La princesa sin reino

Capítulo dos

Borgoña era considerado como uno de los países más pequeños. Los días es ese país eran grises, la mayoría de año llovía, pero con todo y eso la dinastía había perdurado más que en otros países y hasta el momento era el país más seguro, eso sin contar las excelentes relaciones con países más poderosos.

 –Majestad– dice uno de los principales consejeros del rey Anthony inclinado su cabeza levemente. –Le traigo noticias del reino de Roznok.

–espero que sean buenas, Robert– responde el Rey observando a su consejero con aburrimiento.

–Me han llegado rumores de que el Rey de Roznok está buscando esposa. – Comenta el consejero con algo de cautela porque lo que diría a continuación no le agradaría al Rey– El señor Giovanni y yo hemos visto que sería provechosa la unión entre el Rey de Roznok y la princesa…

–absolutamente no. –interrumpe el Rey Anthony–No pienso casar a mi hija con ese imbécil.

–Pero majestad, me parece necesario si es que deseamos mantener la paz entre Roznok y nuestro pueblo.

Anthony rasco su cuero cabelludo, miro hacia la nada y recordó esos pequeños e insignificantes países que conquisto el joven Rey Jasper I, aunque después se le vino a la mente otros dos países grandes, ricos y que se podían considerar poderosos.

Anthony tenía riqueza y contactos, pero no tenía poder militar por lo que si el Rey Jasper amanecía un día con la idea de conquistar Borgoña Anthony no podría evitar la inminente conquista.

–Debe haber otra candidata dispuesta a soportar a ese cretino– murmuro el Rey– ¿Quién sería tan tonta en aceptar una propuesta así?

El consejero por su parte veía a su rey, llevaba algunos años trabajando para él y en poco tiempo Robert se dio cuenta de que era una persona chapada a la antigua, nadie podía contradecirlo y estaba dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de que su familia siguiera gobernando Borgoña.

–Buenos días, majestad. –  El consejero volteo hacia la puerta del despacho y se encontró con una joven de grandes ojos azules, de estatura media y con un largo y chino cabello oscuro. –Disculpe llegar en mal momento.

La joven se mostraba avergonzada de interrumpir a su majestad y no era para menos el rey solo dejaba interrumpir en su despacho a pocas personas ¿Quién sería esa joven y por qué podía entrar con tanta confianza en el despacho de su majestad?

–No interrumpes nada querida– respondió el Rey inmediatamente viendo a la joven con una sonrisa un tanto siniestra. –Dime ¿qué sucede?

–Un vehículo se viene acercando, suponemos que es la princesa Antonia –respondió la joven viendo hacia sus zapatos.

–Adelántense, en un minuto voy.

El Rey y su consejero observaron como la joven hacia una reverencia y finalmente salía por la gran puerta de madera. El Rey dejo su vista fija por donde salió la joven de cabellos oscuros, de repente se le ocurrió una idea y miró fijamente a su consejero.

–Mi esposa está preparando una cena por la llegada de mi hija y mi suegra– dijo el Rey con una pequeña sonrisa–hazle llegar una invitación al Rey Jasper y encárgate de que confirme su asistencia.

–Claro majestad.

 

Afuera del castillo se encontraban los sirvientes principales, la joven Luana y los reyes de Borgoña, estos últimos tres entusiasmado por la llegada de la joven princesa.

Antonia bajo con elegancia el vehículo negro, sus cabellos rubios danzaban al compás del viento que azotaba borgoña, pero esto no le impidió sonreír hacia sus padres y su querida prima.

 –Oh Luana cuanto tiempo– saludo la princesa a su prima después de haber abrazado a sus padres. –Te he echado de menos.

–Yo también Tony– contesto Luana sonriéndole cariñosamente a la rubia– te ves hermosa.

–Muchas gracias, el sol de Loren me ha pegado bastante bien– contesto Antonia sonriendo y haciendo un ademan con su cabello– pero tú no te quedas atrás querida, te ves preciosa seguramente traes a los guardias locos por ti.

–Eres muy amable, gracias– agradeció Luana con las mejillas sonrosadas y recordando ciertas miradas de algunos jóvenes guardias.

–Muero de hambre y quiero darles las cosas que les compre a ti y a mi madre– anuncio Antonia tomando de la mano a Luana y a Dagma. – ¡Vamos!

Y gracias Antonia era que el oscuro castillo se iluminaba y se llenaba de risas y júbilo.

Las tres mujeres pasan un rato agradable viendo los vestidos que había adquirido Antonia y comentando chismes que si había conocido algún duque o algún plebeyo guapo. Lamentablemente la Reina Dagma tenía que cumplir con sus labores y abandono con pesar a su querida sobrina y a su adorada hija.

– ¿y bien? – cuestiona Antonia a Luana una vez que se quedaron solas.  Luana mira con confusión a su prima y esta enseguida añade– ¿Qué ha pasado entre mi hermano y tú en el tiempo que he estado ausente? ¿Algún avance?

–Tony ya habíamos tenido esta conversación– Luana se alejó de su prima y se sentó en la orilla de la ventana donde dio un suspiro viendo a los jardines– somos primos.

–Políticos, primos políticos– contradijo Antonia– no es considerado pecado, mi hermanastro es guapo y tú eres hermosa ¿Qué más puede pedir el tonto?

–Tu hermano será rey.

–Y tú eres una princesa, no lo olvides. – Antonia se acerca a Luana y toma a su prima de las manos tratando de infringirle valor.

–Una princesa sin reino. –Contesta Luana con los ojos llorosos– Andrew necesita algo más y no creo que tu padre lo permita.

–por favor, mis padres estarían encantados de que Andrew no se case con una cazafortunas.

–Pero…

Las chicas interrumpen su plática en cuanto escuchan un par de golpes en la puerta de madera, Antonia permite el paso de la persona al otro lado y seguido de eso un joven rubio y de grandes ojos verdes se asoma a la habitación.

– ¡oh Andrew! – Antonia corre hacia su hermano y Luana observa como ambos comparten un gran y efusivo abrazo. –Cuanto te he extrañado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.