Narrador
Los padres de las niñas seguían buscándolas desesperadamente. Tanto, que en su angustia llegaron hasta el subsuelo, el mundo donde habitan todas las criaturas sobrenaturales. Bajaron preguntando, gritando, reclamando si alguien había visto a sus hijas.
Los seres del subsuelo los miraban con desagrado, con un odio profundo en sus ojos brillantes. De pronto, empezaron a gritarles que se fueran antes de que todo se volviera aún más violento. Los padres, asustados, tuvieron que marcharse.
Lo que no sabían era que Elvira los había visto todo desde las sombras. Y rápidamente fue a avisarle al rey Alex:
—Los padres siguen buscándolas. ¿Qué haremos? —preguntó preocupada.
—¡Tenemos que apurarnos! Hay que enseñarle a Amelia a usar su magia ¡ya! —ordenó Alex, con urgencia.
Mientras tanto, en las sombras del subsuelo…
—Necesito que busquen a estas dos chicas —exigió el padre de Isla a un vampiro.
—¿Cuánto me darás? —preguntó el vampiro, sonriendo con malicia.
—Cien mil florines de Nevaría ✧ —ofreció el padre de Isla, sin dudar.
—¿Las quieres vivas? —preguntó el vampiro, con una risa fría.
—¡Obviamente que las quiero vivas! —gritó furioso el hombre.
—Tranquilo, solo bromeaba... Te las entregaremos vivas —se burló el vampiro.
La cacería había comenzado. El vampiro reunió a su gente para buscarlas por todo el subsuelo...
Narradora: Charlotte / Amelia
Yo estaba tumbada en el sofá, pensando en cómo había terminado en esta locura, cuando Alex y Elvira llegaron apresurados:
—Es hora de entrenar tu magia —me anunció Alex, muy serio.
—¿Qué? —pregunté, confundida.
—Todo el subsuelo te está buscando. No tenemos tiempo —dijo, apurándome.
—Bueno... No creo que tenga otra opción, ¿verdad? —suspiré.
—Pues no, no la tienes —confirmó con firmeza.
Ese día me enseñaron los trucos básicos: cómo curar heridas, cómo protegerme, cómo lanzar hechizos defensivos y ofensivos. También me ayudaron a perfeccionar mis cinco sentidos hasta el límite.
Todo el día entrené. Sudé, me caí, me levanté mil veces.
Ya casi me desplomaba en la cama, rendida, cuando escuché unos suaves golpes en la puerta de la habitación.
—Pasa... —murmuré, boca abajo.
La puerta se abrió. Una voz masculina dijo:
—Hola, princesa Amelia.
No terminé de girarme porque en un segundo alguien me abrazó.
¡Conocía esa voz! ¡Era Aron!
—¿¡Aron!? ¿Cómo llegaste aquí? ¡Se supone que los humanos no pueden ver la cabaña! —pregunté, sorprendida.
Él sonrió travieso.
—Pues... humano, humano no soy —dijo riendo—. Mis padres son licántropos, y yo también. En el subsuelo todos hablan de ti: algunos te temen, otros están felices de que hayas regresado. Cuando me enteré de que mi compañera de clase era la princesa... ¡tuve que venir a comprobarlo!
—¿Y cómo supiste dónde estaba? —pregunté, aún confundida.
—Le rogué a Elvira hasta que me lo dijo —se rió.
Nos quedamos hablando por horas, riéndonos, contándonos nuestros gustos, nuestros sueños...
Por un instante, volví a sentirme como una chica normal.
Una simple Charlotte, no la princesa perdida de Nevaría.
Pero en el fondo de mi corazón... sabía que la calma no duraría mucho.
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Editado: 28.04.2025