La Prisión Sin Muros

La Puerta De Luz

El azulado camino era más angosto de lo que parecía por fuera. Apenas entraba él en estatura y rozaba sus anchos hombros en las paredes.

En aquel sitio la luz parecía brillar con mayor intensidad que en el anterior. Pero llegó un punto en el que apareció una escalera acabándose en camino.

Esa escalera descendía más abajo de la misma oscuridad. Sin nada más que perder el jóven fue bajando aunque con cada paso que daba parte de sus pensamientos iban quedando atrás.

Cuando llegó a destino Fernando no pensaba en nada, su mente estaba en blanco total. Sus sentimientos se tranquilizaron y ahora tenía una meta más clara.

Llegar al lugar donde estaba su hijo y continuar con su vida. Esa escalera le había arrebatado los malos pensamientos colmados de amargura sobre la muerte de su esposa.

El camino de descenso tenía un toque especial que conseguía modificar sus sentimientos y pensamientos va pesar de sí mismo.

Mucho más sereno llegó al final de aquel extraño camino donde pudo ver una puerta  hecha de luz azúl tan brillante como la luz que iluminaba el camino que dejó atrás.

La puerta media dos metros de altura, un metro de ancho y tenía una forma indefinida debido a que las flamas azules bailaban perdiéndose en el aire, consiguiendo así que sus contornos se desdibujen.

Podía distinguir, sin embargo, el marco y la puerta en sí que comenzó a abrirse no bien él se detuvo justo frente suyo. Cuando la puerta término de abrirse Fernando pudo contemplar un sendero gris que se extendía hacia adelante atravesando un jardín verdoso.

El firmamento tenía un tono celeste azulado, el sol iluminaba aquel lugar con sus rayos. Las montañas se divisaban  a lo lejos.

Todo era hermoso, él podía respirar la pureza de aquel lugar ya que el aire atravesaba el umbral y llegaba hasta donde él se encontraba. Pero una repentina voz masculina retumbó envolviéndolo.

Provenía del lugar donde él se encontraba, aquella habitación desconocida y oscura. La voz de hombre maduro, diferente a la anterior le formuló una pregunta:

— ¿Qué deseas jovencito? 
— Buscó el mar de los recuerdos — contestó él sin inmutarse
Inmediatamente el panorama que tenía frente suyo, detrás de la puerta, se desvaneció para dar paso a otro totalmente diferente. Oscuro y tétrico, aquel era el espejo de la desolación total.

El mismo camino tenía tonalidades marrones girsáseas, restos de cadáveres exparsidos por doquier. El firmamento no solo estaba oscuro sino que a lo lejos se divisaba  los truenos acariciando a la alta y oscura montaña.

Un extraño ser cruzó volando los aires cerca de la puerta y Fernando pudo distinguir sus rasgos monstruosos, sus alas oscuras y derruídas y su cuerpo deformemente esquelético. Sus ojos rojos irradiaban crueldad pura. Fernando retrocedió dos pasos instintivamente hasta que la criatura se perdió de vista más allá del panorama reducido por la puerta.

— ¿Qué te ocurre? — quiso saber la voz  de hombre — ¿Por qué te inmutas?
— Lo que busco...¿Está allí?

— Asi es — le respondió — Podrás encontrar el mar de los recuerdos si sigues ese sendero 
— ¿Seguro?
— Claro ¿Qué sucede? ¿Tienes miedo?

— Lo que veo no es muy alentador ¿Sabe? 
— El sitio que buscas se encuentra en el mismo Inframundo ¿Qué esperabas?

— ¿En el Inframundo? — preguntó asombrado Fernando
— ¿Acaso lo ignorabas? 
— Si — el jóven estaba molesto conmigo mismo, podría haber optado volver a casa junto a su hijo.

En esos momentos le resultaba mucho mejor enfrentar a su hermano que atravesar el Inframundo y menos aún por alguien desconocido ¿Cómo pudo ser tan ingenuo? Nadie salía con vida de ese sitio ¿Cómo esperaba él conseguirlo? - ¿Hay otro camino por el cual llegar?

—  No
— Dime ¿Podré regresar? 
— Depende
— ¿Depende? ¿De qué?

— De ti mismo ¿Por qué buscas el mar de los recuerdos? 
— Tengo que llevarle un poco de esas aguas a alguien. Es una promesa que hice y no puedo hechar me atrás

— Jamás escuché que ningún ser vivo ajeno a estas zonas se interne en busca del mar de los recuerdos y mucho menos para sacar parte de sus aguas.-Aquello no lo alentó mucho que digamos, suspiró resignado - Buena suerte muchacho, la necesitarás.

Fernando se adentró al Inframundo  atravesando la puerta de luz que desapareció detrás suyo en cuanto el jóven traspasó el umbral.

 




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