Cuando su conciencia fue regresando, él lentamente fue abriendo los ojos y despertando. Se encontraba en una habitación amplia cuyos decorados majestuosos adornaban el ambiente. La voz de una mujer lo envolvió, no tardó en percatarse que se trataba de la misma voz que lo sacó de semejante prisión donde su oscuro hermano lo hubo confinado. La habitación era lujosa y deslumbrante. Mucho más amplia de lo que él estaba acostumbrado a ver en una habitación.
La jóven se dejó ver al descorrer las cortinas de las ventanas y permitir que la luz la envuelva completamente. Ella era la muchacha más hermosa que hubo visto, su dorada cabellera brillaba de forma incandescente, su turquesina mirada irradiaba dulzura y poder a su vez, más aquella espectacular belleza era una peligrosa combinación.
Vestía sedosos vestidos blancos que se adherían a su esbelto cuerpo resaltando lo aún más. Su respiración descubría más aquellos redondeados pechos que permanecían semiocultos bajo el profundo escote de su vestido. De piel blanca lozana como el mármol parecía ser muy suave, sus rasgos faciales eran angelicales. No parecía tener más de 17 años de edad. Fernando jamás había visto una mujer tan hermosa, el solo contemplarla hacia que se olvidara de su esposa. Pero la razón se impuso al fin anteponiendose a sus deseos carnales. Él no era esa clase de personas después de todo. Obligándose a regresar a su trágico presente, el jóven desvío la mirada para serenarse.
Elena, por su parte, contempló a su servidor con gran placer. Su oscura cabellera leonina le daba cierto encantó, contrastaba con su blanca piel haciendo resaltar su turquesina mirada. Todo él despedía virilidad. Sonrió para sus adentros al saberlo bajo su poder, no necesitó mirarlo al completo para saber que tenía un físico único. Muy varonil. ¿Podría tratarse de su príncipe? ¿Quién sabe? Pero lo averiguaría.
La turbación que causó en su espectador la dejó complacida y satisfecha consigo misma. Sus miradas volvieron a cruzarse para seguir provocándole estragos a Fernando y placer a Elena. Fue ella quién rompió el silencio al decirle:
- Te liberé de tu prisión y tú a cambio prometiste ayudarme
- Así es - la voz de él era metálica debido a los esfuerzos que hacía para contener el impulso de saltarle encima y estrecharla entre sus brazos ¿Qué le estaba pasando? Él jamás fue así ¿Por qué tenía semejantes reacciones? ¿Qué tenía esta muchacha que lograba despertar sus bajos instintos? Podría ser su hermana menor además de estar casado y enamorado de su esposa.
- Tu primer trabajo será recuperar mis recuerdos perdidos - ante semejante pedido Fernando dejó de pensar en llevársela a su lecho para mirarla asorado
- ¿Cómo dices?
- Quiero recuperar mi memoria pérdida y solo tú puedes ayudarme a conseguirlo - dijo ella como si hablará de un libro o algún objeto físico y no de algo intangible
- ¿Y cómo se supone que deba hacerlo? - Él se levantó de la cama mientras le formulaba aquel interrogante
- Buscando "El Mar De Los Recuerdos"
- ¿Y dónde está...ese lugar? - cada vez entendía menos
- Te guiaré hasta la puerta donde se encuentra ese lugar - Contestó Elena - Yo no puedo avanzar más allá del umbral
- ¿Por qué?
- Es lo que intento descubrir ¿Qué fue lo que me ocurrió para acabar así? Tan limitada y...sola
Fernando la contempló sorprendido ya que no concebía que una mujer como ella se encuentre precisamente sola.
- ¿Cómo te llamas? ¿Lo recuerdas?
- Elena es mi nombre
- Yo soy Fernando - dijo él besándole la mano - Encantado
- Igualmente
- ¿Cuándo saldremos?
- En este momento
Diciendo aquello ella lo sujetó del hombro derecho y ambos desaparecieron de aquella lujosa habitación.