- Casandra – escuché que alguien me llamaba – Cas
- ¿Qué? – balbuceé dándome la vuelta – déjame
- No puedo – se negó – tienes que levantarte
- Cinco minutos más – pedí tratando de volver a hundirme en los brazos de Morfeo
- Creo que no se va a poder – me movió el brazo – llegamos a tu casa hace una hora
- ¿A mi casa? – pregunté abriendo los ojos y me encontré en la sala - ¿cuándo llegamos?
- Si, a tu casa – dijo Elián, quien estaba demasiado cerca para mi gusto – te traje porque te quedaste dormida en mi auto
- ¿Y por qué no solo me dejaste aquí y ya? – bostecé, había dormido mejor que en las últimas noches
- Cuando te quise dejar no me soltaste – confesó – y entre sueños me pediste que me quede
- ¿En serio? – pregunté incrédulamente, no me acordaba que solía hablar entre sueños
- Sí – asintió y se levantó – no podía moverme ya que te abrazaste a mi cintura – sonrió y yo mire hacia otro lado avergonzada, rogando que mis mejillas no estuvieran rojas
- Por cierto ¿qué pasó con el chico que se hizo pasar por ti? – pregunté acordándome del chico que se abalanzó contra mí
- Le dejé en claro que no se te acerque – respondió, encogiéndose de hombros sin importancia
- ¿Lo mataste? – lo miré tratando de tragarme el nudo en la garganta que se me había formado
- Casi pero no
- ¿Qué era? – cuestioné, me había dicho que no era un angel
- Un ángel caído – informó y yo le miré entre sorprendida y confusa
- Y ellos, ¿por qué quieren matarme?
- Seguro que los ángeles les ofrecieron algo a cambio de que te maten
- Ya veo – dije pensativamente
- Pero lo que me sorprendió fue la mancha de una herida en su pierna – alcé la vista y sus ojos se chocaron con los míos - ¿tú lo hiciste?
- Sí – acepté, fue por defensa propia – cuando supe que no eras tú
- ¿Cómo lo supiste?
- Él era demasiado atento y cariñoso – contesté – tú no eres así, eres todo lo contrario
- Golpe bajo – dijo y yo reí por la cara de ofensa que había puesto
Alcé a Dante y le di un beso en su frente haciendo que él me lama la mejilla unos segundos después lo que hizo que ría bajito, lo llevé hasta la cocina para darle de comer y yo también para hacerme la cena ya que ya había anochecido.
Freí huevos y beicon y puse jugo de naranja en un vaso, los dejé en la mesa y me puse a comer lentamente mirando un punto cualquiera en la habitación, Dante maulló y salió de la cocina, eso significaba que ya había acabado.
Lavé los platos y luego de arreglar la cocina, subí a mi habitación y saqué los cuadernos para hacer los deberes, puse música en la laptop y comencé con la primera pregunta.
- Hola – saludó un señor de cabellos negros con destellos azules eléctricos
- Hola – respondí mirando alrededor - ¿quién es?
- Supongo que no me reconoces, ¿verdad?
- Disculpe pero no – suspiré
- Soy Amaciel – respondió y mis ojos se abrieron como platos – tu padre – mi cuerpo entró en shock, no podía hablar ni mucho menos moverme, estaba plantada mirándole – Kenya, ¿estás bien?
- S-sí – tartamudeé, aún no podía creer que él era mi padre – ¿no estás muerto? – pregunté, que falta de delicadeza, me dije a mí misma
- Estoy muerto – aceptó y yo le miré más raro, aún si se podía – pero puedo aparecer en tus sueños
- ¿Estoy soñando? – mis ojos se despegaron del imponente hombre que estaba a mi frente para quedar en el suelo
- Sí, pequeña – dijo y se acercó a mí – eres hermosa
- Gracias, pero ¿por qué apareces ahora? – pregunté en un susurro
- Porque ya es tiempo de que sepas quién eres