La Princesa del Infierno

Capítulo 19

Cada vez iba cayendo en un profundo agujero negro que no tenía fin, miré hacia arriba y me encontré con un hermoso cielo nocturno, la luna y las estrellas iluminaban el paisaje haciendo que parezca mágico.

Esperé mi caída final, sabía que esta vez nada ni nadie podía ayudarme, esta vez mi destino se iba a cumplir, mi muerte se estaba acercando a cada segundo y mi destino final igual.

Siempre me había preguntado que había tras la muerte, tal vez existía la reencarnación, puede ser que nuestra alma suba al cielo o vaya al infierno o simplemente nuestro cuerpo se desintegre hasta llegar a polvo, no lo sabía pero muy pronto lo iba a descubrir.

Cerré los ojos y sonreí, no estaba asustada, tampoco feliz.

Hoy era uno de esos días en que simplemente te sientes completa.

Una sensación de calidez sumamente reconfortante me envolvió haciendo que abra los ojos para ver de dónde provenía, pero lo único que me encontré fue con unos brazos fuertes que me sujetaban, miré hacia arriba y vi que un par de alas negras lo sostenían en el aire y aunque eran negras, resplandecían tanto que opacaban a los astros del cielo.

- Aún no debes morir, Kenya – dijo una voz dulce que hacía que te calmes – aún debes hacer muchas cosas en la tierra

Abrí los ojos encontrándome con el techo blanco de mi habitación, me senté y me cubrí el rostro con mis manos y noté que mi frente estaba perlada de sudor, ¿qué fue ese sueño?, ¿era un ángel o un demonio?, ¿era una profecía?

Me levanté de la cama y entré al baño, me deshice de la ropa de dormir y entré debajo de la lluvia artificial, tiré mi cabello hacia atrás y cerré los ojos dejando que el agua caiga por mi rostro.

Me puse la mochila al hombro y bajé las gradas, miré que Dante estaba durmiendo en el mueble, así que salí sin hacer mucho ruido. Elián hizo sonar el claxon cuando estaba casi a su lado haciendo que lo mire mal y él sonría – últimamente parece que solo se dedica a molestarme – me acerqué y entré en el asiento de atrás, ya que Brandon ocupaba siempre el del copiloto pero se me hizo raro no verle hoy allí.

- ¿Dónde está Brandon? – pregunté y Elián puso el auto en marcha

- Tenía que atender unos asuntos – respondió mirando a través del espejo

- ¿Qué asuntos?

- Eso no te incumbe – dijo girando en una esquina

- Es mi mejor amigo – dije frunciendo el ceño – claro que me incumbe

- Mira, pequeña humana – habló seriamente – Samael es alguien muy importante en nuestro mundo y tiene cosas que hacer

- Si, puede ser – asentí – pero a pesar de lo que sea, es mi mejor amigo y me preocupo por él

- Entonces no te preocupes tanto, él sabe resolver muy bien sus problemas

- Aun así – me encogí de hombros – él es importante para mí

- Sabes – dijo entrando al estacionamiento – Samael es un demonio que ha vivido por más de un siglo – comentó saliendo del auto y yo le seguí – así que no te preocupes mucho por él – me guiño su ojo y entró a paso lento al instituto

Me quede allí parada mirando por donde Elián se había ido, coloqué mi mochila en el hombro y entré, hoy iba a ser un largo día sin Brandon.

Vi el reloj por enésima vez en la hora y parecía que el tiempo me estaba jugando una broma ya que cada vez que alzaba la cabeza solo pasaba un minuto, suspiré y rayé con mi lápiz el libro tratando de no dormirme.

- Bien, esto ha sido todo – habló el profesor haciendo que levanté la cabeza – y hagan un resumen de todo lo que hemos visto hoy para la próxima clase – dijo y salió del salón

Al fin se acabó la clase, salí del salón y me dirigí a la puerta principal para irme a mi casa ya que se había acabado el día de clases. Brandon no había salido de mi cabeza en estas últimas horas, no sabía que era lo que estaba haciendo y eso hacía que me preocupe más de lo que ya estaba.

Llegué a mi casa e iba a abrir la puerta cuando vi de reojo que algo se movió a mi izquierda, pensé que era un pájaro, así que abrí la puerta para entrar pero antes que lo haga una sombra gigante saltó encima de mí haciendo que me salga todo el aire que tenía en mis pulmones.

Alcé los brazos tratando de quitarlo de encima y sentí un pelaje demasiado suave y calentito lo que hizo que quisiera abrazarlo muy fuerte, mis ojos siguieron el suave pelaje del pecho, siguiendo por su cuello y terminando en sus ojos turquesas, era Dante.




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