Elena permanecía sentada junto a la ventana mirando el solitario camino que se extendía frente suyo. Solitario y desolado. Soñaba con la llegada de su misterioso príncipe de lejanas tierras en busca de su amada princesa, o sea de ella, con quién compartiría la eternidad colmándola de dichas.
Pero su príncipe nunca llegó y ella enfermó de pesar, cayendo en los abismos profundos de la desolación. Una tarde de abril murió en su lecho solitario y lúgubre dando así su último suspiro. Pero algo extraño ocurrió, en vez de ascender al paraíso su alma se dirigió hacia otro sector.
Extraño y misterioso ese lugar mezclaba la luz con la oscuridad ¿Cuánto tiempo permaneció allí? No lo sabía pero lo cierto era que no sintió transcurrir el tiempo. Y cuando llegó el momento de salir lo supo enseguida. Escuchó las suplicantes palabras de alguien que caía en los abismos oscuros de las profundidades de la tierra
Ayúdenme
Aquella palabra estaba colmada de angustias profundas y pesares. Elena no pudo hacer oídos sordos y salió al instante con su luz e iluminó al jóven que caía sin César. Le formuló unos pedidos puntuales a cambio de sacarlo de allí.
Elena sentía que antes de dejar definitivamente este mundo había cosas que debía hacer y con la ayuda de ese jóven lo conseguiría. Cuando él se comprometió a colaborar con ella recién lo envolvió con su luz incandescente y lo alejó de aquellos oscuros y profundos abismos llevándoselo de regreso a la luz de la tierra donde habita él.
Tenía en mente el primer pedido pero antes lo dejaría descansar ya que se veía que estaba bastante exausto.