—¡¿Otra vez madrugar?! ¡¿Acaso no creen en el derecho sagrado a dormir ocho horas?! —protesté, arrastrándome fuera de la cama.
Pero cuando vi a Isla riéndose y a Elvira levantando una ceja amenazante, supe que mi queja no cambiaría nada.
Hoy tocaba entrenar magia... y probablemente morir en el intento.
Me levanté con las pocas ganas que tenía, bajando las escaleras a trompicones. Elvira e Isla ya me esperaban con el desayuno servido: un plato de avena con frutos secos y dos tostadas con miel.
—¡Qué rico, Elvira, ¡gracias! —le dije, sonriendo.
—De nada, princesa —me respondió con una sonrisa traviesa—. Come bien, porque en un rato vienen tus entrenadores.
Mis ojos brillaron de pura curiosidad.
—¿Ahora sí puedes decirme quiénes son? —pregunté, casi saltando en el sitio.
Elvira sonrió de lado, como si hubiera estado esperando esa pregunta.
—Bueno, te digo... —comenzó, acomodándose el cabello detrás de la oreja, acercándose como si fuera a confiarme un secreto muy importante—.
Primero conocerás a Lord Vaelor.
Es alto, de cabello negro como la noche más profunda, y unos ojos grises capaces de leer tus miedos más escondidos.
Hace mucho tiempo fue un general de las sombras... pero ahora lucha por el verdadero reino. Él te enseñará a resistir la oscuridad sin caer en ella, a dominar las ilusiones, a escuchar las emociones que otros ni siquiera se atreven a aceptar.
Elvira hizo una pausa, viéndome con seriedad.
—Va a ser duro contigo, Amelia. Ganarse su respeto será como tratar de encender una hoguera en medio de una tormenta. Pero si lo logras... tendrás a uno de los aliados más poderosos a tu lado.
Tragué saliva, un poco intimidada.
—¿Y el otro? —susurré.
Elvira sonrió dulcemente, como si pronunciara el nombre de un ángel.
—Lady Seraphina.
Su cabello es plateado, como si llevara la luz de la luna entre sus hilos, y sus ojos dorados brillan como el amanecer.
Es descendiente de los Guardianes de Luz. Su magia puede curar, purificar lo corrupto y levantar barreras que ni la oscuridad más profunda podría atravesar.
Elvira me miró intensamente, como si quisiera asegurarse de que entendiera el peso de sus palabras.
—Seraphina no solo te entrenará... también creerá en ti cuando ni tú misma puedas hacerlo.
Me sentí pequeña y a la vez poderosa. Como si un pedacito de mi destino estuviera a punto de ser escrito.
—¡Wow! ¡No puedo esperar para conocerlos! —dije, emocionada.
—No creas que será fácil, princesa —rió Elvira—. El Rey Alex apenas te enseñó una pizca de lo que ellos te mostrarán. Buena suerte.
Y vaya que tenía razón.
Cuando llegó la hora, me llevaron a la sala de entrenamiento: inmensa, de muros antiguos cubiertos de runas brillantes. Las antorchas lanzaban sombras vivas sobre las paredes.
Mi corazón latía salvajemente mientras avanzaba.
Y entonces, Lord Vaelor emergió de las sombras.
—Hoy conocerás el peso de la oscuridad —dijo con voz profunda, como un trueno en la distancia.
Antes de que pudiera preguntar qué quería decir, una oleada de oscuridad me envolvió.
Frío.
Miedo.
Una presión tan intensa que apenas podía respirar.
Las sombras susurraban a mi oído, tentándome, devorándome.
—¿Qué ves, Amelia? —preguntó Vaelor, su voz como un eco lejano.
—Veo... miedo —logré decir, temblando.
—Entonces domínalo. No eres su presa.
Cerré los ojos. Respiré hondo. Recordé las palabras de Elvira: La luz siempre está en ti, incluso en la noche más oscura.
Con toda mi fuerza interior, empujé la sombra hacia atrás. No la destruí... pero dejó de controlarme.
Cuando abrí los ojos, Lady Seraphina ya estaba allí, envuelta en un resplandor dorado.
—Muy bien, pequeña estrella —dijo, sonriendo cálidamente—. Ahora que has enfrentado la oscuridad... es hora de encender tu luz.
Ella tomó mis manos, y una corriente tibia recorrió todo mi cuerpo.
Cantamos juntas un antiguo himno, y sentí mi magia despertar: cálida, vibrante, como el primer rayo de sol tras una larga noche.
Caí de rodillas, exhausta.
Pero por primera vez en mucho, muchísimo tiempo...
Me sentí invencible.
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Editado: 28.04.2025