La princesa del mafioso

Capítulo 11

Narrador omnisciente:

La castaña se debatía entre contarle toda la verdad a Jackson o simplemente irse de una vez por todas, como lo tenía planeado luego de que le contara la verdad. Su infancia no fue un cuento de hadas; dos veces la habían adoptado, después de unos meses la devolvian al orfanato, como si fuera un objeto. Nunca supo lo que se siente tener una madre o un padre, tampoco sintió ese amor y protección que todo niño recibe de sus padres al nacer.

-No tengo mucho que contarte, Jackson. Mi vida no fue tan interesante o peligrosa como la de ustedes.- Respondió un poco cortante, nunca le gustó hablar mucho sobre su vida ya que sabía que en cualquier momento no resistiría y lloraría como una niña pequeña, sacando todo lo que retuvo en su interior durante años. Suspiró al ver la cara de súplica del mayor-. Bien... Llegué al orfanato cuando apenas tenía un día de nacida, estaba... sola, con un cartel a un lado que tenía mi nombre. Las mujeres del orfanato me dijeron que ese día estaba lloviendo y hacía mucho frío, yo solo estaba envuelta en una manta, llorando. Esa es toda la historia.

-Recuerdo ese día.- Jackson cerró los ojos un momento, recordando llorar en los manos de su madre porque se habían llevado a Olivia-. Apenas me dejaron tenerte en mis brazos unos minutos y sacarte una foto para siempre recordarte. Te busqué durante mucho tiempo, hermanita. Pero no pude encontrarte y perdí las esperanzas... Hasta que te vi en la mansión Hayes, en la fiesta que organizó Sebastian; te reconocí gracias al vestido que dejó ver la marca en tu espalda.

-Lo único que esta estúpida marca ha logrado es arruinar mi vida. Yo no quiero esto, no quiero ser parte de la mafia. Se suponía que lo único que me haría parte de esto sería Sebastian.- Admitió en un susurro. Pensó en preguntarle sobre esa duda que recorría en su mente desde que habló con el peliblanco en la cocina una semana atrás-. ¿Es fácil crecer en la mafia?

El mayor la miró incrédulo, pero con temor en sus ojos al recordar en lo que se basó su infancia: mentiras, pérdidas de seres queridos, secuestrar personas inocentes y matarlas o venderlas, escuchar sus desgarradores gritos cuando disparaban, las lágrimas... Era algo horrible.
 

La castaña siguió esperando la respuesta de Jackson, hasta escucharlo suspirar.
 

-No, Olivia, no es fácil tener padres mafiosos que quieren que seas un asesino perfecto con apenas seis años. El no sentir el amor y el orgullo de tus padres es algo...- No quiso seguir hablando, habían pasado muchos años pero el trauma seguía ahí, presente en cada momento de su vida. 
 

Olivia pensó por un momento que se derrumbaría y lloraría, aunque eso no sería posible; los mafiosos siempre deben ser fríos, no deben mostrar señales de debilidad o los perjudicaría a ellos y a los que aman, era algo que le había dicho Sebastian.
 

La chica bajó la cabeza, y entonces decidió contarle algo que se había guardado para ella misma, era un secreto que nadie además de su difunta amiga sabía, pero pensó que su medio hermano necesitaría saberlo. 
 

-Cuando tenía ocho años me adoptaron por segunda vez, a mí y a mi mejor amiga Freya... Eran un hombre y una mujer que me hicieron creer que en verdad me amaban, que tal vez podríamos ser una familia, pero todo era falso... Luego de un par de semanas de habernos adoptado, cambiaron drásticamente; ya no nos decían que nos querían, muy pocas veces nos daban comida, nos obligaban a limpiar la casa o de no ser así nos golpeaban en los pies con una vara... Aún tengo unas cicatrices en los pies que sé te estarán ahí para siempre.- De su ojo cayó una lágrima que rápidamente limpió de forma brusca-. Un día nos estábamos muriendo de hambre, habían pasado cuatro días desde que no nos daban de comer. Freya fue a escondidas a la cocina en la noche para buscar al menos un trozo de pan para mí y... el hombre la descubrió ahí... Él la...- Sollozos empezaron a salir, haciendo que se detuviera y abrazara con fuerza al chico, sintiéndose extrañamente protegida.
 

-No te hagas más daño, Olivia, no quiero que me lo cuentes si aún duele.- Secó sus lágrimas con dulzura. Era la primera vez que se comportaba así con alguien, pero ella no era solo alguien más, era su hermanita. 
 

-Él la agarró de los cabellos y la tiró al suelo, la... violó.- Esa palabra le dolió tanto que por un momento sintió que a ella misma le había pasado. 
 

Gracias a su mejor amiga fue que nunca lo habían logrado, la protegía como si fuera un tesoro, un pequeño ángel inocente que no merecía vivir en este mundo lleno de oscuridad con personas malvadas que buscarían en lo más profundo de su ser algo para destruirla complemente. Todo esto se debía a que su madre no la amó lo suficiente como para matarla antes de nacer, aún sabiendo que ni siquiera la dejarían conservarla, pensó que eso fue algo egoísta; pudo ahorrarle tanto dolor de no haberla tenido.
 

Decidió continuar con su historia, sentía un peso menos sobre los hombros.
 

-Yo escuché sus gritos y fui a buscarla. Al verlo hacerle eso, algo en mí se rompió, una ira incontrolable se desató dentro de mí; tome un cuchillo y se lo clavé en la espalda, como si fuera una experta en eso... Lo fui subiendo lentamente hasta llegar a su corazón, y ahí fue cuando lo maté. La mujer llamó a la policía cuando escuchó los gritos, pero no pudieron hacer mucho ya que tenía apenas ocho años. Me encerraron en un loquero, también fui con un psicólogo pero no le contaba nada. Volví al orfanato luego de dos años, nadie quiso adoptarnos después de eso.
 

-Está en nuestros genes, Olivia. Somos hijos de asesinos, y si no lo evitas, tu hijo también lo será.- La nombrada acarició su vientre, sintiendo pequeñas patadas por parte de la bebé-. Te aseguro que Sebastian querrá convertir a tu hijo en un mafioso, pero puedes evitarlo si vienes a vivir aquí, conmigo. Nosotros podemos protegernos y darle a mi sobrino una infancia como la de cualquier otro niño. 
 




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