La Prisión Sin Muros

Bosque De Recuerdos

Fernando sintió que se quedaba sin aliento a la vez que un frío congelante le recorría el cuerpo helandole la sangre misma. El mareo casi lo deja inconciente pero afortunadamente todo sucedió muy rápido.

El aire lo golpeó con fuerza llenándole los pulmones, cuando su visión volvió a él supo que se encontraba en un sitio diferente. Ya no estaba en la cueva sino en un bosque y era de noche, una noche estrellada. Los ruidos del lugar lo envolvían crispándole los nervios  junto al asombro ya que aún seguía un poco turbado.

Él deambulaba sin rumbo fijo por esos oscuros y enigmaticos senderos hasta que su cuerpo llegó al límite. Se desplomó y perdió el conocimiento sumergiéndose así en los más profundos abismos de la inconsciencia.

Volvía a estar en casa, junto a su esposa e hijo. Regresaba a ellos una vez más para contemplar sus alegres sonrisas iluminándoles el rostro. Todo parecía estar en su lugar, como si lo vivido hasta ese momento fuese nada más que un sueño que había acabado. O al menos eso creía él.

Pero la aparición de Fabricio, su gemelo, invadió el lugar oscureciéndolo al completo. Su macabra sonrisa lo desesperaba pero nada podía hacer, era como si lo hubiese paralizado ya que ningún sector de su cuerpo podía moverse.

El grito aterrador de su esposa le desgarró el alma, el tener que verla agonizar tras el feroz ataque de Fabricio comenzaba a desintegrarlo por dentro. La vió llamarlo y dar el último suspiro antes de morir cubierta con su propia sangre. Luego vió a su hijo ser encerrado en una celda estrecha y oscura encadenado de pies y manos.

Cuando Fernando despertó estaba bañado en sudor, respiraba entrecortadamente como si hubiese corrido una maratón. ¿Qué había sido eso?

Volvía a estar en el bosque aunque las estrellas ya no brillaban en el firmamento. La oscuridad resultaba amenazante en aquellos momentos. ¿Había sido solo un sueño? La respuesta llegó del interior de uno de los árboles cuya voz se asemejaba a la de un hombre mayor

— No jovencito, mucho me temo que acabas de ver tu propio pasado familiar. Esa visión ocurrió hace tan solo un par de días atrás. — Fernando sintió un vuelco en el corazón al oír aquello — Tu esposa fue asesinada por tu hermano — Él no podía dar crédito a tan siniestras palabras que estaba oyendo — Quien tuvo un motivo muy fuerte para hacer lo que hizo
— ¡¿Motivo fuerte?! ¡¿Qué clase de motivos puede justificar su acción?! ¡¿Y quién eres tú?!

— Formo parte del bosque de los recuerdos pasados muchacho
— ¿Recuerdos pasados?
— Así es, nosostros los árboles parlantes jamás mentimos.

La desolación lo fue invadiendo hasta el punto de dejarse caer, las lágrimas fueron humedeciendo su rostro hasta enrojecerlo. Cuando no le quedó fuerzas físicas ni lágrimas que verter dejó de llorar.

— ¿Qué me queda ahora?
— Tu hijo, él aún vive
Su hijo, al pensar en él recuperó la  fuerza necesaria para colocarse de pie y recordarse a sí mismo que tenía una misión que cumplir

— Mi hijo — murmuró — Tienes razón
— ¿Por qué la mató Fabricio? 
— Lo ignoro
— Dijiste que tenía un motivo fuerte para hacerlo

— Desconozco los detalles muchacho.  ¿Qué se te ofrecía? Porque calculo que no llegaste a este lugar de casualidad

— El mar de los recuerdos
—  Lo lamento, aquí no existe ese lugar
—¿Cómo podré regresar al sitio donde estuve? 
— Pensando en el lugar donde deseas ir, inmediatamente aparecerás ahí. Pero debe ser un lugar donde estuviste antes y lo conozcas para poder visualizarlo mejor y no haya errores.

Tentando estuvo de pensar en su casa y regresar pero la imagen de Elena lo devolvió a la realidad, además carecía de fuerzas para enfrentar a Fabricio.

Todavía no podría mirarlo a la cara mucho menos enfrentarlo y recuperar su vida rescatando así a su hijo. Suspiró hondo y pensó en el lugar donde veía los tres caminos dividirse.

Desapareció y reapareció en ese mismo sitio instantes después. Ahora podría elegir otro camino.

Miró el del medio y sin pensarlo dos veces fue adentrándose a su interior sin inmutarse de la oscuridad o lo desconocido. Nada tenía sentido para él ya, la muerte de su amada esposa había eliminado todo sentimiento de su corazón.

Solo sentia amor por su hijo y nadie más. Pero en esos momentos era tan solo un autómata que debía cumplir su misión.

 




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