me dirigí a su sala. Siempre admiré su gusto en decoración, su sala lucia unos elegantes sillones negros, sus paredes grises eran adornadas con obras que muchos encontrarían perturbadoras. Una de ellas lucia una excelente replica de la pintura de “Saturno devorando a su hijo” de Francisco de Goya, otra pared lucía una impresionante replica de “Dante y Virgilio en el Infierno” por William Adolphe Bouguereau, en el centro de la habitación había una gran mesa color negro piano que sostenía un ajedrez de cristal y al fondo de la habitación un pequeño mueble guardaba todo lo referente al entretenimiento. Tenía una televisión bastante grande y consolas de videojuegos. Yo había estado suficiente tiempo en esa casa como para saber que el resto de habitaciones habían sido decoradas con el mismo estilo y debo decir que yo era responsable de varios de los elementos de decoración.

Después de ver que Vanessa no mostraba señales de vida por un par de minutos, decidí ir a la cocina donde no la encontré.

—¿Dónde estas Vane? —pregunté en voz alta.

—Me estoy cambiando, no tardo, prepárame algo de comer —Me ordenó sin ninguna consideración desde el piso superior donde estaba su recamara.

—¿Qué? ¿Por qué no te cambiaste antes? Y ¿Por qué tengo que preparar de comer? —Me quejé.

—No te escucho, solo calienta la comida, ya está en la mesa.

—¡Holgazana! —le grite mientras me resignaba a seguir mi papel de esclavo.

—¡Eso si lo escuche, tonto! —Me gritó, pero la ignoré y me dirigí a la cocina.

He de decir que Vanessa era muy buena en casi todo, solo había una cosa que nunca se le dio bien y eso era la cocina. La comida precocinada e instantánea era su dieta diaria, las pocas cosas que ella sabía cocinar eran cosas que yo le había enseñado y, como era de esperarse, los platillos que planeaba que cenáramos eran dos sobres de sopa instantánea y una charola de filetes de imitación de carne precocida.

Me negué rotundamente a comer eso y decidí hacer algo más. Me las ingenié para preparar algo decente con arroz que había en una bolsa al fondo de su alacena, unas verduras que tenían poco tiempo antes de dejar de llamarse “frescas”, una charola de carne real que había en el refrigerador, especias y condimentos que ella nunca usaría por su cuenta.

Guardé la comida instantánea y precocida para cuando ella tuviera que preparar algo estando sola y me puse manos a la obra. Perdí la noción del tiempo y no sé si yo fui muy rápido o ella tardó mucho, pero logré tener un buen arroz, carne con un marinado falso de 10 minutos y una ensalada de verduras medianamente frescas. Cuando terminé de cocinar vi a Vanessa ya con otra ropa parada en la entrada de la cocina, recargada en el marco de la puerta y viéndome cocinar con los brazos cruzados.

—Hasta que te dignas a aparecer —le reclamé mientras hacia los últimos preparativos.

—Llevo ya unos minutos aquí —afirmó mientras entraba a la cocina—. Estabas muy concentrado.

—La cocina es cosa sería —afirmé bromeando con tono muy formal.

—¡Muy bien! —Me felicitó dándome unas palmadas en la espalda—. No esperaba menos de ti.

—Me hiciste venir solo por que estabas aburrida de tu comida falsa ¿Cierto?

—Sí, quería comer otra cosa y tú eres fácil de manipular para estas cosas.

—Eres una descarada —Me quejé mientras servía los platos.

—No hago nada que no me hayas enseñado tú, no te quejes y vamos a comer que esto se ve muy bueno —Se sentó a la mesa esperando su plato.

—Pudo estar mejor, pero en tú casa hay muy pocos ingredientes reales —Llevé los platos a la mesa y me senté con ella para comer.



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En el texto hay: amor, orgullo, metiras

Editado: 13.06.2023

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