La Princesa del Infierno

Capítulo 27

- Cas, ¿estás bien? – preguntó Brandon acercándose a mí – te escuchamos gritar

- Brandon – susurré – tengo que volver

- ¿Volver? ¿a dónde? – cuestionó mi mejor amigo frunciendo el ceño

- A la tierra – respondí mirándole fijamente – tengo que ayudarlos

- ¿A quién? – sus manos volaron a mi rostro – se más específica, por favor

- A mis padres – dije y mi cuerpo empezó a temblar – ellos los tienen

- ¿Quiénes? – preguntó pero su rostro perdió todo color cuando vio mi brazo - ¡oh, por todos los demonios! ¿quién te hizo esto? – exclamó cogiendo mi brazo

- Los van a matar si yo no voy

. Tranquilízate, Casandra – dijo Elián acercándose a donde yo estaba – primero tenemos que curarte las heridas

- Pero…

- Elián tiene razón, Cas – me interrumpió Brandon – déjame curarte las heridas, por favor

- Está bien – acepté mirando a un lado

- Y luego quiero que me cuentes todo – advirtió Elián seriamente

Brandon pronunció diferentes palabras en un idioma que no entendía y luego de unos momentos empezaron a aparecer frascos, toallas, vendas, tazones y jarras con humo saliendo.

Brandon empezó a limpiarme la herida con una toalla suavemente haciendo que el dolor empezara a disiparse poco a poco, luego me colocó un aceite, pero sus acciones se pararon a la mitad haciendo que frunza el ceño.

- Esa marca es de… - susurró tan bajo que apenas pude oírlo

- Miguel – completó la frase Elián

Mis ojos se dirigieron a mi brazo lastimado y vi un escudo con alas, ¿acaso me dejo marcada?, tal vez lo hizo para que los otros ángeles me encontraran y no se confundieran o simplemente fue para que yo me acordara de mi promesa, ¿pero como la iba a olvidar si tenían una parte de mí?, tenían a mis padres, a los que me habían cuidado siempre.

Brandon volvió a pasar el aceite pero la marca no desapareció – el dolor pasó y el enrojecimiento también – mi mejor amigo me vendó el brazo y la selló con algo que no sabía que era.

- Toma – me tendió una taza humeante, su olor era agridulce haciendo que frunza la nariz

- ¿Qué es? – pregunté llevándome la taza a los labios

- Es un té para que te desinflame la herida – contestó mirándome y sus ojos me transmitieron toda su preocupación y temor

- Gracias – traté de sonreír pero me salió una mueca

- Cuéntame lo que está pasando – pidió Elián desde el pie de la cama

Les conté todo lo que pasó, lo que me dijo el ángel, lo que sentí y la aparición de la sombra y ellos me escucharon atentamente, no hicieron movimientos ni gestos, solamente se quedaron allí escuchándome y acompañándome en mi soledad.

- Así que tengo que ir – dije mirándoles con tristeza – tengo que volver

- No puedes ir – dijo Elián duramente – ¿es que no ves que es una trampa?

- Pero son mis padres – exclamé enojada – tengo que salvarles

- No son tus…

- ¡No te atrevas a decir que no son mis padres! – grité fuera de mis cabales – puede que no sean los biológicos pero son los que me criaron

- Tú no vas a morir por ellos – dijo entre dientes

- Si lo tengo que hacer, lo voy hacer – me crucé de brazos enfurruñada – tengo y quiero salvarlos

- Si tú vas, vas a morir – objetó – ellos son arcángeles y ellos no pueden matar a un humano

- Y si no pueden, entonces explícame, ¿por qué hirieron a mi padre?

- No los van a matar – sus ojos azules empezaron a cambiar de color – no pueden matarlos, es una regla de ellos

- Pero si pueden torturarlos – respondí – y yo no puedo permitir que lo hagan

- ¡Entiende Kenya que no puedo dejar que te maten! – gritó haciendo que abra los ojos como platos, su voz era demasiado grave 

- Es mi vida y yo puedo hacer con ella lo que quiera – murmuré, los ojos de Elián se volvieron rojos y me miraron tan fríamente que hizo que contenga la respiración




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