La princesa malvada

Capítulo 6 - Final

Los invitados ya estaban aburridos, unos se encontraban hablando de cómo arreglaron el jardín, preguntándose a qué hora llegaría la novia, comentaban acerca de los manteles de colores, que se veían ridículos, y de eso llevaban hablando desde hacía un rato, pues ya no tenían temas de conversación de tanto tiempo que había pasado, asimismo la llovizna se estaba poniendo más fuerte y no pudieron evitar mojarse.

Algunos ya se querían ir de ahí, tenían frío y hambre, y estaban demasiado aburridos. Uno de ellos estuvo a punto de retirarse, pero en ese momento llegó un sirviente de Vania a decir que la princesa ya estaba lista. El invitado que se iba se detuvo y se volvió a sentar.

Todos se acomodaron lo mejor que pudieron, intentando no mojarse mucho, para la entrada de la novia. Alexandra esperaba que Vania llegara con su vestido y peinado ridículo, que todos se empezaran a reír o a hablar mal de ella y que, Santiago, al verla, le diera tanta vergüenza como para ya no querer casarse con ella nunca.

La princesa Vania llegó. Todos los invitados se quedaron maravillados al contemplarla, nunca la habían visto tan linda. Ella en verdad se veía bonita. Santiago, al ver a Vania, le dijo a Alexandra:

—¿No es acaso la mujer más linda del planeta? Gracias por ayudarnos con los preparativos, Alexandra…

La rubia se puso roja de la cólera. Fue rápido con Vania y le reclamó.

—¿Qué haces con eso puesto? —Reclamó, pero en seguida fingió un tono de voz triste—. Yo me esmeré en arreglarte, y tú te quitaste todo lo que te puse… —Esas palabras las mencionó con una voz quebrantada, como si estuviera a punto de llorar.

—Deja de tener esa actitud hipócrita y falsa —dijo Vania con tono serio y molesto, en voz muy alta para que todos escucharan—. Tú y yo sabemos que solo estás actuando.

En ese momento la inofensiva expresión de Alexandra desapareció. Su rostro cambió por completo; de la dulce y encantadora inocencia y ternura que siempre mostraba pasó a una expresión terriblemente diferente: ahora se mostraba más que molesta e indignada, su mirada dulce se había convertido en una de despecho y odio.

—¿Cómo te atreves a decir eso? —Alexandra pronunció con un tono completamente diferente al que había pronunciado con anterioridad—. Yo te apoyé en todos los preparativos, te arreglé, te ayudé a escoger el vestido y la tela de los manteles, y te di la idea de hacer tu boda en el jardín… Eres una malagradecida, ¡qué mala persona eres!

—Yo debería decirte eso, no tú a mí, mira cómo tu sirviente dejó a mi amigo. — Señaló a Eduardo.

Julio, que vio a Eduardo y a Tania entrando en ese momento, se les iba a lanzar a los golpes, pero varios sirvientes de Vania lo detuvieron.

—Ves como tu sirviente es malo —Vania dijo furiosa.

—¿Me podrían decir qué está pasando aquí? —Santiago se acercó hacia donde se generaba la discusión.

—No es nada, príncipe Santiago —dijo Alexandra nerviosa y preocupada, intentando que él no se diera cuenta de todo su plan.

—¿Cómo de que nada? ¿Por qué no le cuentas todo tu plan malvado para separarnos? —Expresó Vania.

—¿Plan malvado para separarnos? —Repitió el príncipe, algo desconcertado.

—¿Qué dices? —Preguntó con voz alarmada—. No sé nada de lo que estás diciendo.

—¿Cómo no? ¿Ahora negarás que me querías quitar a mi prometido y que toda nuestra amistad fue una farsa para acercarte a él?

Santiago volteó a ver a Alexandra buscando una explicación y queriendo saber si lo que mencionó Vania era cierto.

—Yo… yo… —La rubia estaba angustiada, encolerizada, apenada, desesperada y confundida, todo al mismo tiempo. No sabía qué parte del plan había salido mal, se imaginaba que Vania sabía todo por culpa de Tania y Eduardo. Ya no sabía qué decir ni qué hacer, así que se dio por vencida en inventar alguna excusa—. Acepto lo que dices, todo es verdad.

—¿Cómo pudiste hacer eso, Alexandra? —Dijo el príncipe muy decepcionado—. Yo creí que eras buena persona.

—Pero, príncipe, yo hice todo esto solo por una razón —dijo la princesa con voz tímida—. Yo te amo —le susurró al príncipe.

—¿Qué dijiste? —Había tantos murmullos y comentarios de los invitados, que el príncipe no entendió las últimas palabras de Alexandra.

—¡Que te amo, imbécil! —Gritó la joven rubia al príncipe.

De repente todos en el salón se quedaron estupefactos, no podían creer lo que acababan de presenciar: la dama de honor se le había declarado al novio en el día de su boda frente a todo el mundo, ¡y vaya palabras que escogió para hacerlo!

Julio, en ese momento dejó de amenazar a los sirvientes de Vania diciéndoles que si no lo dejaban golpear a Eduardo los iba a matar, y fue al lado de su princesa.

—Pero yo ya tengo a Vania —le dijo el príncipe a Alexandra—. A ella es a la que amo.

—¡Príncipe estúpido! —Expresó Julio con ira—. ¿Cómo te atreves a rechazar a mi princesa? Todavía de que se fijó en ti, y tú queriéndote casar con una princesa simplona, tonta y fea.

—¡Oye, no insultes a mi futura mujer!

—¡Tu futura mujer está horrible! Es tonta, asquerosa, fea, horrible, bruta, más horrible, mensa, horrenda, horrorosa, horripilante, espeluznante, espantosa, fachosa, deslucida, nauseabunda, repugnante… —Iba a seguir diciendo adjetivos calificativos pero Eduardo se le lanzó a los golpes y Santiago también lo ayudó. Como Julio era muy fuerte, les estaba ganando a los dos juntos.



#2776 en Otros
#695 en Relatos cortos
#606 en Humor

En el texto hay: princesa, amistad amor, princesamalcriada

Editado: 28.04.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.