La Prisión Sin Muros

La Revelación

Las imágenes se fueron agolpándose en su mente una tras otra, vió su vida completa. Recordó a París, su gran amor. En su corazón revivió la intensa pasión que sintió una vez por él. Luego recordó a Menelao, aquel tirano que arruinó tantas vidas incluidas la de los jóvenes enamorados.

La guerra y posterior destrucción de Troya, el castigo de París y el suyo propio la dejaron sin aliento. Lloraba amargamente sin cesar. París ¿Dónde estaba ahora? Debía encontrarlo, no cabía ninguna duda al respecto. Sabía lo que debía hacer. Fernando la contemplaba preocupado pero optó por esperar a que ella le hable y comente qué sucedía.

Elena lo contempló unos instantes en silencio, aquel extraño joven tenía cierto parecido a Paris, la misma postura,  la misma templanza  y el mismo sentido del deber. 
— ¿Te encuentras mejor? — preguntó Fernando incapaz de esperar más 
— Un poco...gracias - contestó ella — Fernando debo pedirte otro favor

— Claro — él no pudo resistirse a ella al verla tan débil e indefensa en aquellos momentos — ¿Qué más puedo hacer por tí?
— Recordé quién soy y por qué me encuentro en ésta situación
— ¿Y bien?
— Soy Elena...más bien fuí en un tiempo Elena de Troya y mi amor por París llevó a la destrucción de mi amada ciudad — ante aquella revelación Fernando la contempló asorado. No sabía qué decir — Menelao nos arruinó la vida a París, a mí y a los troyanos 
— Conozco la historia solo que...me resulta imposible creerlo ¿En verdad eres...Elena de Troya?

— Si
— Increíble eres...más bella de lo que cuenta la leyenda — ella se ruborizó ante su comentario y sonrió con timidez
— París fue encerrado en algún lugar de este mundo por el odio de Menelao y yo en otra
— Pero ahora tú eres libre
— No del todo
— ¿Cómo es eso?
— Tarde o temprano regresaré a la solitaria prisión donde fui encerrada si no logró romper el conjuro.

— ¿Romper el conjuro? No logró entenderlo. 
— Al recordar mi pasado y saber quién soy, parte del conjuro se desvaneció  pero no del todo. Necesito encontrar a Paris, debemos unirnos nuevamente solo así el conjuro se desvanecerá por completo. 
— ¿,Y qué le ocurrió a él?
— Menelao lo encerró en algún lugar de este mundo. En los dominios de la tierra pero el conjuro me impide buscarlo por mí misma 
— ¿Y qué puedo hacer yo? 
— Necesito saber el lugar exacto donde está, solo así podré llegar a él y ambos seremos libres del todo.

— Creo entender lo que me estás pidiendo. 
— Deberás adentrarte en los dominios de la Diosa Atenea ya que es la sabiduría. Allí encontrarás las respuestas adecuadas
— ¿Y dónde está ese sitio? 
— Sigueme, te llevaré a él — diciendo eso ambos jóvenes se dirigieron al corazón del bosque esmeralda donde se encontraba la entrada al Palacio de la Sabiduría — Atenea no es muy accesible a los pedidos de  los humanos — dijo ella — Pero suele ser muy sabía y si consigues llegar a ella te escuchará, entonces le preguntaras donde se encuentra la Prisión de Paris.

— De acuerdo — Fernando no estaba nada animado ya que había experimentado lo que los dioses inmortales pueden llegar a hacer. Para obtener el agua de los recuerdos que Elena necesitaba tuvo que hacer un trato con Persefone

¿Qué le pedirá Atenea a cambio de la información sobre el paradero de Paris? Suspiró acongojado ya que sabía que estaba atado a los caprichos de las mujeres. Fabricio era el causante de toda su desgracia; mientras meditaba aquello seguía a Elena rumbo al Palacio de la Sabiduría.

 




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