Olivia:
Despierto en una cómoda cama y rápidamente me levanto cuando me doy cuenta de algo: esta no es mi habitación.
'Seguramente Sebastian me trajo aquí' pienso soltando un suspiro.
Las paredes están adornadas con bellos cuadros de diferentes ciudades que me encantaría visitar, hay dos puertas de madera (una de salida y otra seguramente del armario), una repisa llena de libros ,con la que debo admitir que me emocioné un poco, y un balcón al que me dirigí, dejándome un hermoso panorama de un extenso bosque lleno de flores, pasto y árboles adornados con bellas hojas verdes.
Pero los recuerdos de lo sucedido vuelven a mí y lloro nuevamente. Mi mejor amiga está muerta por mi culpa.
Definitivamente Sebastian Hayes no es solo un empresario. Esa es solo una máscara para encubrir lo que, sospecho, es realmente: un mafioso. Esas personas que matan inocentes por diversión, necesidad o traición, que trafican drogas, prostituyen chicas a cambio de dinero, tienen dinero a montones, al igual que armas... y que te clavarían un cuchillo sin dudarlo ni por un segundo. Ese es el padre del bebé que llevo dentro.
Paso horas llorando mientras recuerdo todo lo que pasamos con Freya. Muy pocas veces peleábamos, y si lo hacíamos, no duraban más de dos horas hasta que una de las dos se disculpara. Pasamos tanto buenos como malos momentos juntas; ella tuvo una vida peor que la mía, siempre fue para protegerme. Nuestra vida en el orfanato fue horrible, un infierno para ambas del que apenas logramos escapar con vida.
Tocan la puerta y por esta aparece el chico que mató a Freya. Lo miro con odio y lanzo lo primero que veo: una lámpara, la cual él logra esquivar.
-Quiero creer que esto lo provocan las hormonas de embarazo.- Dice sarcástico y ruedo los ojos.
-Lárgate de aquí.- Ordeno hecha furia.
-Sebastian quiere hablar contigo.- Me encojo de hombros.
-Dile a ese idiota que iré a hablar con él el día que me devuelva a Freya.
-Deja de comportarte como una niña.- Dijo fastidiado y me agarró del brazo, sacándome a rastras de la habitación. Estos chicos tienen una obsesión con arrastarme.
Llegamos a una habitación y me obliga a entrar, al hacerlo veo al peliblanco sentado en una silla. Hay cosas tiradas y rotas en el suelo que me hacen fruncir el ceño.
-Dylan, retirate.- El nombrado asiente antes de hacerlo. 'Así que su nombre es Dylan' pienso-. Siéntate, Olivia, debemos hablar.- Obedezco, no porque él me lo ordenara, sino porque me dolía el trasero.
-Mataste a mi mejor amiga.- Es lo primero que se me ocurre decir y suspira fastidiado.
-Yo no la maté, Olivia, fue Dylan quien lo hizo.- Aclara haciendo que lo mire mal.
-Pero tú le diste la orden y no lo detuviste cuando sacó el arma.- Las lágrimas caen nuevamente.
-Supéralo, Olivia... Hay cosas peores que perder a un amigo.- Murmura la última parte y cierra los ojos-. Haremos una fiesta este fin de semana para anunciar tu embarazo, pero hay cosas que debes saber. Mi familia se caracteriza por el honor y el compromiso.
Me resultó algo irónico escucharlo decir eso considerando que la sangre de una persona inocente estaba en sus manos; seguramente no sería la primera, tampoco la última. Personas como él no tienen corazón, solo matan para conseguir lo que quieren, sin importarles nada.
-Entonces...- Dejo la frase en el aire para que él siga, ya que no entiendo lo que quiere decir.
-Entonces, si descubrieran que eres una chica a la cual dejé embarazada en un club, nos matarían a ambos por deshonrar a la familia. Y por si te lo preguntabas, no, esto no es una broma.- Paso las manos por mi rostro intentando despertar de esta pesadilla.
Demonios, todo esto es real. Volví al mismo infierno del que escapé hace años, solo que esta vez el pequeño inocente que pagaría las consecuencias no sería yo, sino el bebé dentro de mí.
-Creo que ya sé cuál es tu plan.- Susurro, me mira atento-. Fingir que estamos casados.
-No eres tan estúpida como creí.- Le saco mi dedo de enmedio.
-Hagamos un trato. Fingiré ser tu esposa, pero tú debes prometer que me dejarás hacer lo que quiera luego de que esta farsa termine y también después del embarazo; no podrás controlarme, tampoco mandar a tus sumisos a perseguirme como si fueran perros detrás de un hueso cuando yo quiera salir. Básicamente, me dejarás vivir mi vida.- Cruzó los brazos sobre su pecho, con esa mirada de superioridad que estaba empezando a molestarme.
-¿Y qué si no lo hago?- Me mira desafiante.
-¿Sabías que soy muy mala para guardar secretos?- Pregunté enarcando una ceja-. Así que es posible que esto de la mafia y todos tus secretos se me escapen "accidentalmente". Puedo ir con la Policía y decirles dónde estás antes de que te des cuenta, creo que les interesaría saber que el mafioso más buscado en todo Estados Unidos se encuentra aquí. Y no queremos eso, ¿verdad?- Lo miro fingiendo inocencia. Su ronca risa hace que se me erice la piel.
-Muy bien, Evans, acepto.- Estrechamos las manos-. Solo te digo que si mi hijo no estuviera en tu vientre, una bala ya estaría en tu cabeza por amenazarme, así estarías con tu querida mejor amiga.- Una sonrisa se forma en su rostro y le doy una bofetada. Me voy hecha furia, ignorando sus gritos.