La Princesa del Infierno

Capítulo 10

A mi frente estaba un chico como de unos de veinte y tres años, era casi o igual de guapo que Elián, sus ojos se posaron en mí haciendo que mi piel se erice, sus ojos de color verde eran tan fríos, era como estar viendo un pantano congelado y sus labios se curvaron en una sonrisa pero no era una amigable, sino una que te prometía una muerte lenta y dolorosa.

- ¿Quién eres? – pregunté y me sorprendí que mi voz no hubiera temblado - ¿Qué haces aquí?

- Entonces eres tú – dijo mirándome y su voz ronca me caló hasta los huesos – pensaba que eras alguien más poderosa – lo miré enarcando una ceja

- ¿Quién eres? – volví a preguntar

- No lo sabes – rió bajo – acaso, ¿no te han dicho quién eres?

- ¿Perdón? – lo miré – creo que te equivocaste de persona

- No, no me equivoque – negó con la cabeza – eres tú, Kenya  

- Yo no me llamo así – fruncí el ceño, otra vez ese nombre, ¿eso qué significaba?

- Si lo eres y por eso – me señalo con su mano e inmediatamente apareció en ella una espada – debes morir

- ¿Qué? – dije mirándole asustada y retrocediendo

No di ni dos pasos y sentí una ráfaga de viento que me lanzó contra la pared, traté de levantarme pero sentí que una mano me levantó en el aire y me apretó contra la pared, mis ojos se abrieron y pude ver el rostro del chico, su mano cada vez iba apretando su agarre haciendo que el oxígeno vaya desapareciendo de mis pulmones.

Traté de quitarme sus manos de mi cuello pero era básicamente imposible, parecía una piedra de lo fuerte que era, creo que está será la última noche de mi vida.

- ¿Cómo te llamas? – pregunté con dificultad por falta de aire

- Gabriel – respondió simplemente –  soy un arcángel

- Un arcángel – repetí, pero eso no puede ser, ¿no se supone que los arcángeles no tienen cuerpo físico?

Escuché pisadas que bajaban las gradas, mi vista se dirigió hacia allí y vi que Dante estaba bajando y había puesto sus ojos en nosotros, Gabriel volvió a apretar su agarre haciendo que dejara de pelear.

Traté de decirle con señas a Dante que se vaya de ahí, no quería que le hicieran daño por mí, pero como todos dicen los gatos hacen lo que les viene en gana, Dante empezó a correr hacia nosotros haciendo que una luz lo ilumine y lo envuelva.

De esa luz salió un gato gigante negro con manchas rojas, sus ojos turquesas estaban más rasgados y sus colmillos habían crecido hasta el punto que salían de su boca pero mis ojos se posaron en las llamas que envolvían su cola y patas, ¿qué era ese animal? y ¿dónde estaba mi gato?

El gato gigante rugió y se abalanzó sobre Gabriel haciendo que esté se tambaleara y soltará su agarre, me resbalé por la pared y me quedé sentada en el suelo mientras jadeaba tratando de llenar mis pulmones de aire.

Vi que el gato estaba frente a Gabriel gruñéndole y esté estaba mirándolo con una sonrisa burlona, el gato le lanzó el primer zarpazo y Gabriel lo esquivo. Traté de levantarme pero una ráfaga de viento volvió a azotarme contra la pared haciendo que salga el aire de mis pulmones.

- No puedes escapar – dijo Gabriel dándome la espalda aunque sabía que estaba sonriendo – así que no lo intentes

El gato saltó encima de él y se posicionó a mi frente haciendo una barrera entre el arcángel y yo, me miró por un momento y yo me perdí en sus ojos color turquesa y ahí caí en cuenta que era Dante, mi pequeño gato, traté de tocarlo pero antes de hacerlo, vi que Gabriel le lanzó una estocada con la espada aunque lo esquivó por unos milímetros.

- Tienes un buen guardián – comentó dando una vuelta la espada – lástima que no lo será por mucho tiempo

- ¿Qué? – dije mirándole, no iba a dejar que le hiciera daño

- Escúchame Kenya – sus labios se curvaron en una sonrisa – si para matarte tengo que matar a todos los que te protegen, no dudes que lo voy hacer

- Dime – dije levantándome del suelo - ¿por qué me quieres matar?

- Nunca debiste nacer – dijo mirándome – pero basta de charla, hoy vas a morir

Tomó vuelo y alzó su espada para enterrármela en mi pecho, cerré los ojos esperando la estocada final pero nunca llegó, abrí los ojos lentamente y vi que la espada estaba sujeta por las fauces de Dante mientras esté lanzaba un zarpazo, Gabriel retiró la espada demasiado rápido haciendo que el metal rechine entre los dientes de Dante.




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