El destino siempre ha sido un misterio...
Un día eres Rey, y al otro un simple campesino...
Un día eres un humano, y al otro... quien sabe...
Si al inicio de todo esto me hubiesen contado la historia que estoy por relatarles, muy probablemente habría estallado en carcajadas.
Hola...
¿Qué quien soy? Haha... eso lo sabrás más adelante, no te preocupes.
¿Qué que es esto? Bueno, esta es la historia del como todo comenzó...
¿La historia de quién? Del Amor de mi vida... la princesa de las sombras, pero bueno, me estoy adelantando...
Comenzare por el principio.
Nací en Francia en el año de 1762.
Se podría decir que mi vida era perfecta, hasta que llegue a los 16 años...
Cuando tenia 16 conocí a una chica muy linda llamada, Sophie... Lady Sophie.
Al pasar de los meses Sophie se fue enamorando de mí.
A mi nunca me intereso esa arrogante mujer, y eso la molesto. Tanto que llamo a su padre y le aseguro que yo había intentado violarla.
Aún recuerdo con diversión la expresión de Lord Beauchene cuando llego a mi casa con intenciones de cortarme la cabeza.
Al día siguiente de este suceso mis padres, mi hermana y yo tuvimos que huir de Francia.
Mi padre opto por mudarnos a Alemania. A él siempre le gustó la idea y vivir ahí.
Contrario a lo que había imaginado, mi familia esta muy emocionada por el cambio de aires.
Yo no...
Solo quiero volver a Francia...
Solo quiero a mis amigos...
Solo quiero mi casa...
Solo quiero mi escuela...
Ni siquiera tengo derecho a quejarme, después de todo... de cierta forma esto es mi culpa.
Mientras mi mente vagaba por estos pensamientos, mire por la ventana.
El carruaje iba a una velocidad inusualmente lenta.
- ¿Qué acaso Charles quiere pintar un retrato del paisaje o por que vamos tan lento? - Pregunte con fastidio.
-Son rumbos complejos para el pase de un caballo, hijo mío. - Respondió mi madre agitando agresivamente su abanico.
-Padre ¿Cuándo llegaremos a casa? - Pregunto mi hermana Isabelle.
-Mhmm...- Mi padre asomo la cabeza por la ventana y analizo el lugar. - Ya estamos en él, querida. - Dijo con emoción.
Poco después de que mi padre pronunciara esas palabras el carruaje se detuvo.
-Ostin... ¡Ostin, mira! - Grito mi hermana jalándome del saco.
Mire a mi hermana.
- ¿Qué quieres, Isabelle? - Pregunte con fastidio.
- ¡Mira por la ventana! - Grito mi hermana con emoción.
Mire por la ventana.
Pude admirar esa maravilla arquitectónica con mucha claridad.
La casa era muy grande y rustica. Me enamoré de ella en cuanto la vi.
Estaba muy apartada de la gente, eso me agradaba.
Contaba con grandes jardines y ventanales.
Mi hermana y yo bajamos con prisa del carruaje y corrimos hacia la entrada.
Mi padre, ese hombre alto, rubio y delgado bajo del carruaje sosteniendo la mano de mi Madre, una mujer hermosa de cabellos rojizos y rasgos finos.
-Calmados, niños. - Dijo mi padre sonriendo y caminando hacia nosotros.
Al llegar abrió la puerta y se hizo a un lado para dejarnos pasar.
Ambos corrimos sin control por los pasillos y habitaciones.
La casa contaba con 10 cuartos, 13 baños, 1 cocina, 1 establo, 1 biblioteca, 2 salas de estar, 1 recibidor, 2 comedores y un salón de baile.
Nuestras habitaciones eran lindas.
La mía estaba adornada con colores oscuros mientas que la de Isabelle tenia una escala de morados y rosas.
Me tire en mi cama y mire hacia el techo.
A los pocos segundos escuche que alguien abrió la puerta sin aviso alguno.
Ni siquiera me tome la molestia de mirar, la única que entra a mi habitación sin tocar es mi madre.
-Eh... D-disculpe... ¿D-donde pongo esto? -Pregunto una joven delgada de cabellos cafés con el uniforme de la servidumbre mientras sostenia mi ropa en sus manos.
-Ahí. - Dije apuntando al ropero.
Jamás la había visto, debe ser nueva.
Pude notar que no dejaba de verme de reojo.
De la nada alguien más volvió a entrar a mi cuarto sin avisar.