Olivia:
En verdad odio esta mansión. ¿Para qué quiere una casa tan grande si solo viven dos personas aquí? Ahora me perdí otra vez para ir al baño. No sé dónde demonios está; esta mansión tiene diez habitaciones y cuatro baños (dos en los cuartos de Sebastian y Dylan), los cuales están lejos de mi habitación. Le voy a pedir a una de las sirvientas que me haga un mapa si es necesario.
Entré a una habitación al azar, todo estaba oscuro y no encontraba el interruptor. Pero vi algo que me dejó impactada. Dylan se estaba besando con una de las chicas del tráfico de blancas.
En un rápido movimiento, saqué mi teléfono de mi bolsillo.
-Sonríe, estúpido.- Le saqué una foto justo antes de que se separara de la chica. Lo miré con una sonrisa burlona.
-Olivia.- Parecía sorprendido y preocupado-. Por favor no se lo digas a Sebastian.
-Lo siento, cariño, pero son cosas de la vida.- Me encojo de hombros y salgo de la habitación. Siento los pasos de Dylan detrás de mí.
Corro con un poco de dificultad a mi habitación y le pongo pestillo a la puerta antes de que él pueda entrar. Empieza a golpear la puerta mientras me pide que le abra.
-Olivia, por favor.- Continúa pidiendo mientras toca la puerta.
-Dame una razón para no enviarle esta foto a Sebastian. Debe ser una buena razón o no dudaré en hacerlo.- Dije, apoyé mi espalda contra la puerta. Tomé el teléfono entre mis manos. Un suspiro salió de su ser.
Si aún fuera la Olivia de antes, no me habría atrevido a hacer algo como esto jamás. Habría borrado la foto inmediatamente solo porque un chico lindo como Dylan me lo pidiera amablemente. Si fuera por una razón estúpida que quiero esta venganza, no tendría ningún problema en hacerlo ya que no me gusta meterme en la vida privada de los demás... Pero se trataba de Frey, él la mató sin siquiera pararse a pensar si lo merecía (cuando realmente no lo hacía ni un poco).
Sabía bien que Sebastian enloquecería en cuanto viera la foto, su principal regla para las personas que se encargaban de la trata de blancas junto a él --incluido Dylan-- estaban prohibidas las relaciones con las chicas para no tener problemas y, además, mantenerlas lo más puras posibles para los compradores. Mientras más vírgenes fueran, más pagarían por ellas.
-No puedo decírtelo, es un secreto entre Maddison y yo.- Entré a los contactos y busqué el nombre de Sebastian. Cuando lo encontré, estaba a punto de enviarle la foto.
-Entonces lo siento, Dylan, pero lo hago por ella.- Presioné "enviar".
Nos quedamos unos minutos en silencio. Él aún estaba ahí, podía escuchar su agitada respiración, estaba empezando a desesperarse y me pregunté por qué esa chica era tan importante para él. Podría conseguirse una igual, e incluso mejor, en cuestión de segundos si lo quisiera.
-Maddison también está embarazada, Olivia... Es por eso que no puedes enviar la foto, te lo ruego. Lamento mucho lo que le hice a tu amiga, en verdad, pero no podía desobedecer órdenes de Sebastian.
No podía reaccionar. Estaba completamente quieta, ni un músculo se movía. Sentí las lágrimas descender de mis ojos lentamente y cuando reaccioné fue que busqué la foto que le había enviado al padre de mi bebé con la esperanza de borrarla lo antes posible antes de que la viera.
Ya era demasiado tarde, había visto el mensaje. Tapé mi boca, intentando reprimir los gritos que querían salir y negué repetidas veces con la cabeza. Tiré el teléfono como si estuviera maldito, no lo quería, ya no.
Entonces se escuchó un disparo y muchos gritos.
Abrí rápidamente la puerta, el castaño ya no se encontraba ahí. Bajé las escaleras y me dirigí al sótano, donde se encontraban las chicas.
Lo que vi pudo destrozarme completamente... Sebastian con un arma en sus manos y Dylan con el cuerpo de Maddison en sus manos fue lo primero que pude ver.
En ese momento me vi a mí misma el día que mataron a Freya. No quería separarme de ella, gritaba por el dolor de perder a la única persona que me amó y cuidó de mí por tantos años. Ese momento en el que pierdes a la persona más importante de tu vida.
-¡No!- Pensé que mi garganta iba a desgarrarse por el dolor y la fuerza con la que solté ese grito. Lágrimas caían de los ojos de Dylan, mientras negaba con la cabeza y le pedía a la chica que se despertara.
La horrible escena de mi mejor amiga tendida en el suelo de nuestra sala con el disparo justo en su frente se repitió en mi mente durante varios minutos en los que sólo podía llorar por el dolor que estaba sintiendo. Era la culpable de la muerte de otra persona inocente.
Miré a Sebastian, quien se encontraba neutro y hasta algo aburrido viendo la escena.
Me tiré al suelo gritando y tapándome los oídos al escuchar repetidos disparos a mi alrededor. Las chicas cayeron una por una soltando gritos aterradas hasta que no quedó ni una, la sangre manchó el piso y parte de nuestra ropa. Sebastian las mató a todas sin sentir ni un poco de remordimiento. Por un breve momento creí que también me dispararía a mí y todo el dolor que estaba sintiendo finalmente desaparecería, pero nunca llegó.