La princesa sin reino

Capítulo treinta y ocho: La llave de Aldruan

Verónica se aplicó labial rojo en su boca y cuando terminó se analizó frente al espejo, aquella mañana vestía con una blusa negra entallada al cuerpo, una falda negra de tubo que acentuaba sus perfectas curvas y por último accesorios dorados. Su cabello oscuro iba suelto en ondas y supo que iba perfecta para la reunión.

Verónica era una mujer fuerte, inteligente por algo su puesto como consejera de guerra, había llegado más lejos que cualquier mujer y sin necesidad de ser una princesa, claro su familia tenía dinero, pero ella había luchado arduamente para llegar hasta donde esta, además nunca le había llorado al rey Jasper.

–Ufff tengo una vista perfecta– Verónica giró sus ojos al escuchar el comentario de Brandon– Aunque te prefiero desnuda.

La mujer se giró y miro ceñuda a Brandon, quien aún estaba acostado y con solo una sábana cubriendo su cuerpo. Verónica no pudo evitar mirar su abdomen tonificado y sus brazos morenos.

–Eres un idiota– respondió Verónica pensando cómo había terminado en la cama de Brandon, aunque tenía que admitir que era bueno en la cama– Levántate o llegaremos tarde.

–Eres la amargura andando.

Brandon resopló cuando se levantó de la cama, pero sonrió al ver como Verónica se lo comía con los ojos.

–¿ves algo que te guste, preciosa?

–Nos vemos en la sala del consejo– dice Verónica después de soltar un gruñido.

Verónica caminó por el palacio como si fuera su casa y es que así la consideraba porque desde joven fue muy amiga de Jasper y por ende se quedaba muchos días en aquel palacio o al menos eso fue antes de que llegara la princesita pordiosera y la situación empeoro cuando la reina le dijo a Jasper, su mejor amigo, que ya no la quería ver en el palacio.

Decir que se había ofendido era quedarse corto, aunque en cierta parte comprendía a la reina, a ella tampoco le hubiera gustado saber que su esposo tuvo sexo con su amante en la sala del trono.

Verónica sonrió cuando paso al lado de un grupo de sirvientas y empezaron a murmurar, el que nada debe, nada teme y créanme cuando les digo que Verónica no conocía el arrepentimiento y de lo único que se lamentaba era de que aquel día en la sala del trono fue rechazada vilmente por Jasper.

–Buenos días, Ronnie– la saludó el anciano Casio, el consejero de asuntos exteriores.

–Buenos días señor Casio ¿Cómo se encuentra? – preguntó Ronni hacia el anciano quien le sonrió con cariño fraterno.

–Cada día más viejo, mi querida Ronnie– respondió el anciano con carisma, Verónica engancho su brazo al del anciano y juntos se dirigieron a la sala del consejo. –Mis informantes me han dicho sobre los hermanos de la reina.

La joven giró sus ojos recordando la escena que hicieron en la noche anterior, que horror, cada día el palacio parecía guardería o en su defecto un hotel. Verónica no podía recordar en qué momento el palacio se llenó de la familia de la reina Luana.

Tanto ruido, tantas personas, ella nunca hubiera permitido tener a tanta gente en el palacio, pero claro ella no era la reina.

–Ni me lo recuerde. – susurró Verónica llena de fastidio.

–dicen que su hermana es reina de Raisen. – insistió el anciano.

–Más que reyes parecen niños– dice Verónica– Lo positivo es que tenemos el completo apoyo de Raisen.

–Eso sí que es una gran ventaja– dijo Casio asintiendo con aprobación– Parece que no nos equivocamos con ese matrimonio.

–Estoy segura que había más mujeres en esa lista– murmuro Ronnie con rencor.

–Jasper necesitaba una princesa, no una guerrera– dijo Casio con lastima– Y tú lo sabes, Veronica.

–No me lo recuerdes.

Finalmente, ambos entraron a la sala del consejo, la cual consistía en una habitación oscura, decorada con grandes ventanales, un techo con dos candelabros blancos y en la pared de izquierda estaban tres esculturas humanas de oro puro. La mesa era de mármol negro y las sillas eran acolchadas de un tono gris, antes se decía que aquella sala era la habitación más oscura y la favorita del rey.

Adentro ya se encontraba el señor Miller, consejero económico y el señor Kavanagh quien fue elegido por el pueblo.

–Buenos días, señores– saludó Casio tomando asiento al lado de Miller mientras que Verónica se sentó frente a Kavanagh.

–Señor Casio, un gusto verlo tan sano– dijo Kavanagh con burla– Señorita Ricci usted siempre tan hermosa.

–Señor Kavangh guárdese su hipocresía para cuando llegue el rey– lo detuvo Verónica quien detestaba aquel hombre.

 

Minutos después llegó Brandon acompañado por el rey Jasper, este último se sentó en la cabecera de la mesa y Brandon a su lado derecho.

–Gracias por acudir a mi llamado señores y señorita Ricci– dijo Jasper después de un momento–Como bien sabemos Aldruan está en su apogeo invernal pero pronto llegará la primavera y quiero que estemos preparados para la invasión. Brandon te cedo la palabra.

–Gracias, majestad– dijo Brandon– Como bien sabemos, la reina Luana obtuvo el apoyo de los reyes de Raisen, incluso el rey ha prometido lealtad al rey Jasper y un numero generoso de tropas y armas, además claro del paso libre hacia Aldruan.




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