La princesita del Ceo

Capítulo 4: ¿Víctima o cómplice?

Fui hasta la casa a hablar con mi hermana, entré a su habitación enojado sin ni siquiera tocar. Ella estaba despierta esperándome.

—¿Entonces? —cuestionó.

—Ese hombre es un maldito manipulador. Tiene un video tuyo y de él... — continué pasando la mano por mi rostro lleno de rabia—Avá ese hombre es una mierda de persona.—dije y ella abrió grande los ojos.

—¿Un video?—cuestionó asustada, sus manos temblaban un poco.

—De ustedes haciendo el amor. Lo olvidaba, ya no hablo con una niña...

—No puede ser—sorprendida se cubrió los labios.

—¡Te utilizó! —grité—Es lo único que ha hecho, utilizarte, te grabó y te embarazó a propósito. Quiere que me case con su hija y que le inyecte capital a su empresa en ruinas. Que compre acciones a precio normal de una empresa en quiebra. Te dolerá escucharlo, pero tú y su hija valen lo mismo para él: nada. Solamente las está utilizando para salir de la quiebra. —terminé diciendo y se echó a llorar.

—No puedo con esto. Juro que si se filtran esas imágenes, acabo con mi vida. —pronunció.

—Eso no pasará—exclamé—el día de la boda firmaremos un acuerdo: si por alguna razón algunas imágenes íntimas tuyas se llegan a filtrar, te dará el 60 por ciento de las acciones de su empresa y por lo visto, el dinero es lo único que le importa a este tipo. Me casaré un año con su hija, luego me divorciaré y espero que tú hagas lo mismo. Porque un hombre así no vale la pena. Te juro que nada le faltará a tus bebés—dije poniendo la mano sobre su vientre.

—No le digas nada a nuestro padre, te lo ruego —imploró llorando. Mi padre la mataría si sabe que está embarazada de un hombre que está en la ruina y que además tiene un video de ellos teniendo intimidad. Cosa que también desacreditaría a nuestra familia y nuestra empresa, no solo sería una deshonra, sino que también afectaría el negocio familiar.

—No lo haré. No hables más con él —dije quitándole el teléfono. —Hasta el día de la boda no hablarás con ese viejo manipulador que solo te utiliza—exclamé saliendo de su habitación.

Avá cerró la puerta cuando salí y sacó un teléfono de la última gaveta de su almario, bajo un bulto de ropa:

—Cielo—respondió Baruch la llamada.

—Hice todo lo que me pediste. Todo salió bien—pronunció Avá.

—Todo perfecto. Ni siquiera sospechó de tu embarazo. Nos casaremos en tres meses, no lo olvides, serás mía para siempre y me ayudarás a salir de la ruina. Siempre te estaré eternamente agradecido de todo lo que has hecho por mí.

—Te amo. Haría cualquier cosa por ti —respondió Avá y Baruch colgó la llamada sonriendo feliz.

—Niña tonta—murmuró poniéndose de pie y mirando por la ventana.

**************

Al día siguiente fui a la oficina y decidí hacer todo del modo más fácil: romperle el corazón a Elena. Tenía claro que si solo la terminaba, ella iba a buscar un porqué, me amaba tanto como yo a ella y entonces me di cuenta de que la única manera de que me olvidara y siguiera con su vida era ser cruel con ella.

—Buenos días —dijo entusiasmada sonriendo al entrar a la oficina—. Tengo algo que decirte.

—Buenos días Elena—la interrumpí extendiéndole su carta de despido.

—¿Qué es ... —preguntò sin entender qué sucedía.

—Tu liquidación, estás despedida —la interrumpí frívolamente y su rostro cambió totalmente como era de esperarse.

—¿Es una broma, verdad? —

—No. Me caso en tres meses Elena y como podrás darte cuenta, tu cercanía solo significaría un grave peligro para mi matrimonio.

—Nosotros... —Intentó hablar y la interrumpí, su cara de dolor y decepción me rompían el corazón, pero me parecía injusto asfixiarla con mis problemas, me parecía injusto pedirle que esperara un año por mí, quizás me estaba equivocando, quizás más tarde me iba a arrepentir, pero fue la única solución que encontré en ese momento.

—¿Nosotros? —pregunté con sarcasmo, tenía que parecer real, tenía que hacer que me odiara, era la única forma en la que se olvidaría de mí—. Nunca hubo un nosotros, Elena. No pensarías que iba a casarme contigo, ¿verdad? Desde el principio te dejé claro que no quería nada serio —exclamé y se hizo un silencio aterrador, no dijo nada, no lloró, ni reclamó, ni mucho menos me insultó, simplemente tomó el papel y se marchó, cada paso que daba alejándose de mí desgarraba mi corazón. Que se fuera de esa manera solo me dejó claro una cosa: era un hasta nunca, después de ese día Elena jamás volvería a mirarme con ojos de amor.




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