La princesa sin reino

Capítulo veintiocho: Borrachos y dibujos

Sus nudillos estaban tan blancos de la fuerza que aplicaba en su tenedor que el señor Fayol pensaba que la reina llegaría a doblar aquel utensilio.

Los asistentes en la cena conocían el nuevo rumor, nadie decía nada pero más de uno miraba a los reyes de Roznok con curiosidad, algunos como la abuela Alice se enfocaba más en su nieta pero otros solo podían preguntarse si el honorable y temible rey había sido capaz de engañar a su esposa en su propia casa.

Definitivamente Luana estaba harta de todo y de todos.

La miraban con lastima y otros con burla, aunque había cierta mirada por parte de cierto príncipe que la inquietaba demasiado.

Y lo peor es que la protagonista de los rumores se encontraba en la cena a unos cuantos asientos de su esposo, estaba dolida y enojada pero dichas emociones eran más dirigidas hacia Jasper, claro había cierto resentimiento hacia la mujer pero no tanto como a su esposo.

Jasper no le dirigía la mirada a la morena pero en cambio Verónica sí que le llamaba insistente con ciertos gestos que solo ellos conocían, pero nada funcionaba con el rubio.

–He escuchado que se van mañana– comento Dorian rompiendo con la tensión en el comedor. – espero que tengan excelente viaje majestades.

Luana supo leer los gestos del príncipe y lo único que pudo notar fue la satisfacción de la tensión en aquel comedor y eso le molesto demasiado.

–Gracias príncipe Dorian. –Agradeció el rey con seriedad– Aunque solo nos vamos mi padre, la señorita Verónica y yo, mi esposa se queda y me alcanzara en Raisen.

Dorian arqueo sus cejas al saber aquella información. Al parecer los Dioses y el destino estaban de su parte ya que tendría la oportunidad de enmendar sus errores con Luana.

–En ese caso le deseo un buen viaje–dijo Dorian solemnemente– Y no se preocupe no le faltaran distracciones a la reina.

Jasper miro con frialdad al príncipe y solo pudo apretar sus dientes.

–Claro, mi esposa tiene muchas actividades por realizar.

Mientras la susodicha solo se dedicaba a ignorar a los machitos que solo buscaban ver quién era el dueño de Luana aunque solo ella podía saber lo enojada que se sentía por dentro, eso sin contar la preocupación hacia Aron brillaba por su ausencia.

El viejo Dumas observo el semblante de su nieta y la alegría lo invadió, incluso tuvo que tomarle a su copa de vino para esconder su sonrisa porque sí, aquel semblante de la reina era lleno de enojo y un tanto decepcionado de que su príncipe azul no fuera tan perfecto como siempre se lo pintaron.

–Disculpen la intromisión a su debate– hablo Luana por primera vez en la cena, su voz salió fría y se dirigió más hacia su esposo y Dorian– Pero me siento indispuesta, provecho y disfruten la cena.

Los asistentes se levantaron en cuanto vieron levantarse a la reina quien no miro a nadie y solo se dirigió hacia la salida con la poca dignidad que le quedaba.

Luana llego a su habitación y se quitó el vestido, se desmaquilló y se quitó el glamuroso peinado que le había hecho Ariana, cinco minutos después estuvo acostada, con millones de sentimientos negativos rondando en su cabeza que no la dejaban dormir.

Una hora después llego Jasper a la habitación, se quitó su ropa y se acostó al lado de su esposa, quien sabía de antemano que solo tenía los ojos cerrados, la conocía y sabía que los rumores sobre él y Verónica la traían alterada.

En su defensa no había tenido sexo con Verónica, respeto su matrimonio y alejo a la mujer de su cuerpo, aunque al parecer los ojos curiosos solo contaron la mitad de la escena.

Una cosa tenía claro, debía hablar con su esposa porque no podía irse del palacio sin arreglar la situación, el problema radicaba en que su esposa parecía no estar abierta hacia el dialogo.

–Sé que no estas dormida–comento Jasper rompiendo el mutismo en la habitación–sé que quieres evadir el tema y que estas reacia a hablar conmigo pero te aseguro que todo tiene una explicación.

–No quiero tus explicaciones–susurro Luana.

El corazón del rey se encogió al escuchar la voz fría de Luana y solo pudo soltar aire y maldijo a su suerte internamente.

 

Los pasillos del palacio estaban desiertos, las luces se encontraban apagadas, la luz de la luna se filtraba por los grandes ventanales y los habitantes de la corte estaban en un profundo.

Los guardias de la puerta no habían notado nada extraño hasta el momento en que cierto duque e invitado arribó en la reja del palacio de Roznok.

-buenas noches señor Rudded–dijo uno de los guardias con respeto aunque pudo ver, al igual que sus compañeros, como el duque se tambaleaba de lo borracho que se encontraba.

–sí, si buenas noches– decía Aron arrastrando la letra “s”.

Aron entro ignorando las miradas cargadas de desagrado por parte de los guardias, el duque ya suponía lo mal que se veía porque de esa misma manera se sentía aquel día.

Otro año, otro mes, otro día sin estar con ella.

El duque de Rudded finalmente entro en el palacio de Roznok aunque es su mente maquinaba cosas en su contra porque repentinamente se veía entrando aquel día tan especial al palacio de Aldruan, su traje inmaculado con un par de medallas en su pecho para presumir su posición en aquel país, recordaba perfectamente la sensación cálida en su pecho al notar el brazo de su esposa enganchado al suyo, la recordaba con su esplendoroso vestido cándido y en aquel momento se había sentido el hombre más dichoso.

Todo lo contrario a lo que era ahora, un pobre duque que no tomo las mejores decisiones para su familia y la de su esposa, un hombre que buscando su felicidad termino por arruinar un reino entero y lo peor que vivía y dependía del cobijo de la sobreviviente a la masacre y a su esposo, otro infeliz ambicioso.

Al final no importa tener palacios, riqueza o poder cuando no tienes con quien compartir tu felicidad.




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