Esa noche volví a soñar con lo mismo. Siempre era igual. Una mujer gritaba desesperada el nombre de Amelia. Su voz estaba cargada de un dolor que me estremecía hasta los huesos. Yo me acercaba lentamente a ella, con el corazón latiendo fuerte. Cuando me vio, corrió a abrazarme con tanta fuerza que casi no podía respirar.
—¡Hija mía! Volviste… —me decía con lágrimas en los ojos. Y justo cuando iba a decir algo más…
¡Riiing!
La alarma del celular me sacó del sueño. Abrí los ojos, confundida, y por alguna razón que no entendía, sentía un vacío en el pecho. Las lágrimas corrían por mis mejillas como si hubiese perdido algo que ni siquiera sabía que tenía.
No entendía por qué soñaba eso. Antes, cuando era niña, soñaba algo diferente. Una corona. Cada vez que estaba a punto de ponérmela, el sueño cambiaba bruscamente: de pronto estaba en otro lugar, sola, rodeada de sangre. Me despertaba gritando, temblando, llorando.
Pero ahora... el sueño había cambiado. Y aunque ya no había sangre, el vacío era aún más profundo.
Sacudí la cabeza, tratando de borrar la sensación. Me limpié las lágrimas, me levanté y entré al baño para bañarme y alistarme para la preparatoria. Al salir, mi mejor amiga, Isla, ya me esperaba afuera de mi casa. Como siempre, su chofer nos llevaría juntas.
—Tuve otro de esos sueños raros —le conté durante el camino.
—Bueno, tú siempre sueñas cosas raras, amiga —dijo ella con una sonrisa burlona.
—Sí, pero esta vez… se sintió tan real. Hasta mientras me bañaba seguía llorando, sin poder evitarlo.
—Bueno, para la próxima espérate a que la señora del sueño termine de contarte todo, ¿no? —dijo Isla entre risas.
—¡Ay, Isla! Deja de bromear —le dije, riendo un poco también, aunque en el fondo aún me sentía rara.
—Pero hablando en serio… —dijo poniéndose algo más pensativa— Esa mujer que describes se parece mucho a la Reina. ¿Te acuerdas? Dicen que ella tiene una hija perdida. ¿Y si tú fueras Amelia?
—¡Ojalá! Así podría ayudar a mis padres a pagar la prepa —le respondí, bromeando también.
Ambas nos reímos por un rato, imaginándonos un mundo donde yo fuera una princesa perdida.
Pero entonces Isla cambió de tema, con esa expresión de chisme bueno que siempre me da curiosidad.
—Adivina qué… Ayer mis papás fueron a la casa de Aarón. Como son amigos de sus padres, hablaron un rato. Y él… preguntó por ti.
—¿¡Qué!? ¿En serio? —dije con una sonrisa que no podía ocultar.
—Sí, pero hay un pequeño problema… —añadió, encogiéndose de hombros— Él cree que eres de la realeza. Como vamos a una preparatoria privada y somos tan unidas, se lo imaginó.
—¡Ay, no! ¿Y ahora qué hago? —pregunté, entre preocupada y emocionada.
—Bueno, puedo ayudarte a fingir que sí lo eres… si quieres. —me dijo con picardía.
Y así fue como todo el trayecto a clases lo pasamos planeando Operación Princesa. Reímos, inventamos una historia loca de que mis padres eran nobles exiliados y hasta decidimos que mi nombre completo sería Amelia de Lys del Reino de Aurora.
Pero en el fondo… muy en el fondo… algo me decía que ese sueño, ese nombre y esa historia… quizás no eran del todo mentira.
Y lo que no sabía en ese momento, era que fingir ser parte de la realeza sería lo más fácil. Porque había cosas mucho más grandes, peligrosas y sorprendentes esperando por mí.
#1217 en Fantasía
#192 en Magia
magia aventura personajes sobrenaturales, fantacia y traicion, familia disfuncional problemas rencor
Editado: 28.04.2025