Desperté en una sala de paredes blancas, tarde en recuperar la percepción de tiempo. Note que me encontraba en la enfermería de la casa de Mer. Me levanté y sentí un dolor punzante en mi cabeza y mi pecho, me costaba respirar.
¡Mierda!. ¡No otra vez, por favor!
Revise mis manos y vi dos agujas en cada una conectadas a sangre y a alimento junto con un tubo que iba hasta mi nariz transportando oxígeno. Las lágrimas surcaron mi rostro sin más, estaba hospitalizada de nuevo. ¡Maldita sea!. Aún tenía los recuerdos frescos en mi mente. Muchos por los cuales antes de conocer a Nick pase noches en vela. Una sala de hospital, una enfermedad en los pulmones, dos agujas, cicatrices y sufrimiento. Recuerdo que me encontraba en la escuela con tan solo tres años. Estaba jugando cuando un dolor asfixiante en mi pecho me impedío respirar. Después de eso solo escuchaba las lágrimas de mi madre ante el informe médico, tenía bronconeumonía. Algo común entre los niños de dos años y la causa de muerte entre los más chicos, solo que esta vez era diferente. Esta infección tenía una alteración para la cual no había cura solo tratamientos tras los cuales se podía posponer cada vez por menos tiempo. Empecé con ellos y me salve pero luego a los trece ya había vuelto a tener y ahora con diecisiete sólo había logrado atrasarla cuatro años. Se acercaba cada vez más mientras el miedo se apoderaba de mi.
Lloré durante una hora o más hasta que Ashley y Mer entraron. Suspiraron aliviadas y me abrazaron intentando consolarme:
- Vamos chica deja de llorar, lo has logrado, sigues viva, ya es un triunfo - dijo Ashley mirándome a los ojos.
- Déjame carajo, no puedo creer que me encuentro de nuevo aquí, esto es un asco.
- Ya, pero no le pongas mas drama, aprovecha la oportunidad que aun te estan dano.
- Prima, no me juzgues porque no tienes ni idea de lo que es despertar en un hospital y que lo primero que veas sean tus manos recordarte lo frágil que eres - sisee.
- Vale, mensaje captado, cierro la boca antes de que me apuntes con un arma - dijo Ashley sonriendo sarcástica, la mitad de lo que sabía era por ella así que pelear con ella era literalmente inútil.
- Que graciosa - le conteste con una mirada fría y gire hacia Mer que nos miraba con ojos divertidos - ¿donde esta Nick?
- Vaya te vengo a ver yo y preguntas por el, que tierno - dijo con riendose.
- Gracias hermanita - dijo el mirándome preocupado mientras ellas se iban - ¿estás bien nena?
- No lo se - conteste con voz entrecortada. Me sentía impotente, furiosa y dolida, se recostó a mi lado y nos quedamos abrazados mirando al techo mientras nos relajamos.
- ¿Cuánto he dormido?
- Un día - dijo frió, lo notaba tenso.
- ¿Estas molesto, verdad? - dije con un hilo de voz.
- ¿Puedes culparme? - y ante mi silencio siguió - me fascina que mi novia casi bese a cualquier chico y aparte de eso, ese imbécil le ponga algo en la bebida y eso haga que caiga inconsciente además de provocar que su enfermedad se dispare.
Me reí era eso o pararme e ir directo a matar a Alejandro - ¿de que te ríes? - dijo Nick mirándome con enojo.
- De tus celos, amor - dije levantándome y quedando encima de él - Alejandro no me importa, es una porqueria, yo te amo a ti - dije besándolo con ternura. Él poso sus manos en mi espalda baja, atrapandome en el círculo de sus brazos. Me separe un poco y lo mire, se veía cansado - ¿sigues molesto? - pregunte haciendo un puchero él negó con la cabeza divertido.
- Lo seguiré a menos de que me des un beso - inclino sus labios y me reí.
- Hecho - dije dándole un beso en la mejilla, me miró con el cejo fruncido - eres la mujer mas hermosa e impredecible que me he enontre y de ti me enamore - me beso como devorándome hasta qué necesitamos aire.
Completa y estupidamente enamorada.
- ¿Sabes que dia es mañana? - dijo mirándome con curiosidad
- Si, jueves siete de junio, el día en que me dan el alta - dije riéndome sabía a qué se refería y él dándose cuenta de mi broma empezó a hacerme cosquillas en la cadera. No recordaba cómo pero siempre desde que éramos críos estaba a su merced cuando hacia eso.
- Nos vemos mañana a las ocho, descansa, bonita - contestó él saliendo del cuarto.
Busqué mi teléfono y lo revise. Tenía tres mensajes, dos de Riley y Zara y uno de Nate, abrí el último y lo leí con curiosidad:
Perdóname, soy un idiota, pero es que me pusiste el mundo de cabeza. Eres jodidamente perfecta ¿sabes?
Ese imbécil tiene suerte de tenerte, al verte con ese tipo los celos me atacaron, aparte el trago no es buen consejero.
Se que es una excusa patética pero es todo lo que siento ¿quedamos Nyara? me hacen falta tus insultos.
Nate, el idiota.
Me reí era divertido a pesar de todo aunque lo haría sufrir un poco más. Me había levantado la mano y eso era algo que le haría pagar . Abrí los otros correos y al segundo llegaron ambas con risitas nerviosas, me miraron y se pusieron coloradas . Y a estas que les pasó, pensé . Riley era risueña pero Zara era fría a morir - tenemos algo que contarte - dijeron al unísono aunque yo ya me imaginaba que.