La Princesa del Infierno

Capítulo 41

En el momento en que llegué a la sala, varios sirvientes estaban esperando, cosa que me sorprendió ya que no pensaba que alguien nos viniera a encontrar, dos demonios se acercaron a mí y pude leer sus intenciones, así que dejé que los brazos de Lucifer y Samael se deslizaran de mis hombros y los guardias enseguida los cogieron.

  • Los llevaremos a sus habitaciones – dijo el guardia quien había sujetado a Lucifer – con permiso
  • ¿Los pueden poner en una sola habitación, por favor? – pedí, ya que no quería dejarlos mientras se recuperen
  • Por supuesto, señorita – asintieron y salieron por la puerta
  • Señorita – me llamo una chica a mi lado – sígame, por favor

Salimos y me dirigió por el mismo pasillo por el que me había llevado Lucifer la primera vez que llegamos aquí, ella abrió la puerta de mi habitación y dejó que yo entré primero e iba a dirigirme a la ducha pero ella no me dejó, argumentando que era ella quien me iba a preparar el baño, cosa que me molestó pero entendí que era su trabajo, así que solo me senté en la cama mientras lo hacía.

Entré lo más rápido que pude cuando la chica me indicó que ya estaba listo, dejé que el agua corriera por todo mi cuerpo llevándose todo el estrés y la suciedad que se había acumulado, suspiré mientras cerraba los ojos pensando en todo lo que había sucedido en estos últimos días. A decir verdad era algo tan grande de tratar de digerir pero lo había hecho, había aceptado muchas cosas pero no me arrepentía de ninguna, sabía que cada cosa que había hecho me han llevado hasta donde estoy, que cada tropiezo y cada victoria me enseñaron algo y que nosotros somos lo que decidimos que queremos ser y no lo que se supone que debemos ser, la vida es así, con altos y bajos pero si tú decides seguir luchando por lo que quieres, algún día lo vas a lograr.

Suspiré una vez más y salí de la tina – tenía que ir a ver cómo estaban los chicos – entré a mi habitación y vi un vestido grande y con vuelos en la cama haciendo que abra los ojos de la impresión.

No iba a ponerme ese vestido.

Suspiré y caminé hacia el armario y me puse a buscar un vestido más sencillo y ligero y lo encontré – al último como siempre – saqué el vestido y me lo coloqué, era uno que me quedaba hasta por debajo de la rodilla, tenía tirantes y era de color azul cielo, me calcé unos zapatos negros bajos y después de secarme el cabello, lo trencé.

¿Cómo podían moverse con esos vestidos tan grandes y pesados?

Salí y bajé las gradas, estaba deambulando por el palacio hasta que vi a una chica con una pila de sabanas en sus brazos así que caminé más rápido hacia ella para alcanzarle.

- Disculpa – dije parada al frente de ella – sabes ¿dónde están Lucifer y Samael?

- Si, señorita – asintió y luego señaló las gradas – suba las gradas y gire a la derecha, la segunda habitación a la izquierda

- Gracias

Subí de nuevo las gradas pero esta vez en vez de ir todo recto, como siempre lo hacía, giré a la derecha y vi que era otro pasillo pero este tenía pocas puertas así que no le preste atención y entré a la puerta que me había indicado.

Allí estaban, uno en cada cama con el torso descubierto y la sábana solo les llegaba hasta la cintura, sus ojos estaban cerrados y sus rostros estaban serenos como si estuvieran en un profundo sueño pero mis ojos se fijaron en el hombre y la mujer de mediana edad que se encontraban allí, supuse que eran los que les atendían.

- ¿Cómo están? – pregunté y sus ojos se fijaron en mí

- Están fuera de peligro – respondió el hombre recogiendo unas cosas – gracias a que son demonios de rango alto, las heridas menores cicatrizaron pronto y les suministré una poción que hará que las heridas graves se recuperen lo más rápido posible – habló y yo asentí – ahora necesitan descansar y no se asuste si duermen más de lo normal

- Está bien, gracias – dije y me acerqué a ellos

- Señorita, usted también necesita descansar – indicó mirándome – aunque no tenga heridas mayores, su cuerpo necesita reponerse – se acercó a la puerta y la mujer le siguió – le recomiendo que duerma también, ya que ellos no se van a despertar pronto

- Sí, gracias – respondí y me senté en la cama de Lucifer

- Con permiso – dijo y se retiraron

Miré la habitación y vi que era amplia, había dos veladores, un sofá, un escritorio, un armario, un baño y un gran ventanal que ahora estaba cubierto por una cortina que impedía que los rayos del sol entren.  

Habían pasado varias horas desde que me había sentado en la cama esperando a que despierten aun cuando me dijeron que no lo iban a hacer pronto, sentía como mis ojos se cerraban en contra de mi voluntad por el cansancio pero no quería dormir, quería estar despierta cuando se despertaran.

Sentí una mano en mi hombro y alcé la cabeza para ver quién era pero antes de ver a la persona, me encontré con un paisaje completamente diferente al que debía estar.

Estaba en una cascada, el agua cristalina caía hacia el río y toda la vegetación era de un verde puro, era como si estuviera en los primeros días de la creación del mundo, se sentía tanta paz y silencio, que te daban ganas de quedarte ahí para siempre, pero alguien se aclaró la garganta haciendo que me gire para ver quién era pero mis ojos se abrieron como platos al ver a la persona frente a mí.




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