."La Princesa Perdida de Noveria: El Despertar del Hielo"

Capítulo 14: El Eco de mi Corazón

El amanecer teñía el cielo de un rojo sangriento mientras cabalgábamos hacia la Montaña del Eco. Cada latido de mi corazón retumbaba como un tambor de guerra en mi pecho. El viaje había sido largo, agotador, y en cada sombra sentía los ojos de nuestros enemigos acechando. Pero ahora estábamos aquí, en el umbral de algo que no entendía del todo.
Artur nos esperaba más allá de las nieblas, y aunque no sabía exactamente qué iba a encontrar, una cosa era segura: para salvar a mi familia, para salvar a mi gente... primero tendría que enfrentar aquello que más temía: a mí misma.

Atravesamos bosques muertos, ríos oscuros y aldeas fantasmas. Cada paso que daba, sentía cómo el peso de mis decisiones me aplastaba un poco más. La sombra de Deysi nos seguía de cerca; sabía que los cazadores no se rendirían tan fácilmente.
Cuando finalmente llegamos a la Montaña del Eco —un antiguo santuario olvidado por el tiempo—, lo vi.
Artur no era el héroe dorado de las leyendas como nos contaban cuando éramos niños. Era un hombre de cicatrices profundas, marcado por la guerra, cansado... pero su mirada era más poderosa que cualquier espada, como si pudiera ver dentro de mi alma.

—Si quieres salvar este reino, deberás enfrentar primero tu propio corazón —me dijo con voz grave y serena.

La prueba fue brutal.
Una ilusión mágica me atrapó, envolviéndome en un frío aterrador. Vi a mis padres morir una y otra vez, vi a Alistair caer luchando por mí, vi el reino consumido por la oscuridad... y en medio de todo, escuché la voz venenosa de Deysi susurrándome que era débil, que era una niña perdida en un mundo de monstruos, que jamás podría salvar a nadie.
Me derrumbé. Mis rodillas tocaron la tierra árida del santuario. Las lágrimas quemaban mis mejillas.

Luché contra mí misma más que contra cualquier enemigo.
Luché contra el miedo, contra la culpa, contra el odio que crecía en mi pecho.

Pero algo dentro de mí —el recuerdo de la niña que había sido, la promesa que me hice aquella noche bajo las estrellas, y las voces de aquellos que amaba— me hizo levantarme. No podía rendirme. No ahora.

Grité, un grito nacido de dolor y esperanza, y la ilusión se rompió como cristal.

Cuando abrí los ojos, estaba empapada en sudor, jadeando, pero Artur me sonreía por primera vez, como si hubiera estado esperando ese momento.

—Ahora estás lista para el verdadero despertar —me dijo, colocando una mano firme en mi hombro.

Sentí cómo una nueva energía, cálida y poderosa, surgía dentro de mí. Era diferente a todo lo que había sentido antes. Era mío.

Sin embargo, la paz duró poco.
Una sombra oscura se movía en el horizonte, veloz como una tormenta.

Isabela venía por nosotros.
Y esta vez… yo tampoco pensaba tener piedad.

Pov de Amelia

La noche cayó como un manto pesado sobre el campamento. Solo el crepitar de las hogueras rompía el silencio.
La mayoría dormía, agotados por el viaje y la prueba en la Montaña del Eco.
Solo unos pocos, como Alistair y yo, permanecíamos en vela, tensos, sintiendo que algo no estaba bien.

El viento cambió de dirección. Era un susurro helado, como un presagio.

Entonces lo escuché: un crujido de ramas. Un roce de pasos.
Antes de que pudiera dar la alarma, las sombras atacaron.

Flechas encantadas silbaron en el aire, atravesando las defensas externas. Guerreros caían sorprendidos, apenas despertando de sus sueños.
Vi a Isabela, vestida de negro como una pesadilla hecha carne, liderando el ataque con una sonrisa cruel en los labios.

Pero lo peor no fue eso.

Lo peor fue ver a uno de los nuestros —un joven guerrero llamado Eren, que había sido rescatado semanas atrás— abrir en secreto una de las puertas secundarias del campamento, permitiendo la entrada de los enemigos.

La traición ardió en mi pecho más que cualquier herida.

—¡Eren! —grité, horrorizada.

Él vaciló un segundo, atrapado entre la culpa y el miedo... pero la decisión ya estaba tomada. Se perdió entre las sombras, huyendo como un cobarde.

La batalla se encendió a nuestro alrededor.
Era ahora o nunca.

Cerré los ojos, recordé la fuerza que había despertado en la Montaña del Eco, y dejé que la magia fluyera.

El campamento se iluminó con una luz azulada, una barrera protectora que me costó cada gramo de energía levantar... pero no permitiría que Isabela ganara esa noche.

No mientras yo respirara.




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