La imagen que se fue formando en el interior de la dorada piedras se hizo visible a medida que transcurrían los minutos, hasta volverse tan nítida como si estuviese contemplando una película en alta definición.
Era el interior de una cueva oscura cuyo camino serpenteaba por la orilla del río siniestro donde habitaban las monstruosas creaciones de Poseidón, dios de las aguas.
Aquel río ocultaba oscuras calamidades y peligros profundos. Sus tranquilas aguas eran traicioneras. La visión siguió extendiéndose hasta llegar a una pequeña isla rodeada por esas funestas aguas. Allí, en la cima, se encontraba una jaula roja en cuyo interior yacía el jóven París.
El rey de los troyanos lamentaba su confinamiento pero lo soporta pensando en su amada continuamente. La puerta de su prisión no podría abrirse si no se empleaba una llave adecuada.
Fernando contempló la vacía mirada del rey cautivo sintiendo pena por él, era evidente cómo se iba consumiendo con cada instante que transcurría allí.
De tanto en tanto veía a los seres marinos emerger de las profundidades y mirarlo con ferocidad. Eran bellas sirenas cuyos rostros mezclaban la belleza y la maldad.
Paris no se inmutaba ante ellas, era evidente que estaba acostumbrado a sus presencias ni siquiera se molestaba en pedirles que lo liberen. Ya lo había intentado en el pasado y nada consiguió.
La oscuridad de la cueva se fundía con la luz sobrenatural del ambiente.
—La cueva oscura — escuchó retumbar a una voz de mujer desconocida — Lugar donde Poseidón encerró y confinó a las sirenas y tritones que se negaron a reconocerlo como único soberano de todos los océanos, mares y ríos existentes en el planeta. Jamás verán la luz del Sol ya que el dios marino no está dispuesto a darles una segunda oportunidad.
— Allí es donde está atrapado Paris el rey troyano — Dijo Atenea — No te resultará fácil liberarlo
— ¿Cómo conseguiré la llave para abrir su jaula — preguntó Fernando — No tengo otra opción Atenea, debo liberarlo. Es una promesa que hice y debo cumplirla.
— Tu valor y honradez te servirán para conseguir la victoria — continuó la diosa — Es admirable tu nobleza muchacho. Pero me temo que la llave te resultará imposible de conseguir...al menos a tí
— ¿Por qué? ¿Dónde está?
La piedra dorada cambió de imágen apenas formuló la pregunta. Ahora tenía ante sus ojos las profundidades del océano donde habitaban las bellas sirenas. Un cofre de plata yacía en lo más profundo en cuyo interior se ocultaba una llave de ónix azúl. Dicho cofre estaba rodeado de algas marinas. Las sirenas deambulaban por ese sector sin molestarse en mirar el objeto en cuestión
— Como verás se encuentra oculta en el lago de las sirenas. Al ser tú un hombre no bien escuches sus hipnóticos cantos quedarás sumergido en lo profundo del océano envuelto en un sueño embriagador del cual te resultará imposible despertar por tí mismo.
—¿Qué debo hacer entonces?
— Captura a un Tritón, teniendo uno contigo podrás llegar a destino sin problemas
— ¿Y cómo puedo hacer tal cosa? ¿Dónde encuentro uno?
La piedra volvía a cambiar la imagen que proyectaba. Ahora Fernando tenía ante sí un espléndido lugar, un lago azul cielo que se fundía con el verde de los bosques.
Varios seres marinos yacían en la orilla del lago tomando los rayos del sol. Todos eran tritones de esplendida belleza masculina. Reían mientras jugaban entre ellos saltando con sus colas de pez para sumergirse en el lago y volver a salir a la superficie.
Fernando reconoció aquel sitio al instante, ahora ya tenía todas las respuestas que había ido a buscar. La imagen se desvaneció y la piedra perdió su brillo convirtiéndose otra vez en una piedra común.
— La cueva oscura oculta al rey Paris — decía Fernando — Cuya jaula solo se abrirá con la llave de ónix azúl que yace en el interior del cofre de plata oculto en el fondo del océano habitado por sirenas. Para llegar a él es necesario ir en busca de un Tritón que habitan en el lago azul y atrapar a uno — suspiró hondo — No será sencillo capturar a un Tritón
— No — contestó la diosa Atenea
— ¿Algún consejo que me puedas dar?
— No pierdas el valor
— ¿Y como llegaré hasta la jaula donde está Paris, suponiendo que tenga éxito con la llave?
— El mismo Tritón podría serte de gran ayuda. Deberás confiar en él
— Suponiendo que acepte
— Así es, pero esos tritones suelen ser más amigables que los otros. Buena suerte Fernando
Las puertas del palacio se abrieron al segundo siguiente. Fuera lo aguardaba Elena impaciente, el jóven tras reunirse con ella le contó lo que sabía con el mayor de los detalles que pudo.
Ambos se fueron al lago azul en busca de un Tritón. Aquello podría realizarlo Elena. Aunque los dos sabían que los tritones eran inmunes a la belleza de las mujeres humanas. Esto exigía a la joven utilizar todo su ingenio.