Llegamos a casa hacia la una. Todo se encontraba en un silencio poco habitual así que nos dividimos. La casa era de cuatro pisos con más de diez habitaciones: dos salas, una cocina, una enfermería, tres estudios, dos salas de entrenamiento, entre otras. Nos dividimos. Nick llevo a Alina a la habitación de invitados y yo fui a con Zoe a la enfermería para curarla, desinfecte la herida, retire el vidrio y se la cosí. Un rato después todos nos acostamos, Nick y yo en un cuarto, Zoe con Jackson y Alina con sus guardaespaldas. Caí en los brazos de morfeo apenas sentí como mi novio me abrazaba por la cintura.
Me desperté por los golpes en mi puerta eran demasiado insistentes y eran las cinco y media de la mañana, me levanté. Nick seguía totalmente dormido, abrí y Nayla me miro con cara de circunstancias.
- Tu tío está aquí.
Y casi doy un bote, alguna vez les conté ¿como era el entrenamiento aquí?. Pues ser la hija favorita no tenía muchas ventajas. Mi tío era un respetado comerciante del bajo mundo, él compró esta casa junto a mi madre, Cora y Electra. Todos los niños de la familia nos criamos aquí, nos entrenaban, jugábamos, nos regañaban, etc. Eso era para la mayoría, para mí, cometer un error era lo peor. Debía ser el ejemplo, ser perfecta y cada vez que mi tío venía se le informaba de mis errores. Mi madre se quedaba sin hacer nada y mi tío me arrastraba a una habitación donde debido a mi error recibía una paliza. Fuera como fuera, si que dolía. No se cuantos gritos, ni cuántas lágrimas solté por ello... Sólo se que me hizo fuerte, ya conocía el infierno, ya no le temía.
- ¿Que? - el alma se me había ido del cuerpo.
- Que tu tío está aquí ahora arreglen se antes de que sean las seis.
- Gracias, nena.
Corrí a despertar a Nick y nos arreglamos en quince minutos. Bajamos corriendo sólo faltaban cinco minutos. Alina y Zara, Jena y Ryan, Riley y los once. Ya estaban todos listos. Mi tío apareció a las seis en punto y la ceremonia empezó, los once nos arrodillamos mientras Alina saludaba. Los niños pequeños entraban y los novatos o mis amigos quedaban al descubierto. Diablos. Se supone que no podíamos dar la ubicación de la casa a nadie que no fuera familia. Estaba en problemas épicos.
Nos levantamos y miré a mi tío a los ojos un momento mientras él se acercaba a mis amigos.
- ¿Quiénes son ustedes? - los miraba gelidamente.
- Son novatos, tío, amigos míos - dije firme, que nunca noten tu miedo.
- ¡Nyara! - dijo él elevando la voz apenas un poco.
- Si señor - mantuve la frente en alto.
- Hablaremos en una hora si no quieres que hablé con ellos - sonrio cínico.
- Si señor.
Nick me miro preocupado y en ese momento, mi tío "noche blanca" desaparecio de la sala.
Pasada una hora me encontraba en el pasillo dirigiéndome al despacho de mi tío. Entre mientras el cuarto aún se encontraba a oscuras. Estaba aterrada y la impotencia recorria mi cuerpo así no lo demostrará. Tardé en convencer a todos de que estaría bien aunque fuera una dulce mentira, sin embargo, sabía que me seguían y me dolía cada vez más saber que me verían caer.
- Nyara, sigues siendo igual de desobediente - escuche a mis espaldas.
- Dudo cambiar ya, tío - conteste mirándolo a los ojos, firme.
- Deberías, ¿sabes cómo ganamos el respeto que nos tienen? - escuche como caía el latigo rojo, su favorito para mis torturas.
- Siendo crueles, despiadados, calculadores, asesinos - dije con ira, solo eso conocía rencor, rabia, dolor y... El amor que había encontrado años después con mis amigos y con Nick.
- Más respeto, mi niña, no olvides quién te crió y cuido - contesto con rabia y una sonrisa irónica - ahora pagarás tu altanería y descaro - susurro antes de gritar - de espaldas, ¡ahora! - dijo él dejando caer el látigo en su mano derecha, este tenía un tono rojo vivo con púas negras sobresaliendo de el.
Me voltee y quite mi camisa blanca escarchada dejando ver mi sujetador negro. Sentí el primer latigazo y como éste me arrancaba un grito de dolor al clavarse en mi piel, luego otro y otro y otro. Sacándome lágrimas y gritos. Odiaba ser así de débil. Siguió así un rato hasta que lo último que vi fue la cara de horror de Riley al intentar correr hacia mi, entonces todo se volvió negro.
Desperté en nuestra cama con la espalda vendada. Nick estaba recostado en una silla dormido mientras yo hacía el esfuerzo por levantarme, fui a ducharme y salí con las heridas cicatrizando por la crema de rapida curación que él me aplico, ya sólo quedaban líneas blancas y se me ocurrió una idea.
- ¿Me acompañas? - dije despertandolo con un beso.
Nick me miró con recelo - deberías descansar, nena y dejar de soportar eso - frunció el ceño sentándome en sus piernas.
- Sabes que no lastimare a mi familia y que ya descanse lo suficiente como para escaparme - dije en su oído, riendo.