La princesa sin reino

Capítulo cuarenta y nueve: Impulsivo

Había pasado una semana desde Verónica se había ido. Jasper había pensado que tardaría menos esa misión, pero a su amiga y consejera le gustaba hacer las cosas bien, eso era lo que él pensaba al no tener noticias de ella, él prefería que tardara todo lo que quisiera siempre y cuando tuviera excelentes resultados.

Mientras tanto él tenía tiempo de idear un plan para que su esposa no pegara el grito en el cielo ante el ataque hacia su familia.

Luana estaba ajena a todas las preocupaciones de su esposo, como dirían por ahí “la ignorancia era la felicidad”.

–Cuando recuperemos Aldruan quiero que me devuelvas mi título de gran duquesa– comentó Briseida cuando tomaba un té con su hermana en la comodidad de su habitación.

–pero si ya eres reina– dijo Luana– Gran duquesa no cambia mucho las cosas.

–Claro que las cambian– dijo tomando de su té–Quiero que mis hijos puedan ser herederos de Aldruan y para eso necesito mi título.

–Pero…

–aun no tienes hijos, Luana y según la carta que me envió la abuela, tendrás hijos hasta que te cases con Dorian así que… hay que asegurar el trono y la estabilidad.

A Luana se le revolvió el estómago ante ese comentario. Su abuela ya estaba con sus ideas y lo peor era que había involucrado a su hermana.

–No quiero casarme con Dorian, Bri– dijo Luana con firmeza.

–Bueno, a veces no obtenemos lo que queremos. –Briseida se encogió de hombros con cierta lastima– Además como mujeres, siempre nos vamos con el mejor postor.

–¿Por qué las cosas son más difíciles para mí?

Briseida quiso discutir eso, porque a ella siempre la dejaban de lado y la primera siempre era Luana y al parecer siempre seria así.

–Bueno, eso pasa cuando eres la favorita de la abuela y eres su principal pieza de ajedrez– contestó Briseida tomando su té con suma elegancia, propia de una princesa de Aldruan. – Ve haciéndote a la idea. – Briseida desvió sus ojos hacia la ventana y vio como llegaban una serie de vehículos con los escudos de Borgoña, si sus informantes tenían razón, la consejera de guerra había regresado de la colonización del reino del tío Anthony. –Oh mira parece que Antonia ha decidido visitarte.

Luana se levantó de inmediato de la silla y corrió a la ventana donde vio una serie de vehículos entrar a los territorios del palacio.

–¡Que maravillosa sorpresa! Sera mejor que vaya a recibirla– dijo eufórica de ver a su prima favorita–¿Cómo me veo? Espero no estar tan desarreglada.

–Te ves preciosa, hermanita– afirmó Briseida sospechando lo que encontraría cuando recibiera a esas personas– Corre con Antonia en un momento te alcanzo.

Luana salió eufórica de su habitación. Su vestido morado volaba por la velocidad a la que iba e intentaba no chocar con nadie. Se encontraba emocionada quería ver a su querida prima, esa chica loca que siempre la había aceptado tal cual era con todos sus defectos y cualidades.

–¡Hey! –exclamó Aron cuando choco con su cuñada–¿A dónde con tanta prisa?

–¡Antonia está aquí! – gritó sin detenerse.

Aron negó con la cabeza y se deleitó de la alegría que rebosaba su cuñada, muy pocas veces se conseguía ver a un Radcliffe con tanto entusiasmo.

Finalmente, Luana llegó al recibidor del palacio y cuando los guardias la miraron abrieron la enorme puerta de madera oscura, dejando ver a las personas que salían de los carruajes de Borgoña, no obstante Luana solo veía soldados de Roznok, una de ellas Verónica Ricci, nada de Antonia.

–Majestad– murmuraban con seriedad los soldados que entraban al palacio, incluso algunos evitaban mirar en su dirección, lo cual se le hizo raro.

–Reina Luana– saludó Verónica haciendo una inclinación cuando estuvo a su altura.

–¿Qué ha pasado, señorita Ricci? – inquirió preocupada– ¿Por qué llegan en vehículos de Borgoña? ¿La princesa Antonia no viene con ustedes?

Verónica no pudo sostenerle la mirada.

–Es mejor que el rey le explique la situación.

–Tu eres la que viene en esos vehículos. Exijo que me lo expliques– demandó con algo de enojo.

–Vera majestad…– Verónica no pudo continuar porque un grito ahogado salió de la boca de Luana quien veía más allá de la consejera de guerra. Ricci volteo a ver que pasaba y se preocupó de la escena que iba a enfrentar Luana– Será mejor que vaya a su habitación.

Pero la reina no la escucho. Observó a unos soldados llevar en una camilla a Andrew recostado. Los soldados se detuvieron en cuanto vieron a la reina acercarse a ellos y lo pusieron en el suelo.

Se acercó con rapidez a la camilla donde llevaban a su primo Andrew, su cerebro no podía aceptar lo que sus ojos veían; sus labios delgados, pálidos y agrietados, su cabello rubio estaba en completo desorden. Luana soltó un jadeo mientras se arrodillaba junto al cuerpo y noto de inmediato el corte mortal en la garganta de su querido primo, parecía que el arma no había estado con suficiente filo porque había numerosos cortes, seguramente el joven había sufrido en sus últimos instantes de vida.




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