- Cas, ¿estás bien? – preguntó Brandon acercándose a mí – te escuchamos gritar
- Brandon – susurré – tengo que volver
- ¿Volver? ¿a dónde? – cuestionó mi mejor amigo frunciendo el ceño
- A la tierra – respondí mirándole fijamente – tengo que ayudarlos
- ¿A quién? – sus manos volaron a mi rostro – se más específica, por favor
- A mis padres – dije y mi cuerpo empezó a temblar – ellos los tienen
- ¿Quiénes? – preguntó pero su rostro perdió todo color cuando vio mi brazo - ¡oh, por todos los demonios! ¿quién te hizo esto? – exclamó cogiendo mi brazo
- Los van a matar si yo no voy
. Tranquilízate, Casandra – dijo Elián acercándose a donde yo estaba – primero tenemos que curarte las heridas
- Pero…
- Elián tiene razón, Cas – me interrumpió Brandon – déjame curarte las heridas, por favor
- Está bien – acepté mirando a un lado
- Y luego quiero que me cuentes todo – advirtió Elián seriamente
Brandon pronunció diferentes palabras en un idioma que no entendía y luego de unos momentos empezaron a aparecer frascos, toallas, vendas, tazones y jarras con humo saliendo.
Brandon empezó a limpiarme la herida con una toalla suavemente haciendo que el dolor empezara a disiparse poco a poco, luego me colocó un aceite, pero sus acciones se pararon a la mitad haciendo que frunza el ceño.
- Esa marca es de… - susurró tan bajo que apenas pude oírlo
- Miguel – completó la frase Elián
Mis ojos se dirigieron a mi brazo lastimado y vi un escudo con alas, ¿acaso me dejo marcada?, tal vez lo hizo para que los otros ángeles me encontraran y no se confundieran o simplemente fue para que yo me acordara de mi promesa, ¿pero como la iba a olvidar si tenían una parte de mí?, tenían a mis padres, a los que me habían cuidado siempre.
Brandon volvió a pasar el aceite pero la marca no desapareció – el dolor pasó y el enrojecimiento también – mi mejor amigo me vendó el brazo y la selló con algo que no sabía que era.
- Toma – me tendió una taza humeante, su olor era agridulce haciendo que frunza la nariz
- ¿Qué es? – pregunté llevándome la taza a los labios
- Es un té para que te desinflame la herida – contestó mirándome y sus ojos me transmitieron toda su preocupación y temor
- Gracias – traté de sonreír pero me salió una mueca
- Cuéntame lo que está pasando – pidió Elián desde el pie de la cama
Les conté todo lo que pasó, lo que me dijo el ángel, lo que sentí y la aparición de la sombra y ellos me escucharon atentamente, no hicieron movimientos ni gestos, solamente se quedaron allí escuchándome y acompañándome en mi soledad.
- Así que tengo que ir – dije mirándoles con tristeza – tengo que volver
- No puedes ir – dijo Elián duramente – ¿es que no ves que es una trampa?
- Pero son mis padres – exclamé enojada – tengo que salvarles
- No son tus…
- ¡No te atrevas a decir que no son mis padres! – grité fuera de mis cabales – puede que no sean los biológicos pero son los que me criaron
- Tú no vas a morir por ellos – dijo entre dientes
- Si lo tengo que hacer, lo voy hacer – me crucé de brazos enfurruñada – tengo y quiero salvarlos
- Si tú vas, vas a morir – objetó – ellos son arcángeles y ellos no pueden matar a un humano
- Y si no pueden, entonces explícame, ¿por qué hirieron a mi padre?
- No los van a matar – sus ojos azules empezaron a cambiar de color – no pueden matarlos, es una regla de ellos
- Pero si pueden torturarlos – respondí – y yo no puedo permitir que lo hagan
- ¡Entiende Kenya que no puedo dejar que te maten! – gritó haciendo que abra los ojos como platos, su voz era demasiado grave
- Es mi vida y yo puedo hacer con ella lo que quiera – murmuré, los ojos de Elián se volvieron rojos y me miraron tan fríamente que hizo que contenga la respiración