Abrí los ojos y me encontré con el techo de la habitación, fruncí el ceño al darme cuenta que no estaba en la posición de antes sino que ahora estaba acostada - ¿a qué hora me acosté? – me incorporé y giré mi cabeza encontrándome con el rostro de Lucifer, quien aún seguía durmiendo igual que Samael, froté mis ojos y me bajé de la cama, no sabía qué hora era pero suponía que ya era tarde, abrí la puerta y salí de la habitación.
Mi estómago rugió, reclamando por comida, bajé las gradas y caminé por los pasillos buscando la cocina pero como mi suerte no había cambiado, no la podía encontrar, así que no me quedaba de otra que preguntar a alguien.
- Disculpa – dije tratando de llamar la atención del guardia que se encontraba en la puerta - ¿sabes dónde está la cocina? – pregunté cuando sus ojos se posaron en mí
- Sígame, por favor
Me guió por algunos pasillos hasta que llegamos a una gran puerta de madera y adentro se podían escuchar varios sonidos de instrumentos de cocina que eran golpeados entre sí.
- Es aquí – indicó el guardia
- Gracias – dije y él luego de hacer una reverencia se retiró
Abrí la puerta y entré pero no pude dar un paso más ya que lo que vi me cautivo, era la cocina más grande que había visto en mi vida y estaba impecable, todo estaba su lugar y brillaba de lo limpia que estaba, vi que una diablesa iba de aquí allá poniendo algo en un plato mientras controlaba que no se queme lo que estaba en las ollas.
- Hola – saludé desde la puerta haciendo que se gire para mirarme
- Hola – respondió con una sonrisa - ¿te puedo ayudar en algo?
- Si, bueno… - dije jugando con mis dedos – ¿me puedes dar algo para comer? – pregunté apenada – es que me muero de hambre – hice una mueca haciendo que ría
- Kenya ¿verdad? – sonrió y yo asentí – siéntate, ya te sirvo – señaló la isla que estaba a mi lado
- Gracias – dije y me senté en un taburete
- ¿Te gusta la tarta? – cuestionó mientras sacaba una del horno haciendo que mi boca se haga agua – está la hice recién – comentó mientras cortaba un pedazo
- Sí, me encanta
- Me alegro – dijo y puso el pedazo delante de mí, acompañado de un vaso de leche – que lo disfrutes
- Gracias
Cogí el tenedor y me puse a comer tranquilamente pero ni bien me metí el trozo de tarta en mi boca, todo un mundo de sensaciones explotó en mi boca, la tarta estaba deliciosa, así que la apuré y en un parpadeo ya me había terminado el pedazo de tarta que me había dado.
- ¿Me puedes dar otro pedazo, por favor? – pedí con una sonrisa
- Por supuesto – respondió y me sirvió otro
- Esta deliciosa – dije comiendo la tarta – por cierto, ¿cuántas horas dormí? – pregunté pero ella rió haciendo que frunza el sueño
- Lo siento – dijo y dejo de reír – dormiste dos días
- ¿Qué? – exclamé sorprendida, yo había sentido que no había dormido más que unas cuantas horas
- Lo que oíste – se encogió de hombros – dormiste dos días
- Gracias – hablé y volví a comer otro pedazo de tarta
Después de comer más de la mitad de la tarta, al fin me sentí satisfecha así que salí de la cocina, no sin antes de agradecer por la comida, subí de nuevo las gradas y entré a la habitación donde estaban los chicos, los miré y no había cambiado nada, seguían dentro de un sueño profundo.
Me senté en el sofá que había y me quedé viendo a la nada sin saber que hacer pero unos pasos y aleteos me sacaron de mi ensoñación haciendo que vuelva mi cabeza a la puerta.
Sonreí al ver a Ignis y a Dante entrar a la habitación, los había extrañado y demasiado, me arrodillé en el suelo y abrí los brazos, esperando por ellos.
- Hola – saludé y mi “pequeño” gato corrió hacia mi haciendo que casi me caiga por el peso, creo que cada día crecía más – ¿cómo han estado? – pregunté
Dante e Ignis se quedaron a mi lado todo el rato hasta que los chicos se levantaran pero eso iba a ser en un largo tiempo.