Los tres jóvenes De Villiers nos guiaron hasta un pequeño rincón del patio trasero.
Este estaba lleno de arbustos gigantes.
Los chicos comenzaron a caminar directo hacia los arbustos.
-Eh... ¿A dónde vamos?- Pregunto mi hermana.
-Vamos ahí dentro.- Respondió Draco señalando a los arbustos.
-¿Cómo vamos a entrar? Está completamente cerrado... nos vamos a lastimar. - Conteste sin dudarlo.
Dakota negó con la cabeza mientras reía. - ¿Ven? Ese es el problema con los humanos, son incapaces de ver más allá de sus narices. - Dijo la pequeña mientras miraba a sus hermanos.
Megara Y Draco le lanzaron una mirada amenazante a la niña, mientras que mi hermana y yo abríamos los ojos de par en par analizando lo que la pequeña acababa de decir.
-D...Discúlpenla, es una niña apenas. - Comento Draco con nerviosismo.
Ese nerviosismo no indicaba nada bueno.
Caminamos un poco más y encontramos una pequeña entrada.
Había un pequeño tramo en el que por alguna razón los arbustos no habían crecido.
Entramos y no nos topamos con nada en especial más que con unas cuantas flores y el canto de un par de pájaros.
-Aquí nadie va a molestarnos. - Comento Draco sentándose en el pasto junto con sus hermanas. - Por favor, siéntense.
Mi hermana y yo tomamos asiento.
- ¿Hace cuánto viven aquí? - Pregunto Draco.
-Apenas unas cuantas semanas. - Respondí. - El tiempo pasa más lento en este lugar.
-Escuche que vienen de Francia. - Comento Draco mirándonos con interés.
- ¿Cómo lo sabes? - Pregunto mi hermana mientras reía levemente.
La conozco lo suficiente como para saber que está coqueteando.
-Bueno, este es un pueblo muy pequeño...las historias se esparcen más rápido que la luz. - Respondió Megara.
-Y más cuando se trata de gente nueva... Casi nunca ocurre. -Complemento Draco.
Se hizo un silencio muy grande.
-Por cierto... el otro día te vi entregándole unos papeles al encargado de mi instituto. - Comente dirigiéndome a Megara.
-Ah sí... mi padre escribe algunos de los libros que puedes encontrar en tu biblioteca. -Respondió Megara restándole importancia. - Y a mí me envía a entregar los avances de sus libros.
Quise volver a hablar con ella.
Estaba a punto de abrir la boca justo cuando escuche un golpe estruendoso que hizo que Draco y Megara se levantaran del suelo.
Todos salimos de aquel pequeño y acogedor rincón.
Pudimos ver a gente corriendo y gritando.
Gire para ver a los chicos De Villiers... pero no estaban... ni siquiera la más pequeña.
No espere ni un segundo más y tome a mi hermana de la mano.
-Nos vamos de aquí. - Dije con seguridad mientras corríamos hacia la mansión.
Antes de tan siquiera llegar a la entrada alguien nos tomó de los hombros y nos giró violentamente.
Era mi padre.
Estaba tembloroso y con los ojos abiertos de par en par.
- ¿Papá? ¿Qué pasa? ¿Y Mamá? - Pregunto mi hermana.
-No la encuentro. - Respondió mi padre con terror en la voz. - Algo... algo entro por la puerta de la casa... no sé qué es, pero es agresivo. Ya lastimo a varias personas.
El lugar estaba lleno de gritos, ruidos escandalosos y golpes.
Gritábamos el nombre de mi madre, pero no había respuestas...
Comenzábamos a temernos lo peor, cuando la escuchamos.
- ¡Antoine! - Grito mi madre refiriéndose a mi padre.
- ¿Estás herida? - Pregunto mi padre con preocupación.
-Tranquilo, estoy b...
Mi madre no pudo terminar su frase debido a que nos empezaron a tapar la boca y a arrastrarnos al interior de la mansión.
Intente zafarme de su agarre, pero su fuerza era inhumana.
- ¡Maldición, Ostin! Quédate quieto.
Giré lentamente la cabeza y pude ver que la persona que me estaba sujetando era Megara.
Abrí los ojos como platos.
¿Cómo puede ser posible que un ser tan delicado y bello como una muñeca de porcelana sea poseedora de tal fuerza?
- ¿Megara? ¡¿Qué haces aquí!?- Pregunte alterado. - ¡Debes huir de aquí! Esas cosas parecen ser peligrosas.
-Lo son. - Respondió Megara con frialdad sin despegar la mirada de esas criaturas.
Dirigí mi mirada hacia esas cosas...
Durante muchos años me arrepentí de haberlo hecho.