Cayendo, cayendo a los abismos más profundos de la tierra donde reinan las sombras más oscuras y tenebrosas; hacia allí había sido arrojado e iba cayendo en picada. Sin alternativa, sin posibilidad de salvación alguna. Jamás creyó que su propio hermano lo traicionaría de esa forma.
La angustia por sus seres queridos era mayor a la que sentía por su propia desgracia. Pensaba en su amada esposa y en su querido hijo, ambos estarían en las garras de su traidor hermano. Pero ¿Qué podría hacer él? ¿De qué forma remediarla tal situación?
El frío congelante de sus entumecidos músculos iba extendiéndose hacia cada extremidad del cuerpo. Del interior de su alma surgía un frío helado que lo destruía por completo al sentir la angustiante agonía por saber que su familia quedó atrapada en la trampa de su hermano.
Y lo peor era que todos creerían que se trataba de su persona ya que él y su hermano eran gemelos. ¿Quién pensaría que era el otro? Si todos lo creian muerto ya, él mismo cometió ese error.
No encontraba nada a lo cual aferrarse ni sostenerse, nada en lo absoluto. Su corazón latía como un tambor, parecía como si quisiera escaparse del pecho provocándole inmensos dolores físicos. ¿Cuánto tiempo había transcurrido? Lo ignoraba.
Podrían ser días, meses o años. Allí no existía el tiempo ni siquiera el espacio. Oscuridad y vacío. Solo había oscuridad y un profundo vacío ¿,Había algún fondo sólido al cual llegar? Tampoco lo sabía a ciencias ciertas.
Aún recordaba el momento en que fue arrojado allí. Era mediodía cuando recibió la misteriosa carta en la cual le solicitaban su presencia en la profundidad del bosque.
El emisor comentaba que había encontrado una pista sobre la misteriosa muerte de Fabricio, su gemelo. Jamás habría acudido a la cita de no haberse tratado de su mejor amigo. Pero reconocía que le causó desconcierto la hora y el lugar del encuentro.
Suspiró hondo y tras guardarse la carta en su bolsillo salió de su despacho. Vió a su hijo reír de un chiste que el mayordomo le hubo contado. Lo saludó y estrechó en brazos con fuerzas
¿Cómo saber que aquella sería la última vez que lo vería y abrazaría? Le complacía ver la admiración que su hijo sentía por su persona reflejada en aquellos brillantes ojos turquesas.
Vió a su amada esposa reír mientras cultivaba las rosas del jardín, la abrazó por detrás con ternura. Ella posó su cabeza en el hombro de su marido mientras una luminosa sonrisa se le dibujaba en el rostro.
Amaba su familia, era realmente felíz junto a los dos y nunca pensó tener que alejarse de ninguno. Pero lo cierto fue que acudió a esa misteriosa cita, tontamente se dirigió al bosque solo y sin decir nada a nadie.
Pero si tenía que pensar en algo a su favor valía decir que él realmente confiaba en su mejor amigo y quería averiguar más detalles sobre la muerte de Fabricio.
Llegó al lugar indicado y en cuanto vió a su amigo lo supo todo, pero fue demasiado tarde. No podía regresar.
— Lo lamento Fernando — escuchó decir a su amigo — Pero hubo grandes cambios
Detrás de uno de los árboles vió aparecer a Fabricio ¡Vivo! El asombro lo enmudeció, su gemelo le entregó una bolsa llena de monedas de oro y su amigo se marchó inmediatamente dejándolos a ellos solos.
Fabricio lo miró con ira y maldad, ya no era aquel que recordaba. El Fabricio risueño y gentil había muerto y ahora a quién tenía frente suyo era alguien movido solo por instintos asesinos.
— ¿Cómo fue posible que...?
— ¿Viva?
— Si
— Simple hermano, sobreviví
— Fabricio ¿Qué te ocurrió? ¿Por qué no volviste a casa si estabas vivo?
Como única respuesta él extendió su mano e inmediatamente sentí cómo la tierra temblaba bajo mis pies. Detrás mío se fue dividiendo formando una oscura grieta
— Ocuparé tu lugar Fernando — dijo Fabricio - Seré tú...en cuanto a tí...tendrás el peor de los destinos hermano — no podía creer lo que oía — Caerás en las profundidades de la tierra donde no hay más que sombras y vacío
Una poderosa fuerza invisible me empujó y arrojó a la prisión oscura donde en estos momentos me encuentro.
Ví con mis propios ojos cómo se cerraba el hueco, ahora sobre de mí quedándome encerrado en esta oscura prisión de tierra. Desde ese instante estoy cayendo en la más siniestra oscuridad sin conseguir tocar fondo. Mi familia era lo único que me mantenia en la cordura impidiéndome caer en la locura total.
Ayuda. Necesito ayuda. Que alguien se apiade de mí y me liberé de esta prisión. Por favor. Que alguien me ayude. En aquel preciso instante una luz surgió en medio de la nada y fue acercándose a mí lentamente, en ese momento sentí que iba deteniéndose lentamente también.
Una voz profunda retumbó en aquel vacío oscuro proveniente del interior de aquella luz enceguecedora que fue envolviéndome a su vez. Cuando al fin me detuve supe que se trató a la aparición de esa luz intensa y no por llegar al fondo ya que en ese sitio no había tocado nada sólido aún.
Esa voz me ofreció su ayuda para salir de allí, pero a cambio solicitaba mis servicios para realizar algunas cosas. Se trataba de la voz de una mujer, pude notarlo al oír sus palabras retumbar a mi alrededor.
¿Qué podría decir? No tenía forma de escapar de esa prisión por mi mismo. Tenía que acatar sus deseos si quería regresar a la luz y recuperar mi libertad.
— Trato hecho — exclamé resignado ya que intuía que pasaría tiempo antes de reunirme con mi querida familia — Ayúdame y haré lo que me pidas
— Bien — la luz me envolvió llevándome lejos de ese lugar.
Mis músculos fueron entumeciéndose y mis párpados ya no podían seguir abiertos. Así caí en un profundo sueño.