La Prisión Sin Muros

Prisión de Elena

Elena lo contempló hasta que hubo desaparecido de su vista, sentía una extraña melancolía. Aquel jóven le despertaba extrañas sensaciones misteriosas y no entendía ¿Por qué? La hacía sentirse segura de sí misma y a su vez más poderosa.

Esperaba que tuviese éxito en su misión y volviera con un poco de ese mar ya que de lo contrario estaría atrapada en esa soledad sin esperanza alguna. Había perdido su vida, no quería perder su alma ahora.

Encerrada en una dimensión donde no estaba ni viva ni muerta, aguardando a que otro valiente campeón llegase para rescatarla de las garras de ese monstruo llamado soledad y el olvido, su mejor aliado.

El viento cálido acariciaba su blanca piel, jugaba con su sedosa cabellera y su largo vestido blanco. Se sabía atractiva y muy deseable pero por alguna misteriosa razón se vió forzada a permanecer encerrada en una solitaria casa donde no había puertas y la única ventana tenía barrotes indestructibles.

Solo podía sentarse a contemplar el camino por la ventana a través de los barrotes imaginandose lo que podría hacer estando fuera y en libertad.

Pero llegó un momento en que se durmió y al despertar se encontró en otro sitio, oscuro y solitario también pero diferente. Allí fue donde sintió el llamado de auxilio de Fernando.

Grande fue su sorpresa al intentar ir a su lado y comprobar que podía hacerlo, nada la retenía ya. Fue entonces cuando supo con certeza que debía recuperar sus recuerdos que le fueron arrebatados y que ella jamás podría conseguirlos por sí misma.

Algo o alguien muy poderoso se lo impedía pero ella podría descubrirlo todo cuando Fernando regrese con sus recuerdos.

Sin embargo cabía la posibilidad de que él falle y si eso ocurría ella sería confinada nuevamente al interior de aquella casa sin puertas y con una sola ventana con barrotes quién sabe por cuánto tiempo más.

Cerró sus manos en forma de puños con fuerza, tenía los brazos pegados a su cuerpo ¿Por qué? ¿Por qué motivo ella tenía que padecer aquello? ¿De qué le servía su gran belleza si debía vivir encerrada en una oscura y desolada casa solitaria y misteriosa?

Sentía ganas de gritar de bronca y rabia, ella no podía soportar volver a esa tumba; ya no concebia la idea de seguir enterrada viva. Prefería morir en serio.

Pero la muerte era algo que le estaba velado aparentemente como tantas otras cosas más en su eterna e inmortal vida de juventud continúa.

— Confía — se dijo a si misma — Debes confiar en que todo saldrá bien — diciéndose aquello contempló el interior de la cueva aguardando el regreso de Fernando.

 




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