- Kenya – escuché que me llamaban pero mis ojos no querían abrirse – Kenya, despierta – dijo esa voz y yo me di la vuelta – vamos Kenya, despierta – insistió haciendo que abra los ojos
- ¿Qué pasa? – pregunté frotándome los ojos para quitarme el sueño pero todo el que tenía se fue al momento en que me di cuenta de quién era la voz que me llamaba - ¡Lucifer! – grité y me abalancé a él haciendo que caiga de nuevo en la cama – al fin te despertaste – dije abrazándole
- ¿Cuánto tiempo dormí? – preguntó incorporándose de nuevo en la cama aún conmigo pegada a él como garrapata - ¿desde cuándo eres tan cariñosa? – cuestionó mirándome haciendo que los colores se me suban al rostro y retire rápidamente los brazos de él
- Dormiste cuatro días – respondí levantándome de la cama pero su mano aprisionó mi brazo impidiendo que complete mi objetivo - ¿qué pasa? – pregunté con el ceño fruncido cuando me jaló hacia él
- No me quites mi abrazo – se quejó envolviéndome de nuevo con sus brazos
- Yo no… - no terminé de hablar porque otra voz habló al mismo tiempo que yo
- ¡Qué ruidosos! – se quejó dándose la vuelta – déjenme dormir
- ¡Samael! – grité feliz y traté de ir hacia él pero Lucifer no me dejó – déjame ir – dije tratando de salirme de mi prisión – quiero saludarlo
- Lo puedes saludar desde aquí – dijo y me abrazó más – no tienes que ir hacia allá
- No seas egoísta – dijo Samael incorporándose en la cama – deja que salude a mi mejor amiga – sonrió y sus orbes verdes brillaron
- No quiero – negó con un puchero
- Ni que te la fuera a quitar todo el día – se cruzó de brazos mirando de mala manera a Lucifer
- Deja que vaya a saludarle – susurré suavemente y sonreí – es mi mejor amigo
- Suéltala – se quejó Samael con una sonrisa – es mía también
- No quiero
- Vamos, suéltame – pedí pasando los dedos por su cabello – sabes que voy a volver a ti – dije y sentí como sus brazos se fueron aflojando poco a poco
- Está bien – aceptó y dejó caer sus brazos a los lados – no te demores
- ¡Deja de ser dramático! – exclamó mi mejor amigo mirando como bajaba de la cama e iba hacia él
- ¡Samael! – grité y me lancé a sus brazos, como siempre lo hacía desde que lo conocí - ¿estás bien?, ¿cómo te sientes? – pregunté mirándole de arriba abajo
- Estoy bien, tranquila – dijo abrazándome más fuerte – veo que tú también te encuentras en buen estado – comentó haciendo que sonría
- En lo que cabe sí – respondí – pero ahora eso no importa, estoy feliz de que hayan despertado
- Casi no la contamos – suspiró y yo fruncí el ceño recordando todo lo que había pasado – pero gracias a ti, estamos de nuevo aquí
- No – negué con la cabeza y me alejé un poco – fue gracias a ustedes que siempre estuvieron en los peores momentos – me sinceré y todo se quedó en silencio – si ustedes no hubieran llegado, no sé qué hubiera pasado
- Siempre vamos a estar a tu lado – puso un mechón de cabello tras de mi oreja – a la final, eres mi mejor amiga y tengo que protegerte de todo y de todos – miro de reojo a Lucifer que no nos había quitado la vista en todo momento – y eso te incluye, Lucifer – lo señaló – si le haces algo, te mato – dijo y el rey del infierno sonrió
- No le voy hacer nada que ella no quiera – respondió y me guiñó un ojo haciendo que mi cara se torne más roja que un tomate – así que no te preocupes
- Eso espero – dijo Samael y me soltó – ve con él antes que me salte encima – lo señaló y sonrió
- Si – asentí y bajé de la cama – tienen que arreglarse así que yo los dejo – dije pero antes de que salga de la habitación, Lucifer me detuvo poniendo la mano en la puerta
- Ya van a comenzar con sus cursilerías – puso los ojos en blancos Samael – yo me voy a duchar – dijo y se encerró en el baño
- ¿Qué pasa? – pregunté cuando vi que se inclinó hacia mí - ¿qué estás haciendo?
- Lo que quise hacer desde que te volví a ver – susurró y sus labios se estamparon en los míos
Sus labios se empezaron a mover sobre los míos de manera lenta y yo no tarde en responderle, sus labios eran suaves y tenían un sabor agridulce, del que me podía hacer adicta en poco tiempo, mis brazos inconscientemente rodearon su cuerpo y su mano derecha fue a mi cadera mientras que con la izquierda sostenía mi cara.
Mi corazón estaba latiendo a mil por hora y sentía como mis piernas estaban temblando, este era el efecto que tenía el rey del infierno en mí, el chico que al principio me había caído mal y que ahora yo no podía vivir sin él, me apreté más a su cuerpo cuando el beso se volvió más intenso haciendo que un jadeo salga de mis labios.
Lo supe desde el principio, él era y siempre será el chico indicado para mí, el que me complementaba y hacía salir mis lados más ocultos aun cuando yo trataba de mandarlos al fondo de mi ser, él los hacía resurgir.
- Te extrañe – dijo cuándo se nos acabó el aire y tuvimos que separarnos