La Princesa del Infierno

Capítulo 21

Elián me miró y sus ojos ya no eran azules sino que eran rojos como la sangre, su cara se deformó cuando notó que una espada me estaba atravesando y su camiseta se rompió dejando su piel nívea a la vista de todos pero no fue por mucho tiempo ya que luego salieron al aire sus alas de color negro azabache – eran tan largas que le llegaban hasta sus rodillas – si antes se le veían imponente, ahora era el doble.

Movió sus alas y un viento fuerte hizo que desaparezcan las sombras en un segundo y elevó al trono al aire y segundos después cayó a unos metros más allá.

Quité la mano de la espada y estaba empapada de sangre, tenía que sacarme la espada como sea para que no se me infecte la herida, solamente esperaba que no me haya herido algún punto clave de mi cuerpo.

Respiré varias veces y empuñé la espada, el hierro estaba frío y la mitad de la hoja estaba dentro de mi cuerpo, iba a ser doloroso y eso hacía que mis manos tiemblen y estén sudorosas, sentí una respiración atrás de mí y me di la vuelta para encontrarme con Dante, quien me llevó hacia un árbol.

Me acosté contra el tronco y Dante se paró a mi frente, mi vista se dirigió al frente y vi que Simael también tenía sus alas desplegadas, con la única diferencia de que sus alas eran de un blanco puro; parecía que esto se había convertido en una batalla sangrienta.

Mis manos volvieron a empuñar la espada y de un solo tirón la saqué haciendo que lágrimas bajen involuntariamente de mis ojos y sienta sangre en mi boca, me había mordido el labio para no gritar lo que hizo que me empiece a brotar sangre.

Tiré la espada a un lado y cerré los ojos, el dolor era demasiado, se sentía como si un hierro caliente estuviera quemándome la piel, me llevé las manos a mi herida y la camiseta estaba manchada de sangre, apreté tratando de que el dolor no sea insoportable.

Elián y Simael eran simplemente un par de borrones que estaban en mitad de una batalla, eran tan rápidos que solo se podía ver cada vez que chocaban sus espadas.

Pero todo paró cuando Elián alzó al trono por su cuello en el aire y lo tiró con demasiada fuerza al suelo haciendo que con el impacto se forme un hoyo en la tierra y se alce polvo pero eso no fue suficiente porque Elián bajó en picada con su espada lista para atacar y la hundió en el pecho del ángel haciendo que desaparezca en un haz de luz.

Elián salió de ese hoyo y caminó hacia donde estaba yo, sus ojos poco a poco iban regresando a su azul color del océano pero no podía quitar mi vista de sus alas, eran tan hermosas que todo a su alrededor parecía tan simple y común pero cuando llegó a mi lado sus alas ya habían desaparecido en su espalda, devolviendo al chico de instituto que había conocido.

- ¿Estás bien? – pregunté antes de que él dijera algo - ¿te lastimaste?

- ¿Me pregunta eso la chica que fue apuñalada y está desangrándose? – respondió arrodillándose a mi lado – pero estoy bien, gracias – dijo con una sonrisa verdadera, haciendo que mi corazón lata demasiado fuerte, que pensé que se me iba a salir del pecho

- Te lo pregunto porque no fui yo la que estuvo luchando contra un trono – dije mirándole – señor yo puedo todo

- Hay que ir a casa para curarte esas heridas – dijo señalándome – Dante, ¿estás listo para volver? – preguntó y Dante asintió con un rugido – entonces vamos

Suspiré y me puse de pie con dificultad por la herida, me sostuve del tronco y vi que Elián empezó a decir unas palabras y un portal se abrió, era como un espejo de color negro y había una espiral que daba vueltas en la mitad.

- ¿No vamos a ir a casa? – pregunté con el ceño fruncido

- Sí – asintió Elián acercándose a mí – pero a nuestro verdadero hogar

- ¿A dónde?

- Al infierno – respondió cogiéndome de la cintura – que es también tu casa y necesitamos curarte esas heridas

- Pero…

Elián saltó al portal llevándome con él y Dante entró atrás de nosotros, miré por encima del hombro de Elián y vi que el portal se había cerrado, apoyé mi cabeza en el hueco de su cuello y cerré los ojos tratando de no pensar en nada.

Aterrizamos de pie en una sala completamente blanca, Elián me dejó en el suelo pero no retiró su brazo de mi cintura, miré alrededor y solo había un piano de cola y algunas pinturas hechas a mano.




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