La Prisión Sin Muros

En El Inframundo I

PRIMERA PARTE

El aire era helado, cortante, sentia como si se hubiese sumergido en un océano bajo cero. La oscuridad total se asemejaba a esas noches de invierno de su ciudad, apenas iluminadas por débiles luces.

En este caso las luces provenían del mismo firmamento como si a lo lejos hubiese estrellas titilantes aunque Fernando dudaba de que se traten efectivamente de esos astros debido a que estando en el Inframundo aquello sensillamente era imposible de creer.

Siguió el sendero que le fue indicando con la esperanza de llegar a destino sin inconvenientes, sin embargo sabía que los problemas llegarían a él en cualquier momento.

En un determinado momento el sendero se dividía en dos: el sendero marrón doblaba a la derecha y el gris a la izquierda.

En frente suyo tenía un profundo abismo sin fondo y muy oscuro. Debía tomar una decisión, doblar hacia un sector pero ¿Cuál? La voz jamás le aclaro.

El viento del sendero gris era más tétrico y frío que el otro. Cuando estuvo a punto de voltear para seguir por el otro sendero la voz estridente de una mujer retumbó detrás suyo.

Volteó inmediatamente y se topó con una anciana y arrugada mujer que vestía una larga túnica con capucha. Su rostro horrible por las verrugas y arrugas lo espantaron un instante, aquellos ojos negros lo traspasaron pero nada dijeron.

Fue su voz estruendosa lo que le herizo los bellos de la nuca. Sus manos arrugadas y sus largas uñas le daban un peculiar toque de bruja, como en los cuentos infantiles. Ella lo señaló mientras hacía una mueca tétrica sin despegarle los ojos de encima.

— Debes tener cuidado jovencito — dijo la anciana — Solo uno de esos senderos conduce al mar de los recuerdos ya que el otro te llevará al mar del olvido.
— ¿Mar del olvido? ¿Existe un lugar así?

—Si existe el de los recuerdos ¿Por qué no habría de existir el del olvido? — contestó con sensatez la anciana — Está juventud de hoy en día no piensa — algo avergonzado Fernando bajó la mirada y ella sonrió — Pero tú eres especial — aquello lo asombró tanto que volvió a mirarla — Y veo que tendrás éxito en tu misión si es que eliges con sabiduría y no te llevas por las apariencias
—¿Qué significa eso?

— Las apariencias engañan muchacho — inmediatamente la voz de la mujer dejó de parecer la de una anciana para transformarse en la de una joven y bella doncella — Pero si logras ver a través de ellas... — poco a poco aquella mujer fue dejando la ancianidad detrás para recuperar su juventud y belleza

— Descubrirás asombrosas sorpresas — una deslumbrante sonrisa iluminó el rostro de la muchacha quien se quitó la capucha para dejar ver su roja y sedosa cabellera brillosa.

Aquellos oscuros ojos se convirtieron en esmeraldas
— ¿,Lo ves? No todo es tan malo y siniestro como aparenta ser jovencito

— ¿Jovencito? Hablas como si fueras mi abuela
— Puedo ser tu tatarabuela muchacho — dijo ella sonriendo y en paz, echo que desconcertó a Fernando — Te dije que las apariencias engañan ¿Cierto?
— Vaya

Fernando vió que el camino gris comenzaba a despejarse e iluminarse.
—¿Qué harás? — dijo ella — ¿Cuál elegirás?
— ¿Puedes darme una pista?
— No

— Ya me parecía — luego de pensarlo unos momentos exclamó — El gris — diciendo aquello comenzó a caminar por el sendero grisáceo ante la misteriosa sonrisa de la muchacha.

 




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