Llegamos a la casa y entramos, la casa estaba más fría que de costumbre y cuando vi la sala no me encontré con los ojos turquesas de Dante – lo había dejado en el palacio, no quería que le pase algo por mi culpa – me senté en el sofá y escondí mi rostro en mis manos y suspiré.
- Tengo que verificar unas cosas – dijo Brandon – vuelvo en unos minutos
- ¿Qué cosas? – pregunté extrañada
- Tengo que estar seguro de que tengo todo aquí – respondió mirándome – no puedo dejar que te pase nada, estas bajo mi responsabilidad
- No soy una niña, Brandon – dije frunciendo el ceño – puedo cuidarme sola
- Lo sé – asintió – pero no te olvides que los dos vamos a salvar a tus papás
- No lo voy hacer
- No trates de hacer nada imprudente mientras no estoy aquí – caminó hacia la puerta y la abrió – ya vuelvo – dijo saliendo
- Nos vemos – me despedí y él cerró la puerta
Cerré los ojos y me desparramé en el mueble, esto había ido demasiado lejos, hace poco tiempo que había descubierto esto y me parecen que son años, el tiempo cada vez pasaba más rápido y las vidas de mis padres estaban colgando en un hilo sumamente fino y dependían de mí.
Mi piel se erizó cuando escuché pasos que iban y venían de la cocina a la parte de atrás, eran pesados e iban muy lentamente, no era la primera vez que escuchaba pasos o veía sombras pero antes no me daba tanta intranquilidad y recelo como ahora, abrí de golpe los ojos cuando sentí que estaban atrás mío y parecía que me iban a tocar.
Me puse de pie de un salto y me giré para ver quien estaba atrás mío pero no había nadie, solo estaba un espacio vació lleno de expectativa y sospecha, traté de regular mi respiración y caminé hacia la cocina, tenía que ver quien estaba aquí y que no era mi imaginación.
Entré en silencio a la cocina y me quedé parada en la mitad de la habitación, miré a todos lados y no había nada, afuera las ramas de los árboles se movían al compás del viento haciendo sombras que entraban por la ventana, di un paso atrás y me choqué contra algo duro pero no era la pared.
Me di la vuelta y me encontré con el torso de una persona, fui subiendo la vista encontrándome con su cuello, su mandíbula cuadrada y fuerte y por último sus ojos color verde azulado – era hermoso, lo que decía a gritos que no era humano - no podía quitar mi vista de sus ojos tan fríos como el hielo y al momento en que sonrío pude ver su promesa de dolor y sufrimiento.
- Nos volvemos a ver Kenya – dijo en un susurro pero se escuchó muy potente – no puedo creer que por ti el cielo tuvo que mandar a su mejor ejercito – sus ojos me miraron y sentí que desnudó mi alma con su mirada
- Yo no te conozco – respondí lo mejor que pude – disculpa, pero ¿quién eres? – pregunté cruzándome de brazos
- Nos vimos en tu sueño, ¿te acuerdas? – habló y sentí que mi brazo izquierdo empezó a quemar haciendo que haga una mueca de dolor
- Miguel – dije su nombre en un susurro
- Veo que ya te acuerdas quien soy – sonrió pero su sonrisa no le llegó a los ojos – tenemos un trato Kenya
- ¿Dónde están? – sisee apretando los dientes - ¿dónde los tienes?
- Están a salvo por ahora – respondió fríamente – pero si tú no cumples con nuestro trato ellos van a sufrir – se encogió de hombros sin importancia – es tu decisión
- ¿Qué quieres que haga? – pregunté derrotada
- Que te rindas y que aceptes que no eres más que un simple ser que no tenía que nacer – dijo despectivamente – haz lo que te diga y ellos se salvaran
- Acepto – asentí y dejé caer mis brazos – pero primero libera a mis padres, hasta que yo no les vea aquí, no voy hacer nada
- Está bien – habló y se dio la vuelta – hay que ir donde están ellos y allí ellos saldrán y tú te quedaras
- Bien
El camino no fue tan largo como creí, en menos de diez minutos habíamos llegado a la parte abandonada del pueblo, donde las fábricas estaban en ruinas y casi ninguna persona venía, según lo que sabía esta parte fue abandonada hace mucho tiempo cuando construyeron el pueblo actual, era la primera vez que venía aquí.