El sitio era tan verde y tranquilo como el lago azúl, solo que las aguas revoloteaban más fuerte en ésta parte de la orilla. El tritón le dijo que podría respirar momentáneamente bajo de las aguas por tener a alguien de su especie de su parte.
Aún así Fernando miró una vez más hacia abajo y los nervios revolotearon en su interior. No le gustaba nada el aspecto que tenía ese espectáculo y su supuesto aliado no resultaba ser de gran confianza ni ayuda.
El tritón era conciente de los sentimientos del humano que lo tenía prisionero, sabía que estaba con los nervios de punta y nada hizo al respecto.
Se lo había dejado muy en claro, no lo ayudaría si lo mantenía retenido por la fuerza, pero el humano no lo escuchó.
Cómo criatura marina que era podía reconfortándolo, hasta rodearlo de una invisible burbuja de energía para protegerlo de los peligros del fondo del mar, pero no estaba dispuesto a hacerlo.
Sabía que los humanos tenían cuerpos frágiles, se lastimaban con demasiada frecuencia. Fernando quedará muy malherido una vez salga de esas oscuras aguas, pero eso a él no le importaba.
- No me gusta mucho ésto - dijo Fernando nervioso.
- Libérame entonces -le pidió el tritón una vez más.
-No sin antes obtener lo que vine a buscar - le repitió Fernando. La criatura marina suspiró molesta - Ya te lo dije.
-Y yo te advertí que no te ayudaría si te empeñabas en retenerme así ¿Acaso no lo comprendes?
- Solo aleja a las sirenas de mí ¿De acuerdo? Haré el resto solo.
-¡Eres un idiota! - rugió el tritón y saltó al océano zambulliendose en el agua.
Pronto vió a un grupo de sirenas emerger del agua junto al tritón. Fernando vió cómo aquellas criaturas eran atraídas sin problemas al lado del tritón. Todas lo rodeaban y reían felices.
Estaban hipnotizadas por su presencia. Era el momento de actuar y así lo hizo. Se arrojó al agua pero al chocar contra las aguas del mar le dolió hasta el último hueso de su cuerpo.
Podía respirar bajo del agua tal como el tritón le había dicho, pero llegar al cofre de plata fue toda una proeza. La corriente era fuerte y las aguas muy heladas, le pesa todo su cuerpo.
Se sentía desfallecer pero no se daría por vencido. Cuando tuvo el cofre en su poder lo abrió y quitó la llave para colocarla en su bolsillo. Luego emprendió el ascenso. Iba a la mitad cuando empezó a sentir que el conjuro desaarecía de su cuerpo. Tuvo que retener en la respiración o se ahogaría.
Pero las fuerzas se le extinguieron antes de conseguir salir del agua, fue perdiendo la conciencia pero antes de que la oscuridad se adueñe de su ser, sintió que alguien lo sujetaba y lo subía con una prodigiosa velocidad.
Cuando fue reaccionando sentía el fuerte calor del sol en todo su cuerpo que a su vez le dolía hasta la última médula.
Respiró entrecortado y hasta toció escupiendo restos de agua de mar, para luego respirar bocanadas de aire, así fue llenando sus pulmones de oxígeno.
Temblaba como una hoja y el dolor de extendía por todo su cuerpo. Vió al tritón observándolo molesto.
- Tuviste que saltar así, sin más. No quisiste escucharme - Le dijo la criatura marina molesta, el collar dorado relucía alrededor de su cuello -¿Qué te costaba liberarme? Te abría ayudado como es debido, pero tú....fuiste tan idiota.
- Solo te pedí que alejarás las sirenas de mí. Eso hiciste y estuvo bien.
Fernando no comprendía el motivo por el cual ese tritón lo hubo salvado Después de todo se mostraba como su enemigo.
- Podrías haber llegado al cofre de plata sin problemas - le esperó el tritón - Puedo proteger a cualquier humano con una burbuja de energía, poderosa e invisible. No solo no te habrías mojado sino que no estarías tan dolorido como lo estás ahora. Eso se debe a qué mi poder te habría protegido del mismo mar, sus algas y piedras. Todo eso y mucho y mucho más podemos hacer nosotros. Al menos convencí a las sirenas de que te perdonaran la vida. - Ésto último lo dijo con cierta indiferencia.
Fernando contemplaba al tritón estupefacto ya que jamás se imaginó que ellos podrían hacer tales cosas. Con razón los humanos se desesperan tanto en cazarlos, no solo para esclavizarlos sino para obtener sus increíbles poderes. Pero eso estaba mal, ellos eran seres vivos y merecían ser libres.
-¿Por qué no lo hiciste? - le preguntó - Si podías hacer todo eso ¿Por qué no me lo dijiste? - El mareo comenzaba a intensificarse en su persona - En éstos momentos estaría en...condiciones de....de proseguir con...con mi camino...
- Tú no quisiste liberarme - le dijo molesto el tritón - Te advertí que si me forzabas así jamás te ayudaría. Te pedí que me liberaras unos instantes antes de que saltara pero fuiste tan idiota ¿Por qué habría de ayudarte entonces?
- ¿Puedes hacer que me sienta mejor?
- Si
-¿Y que desaparezcan todos estos dolores y molestias?
- También
-Ayúdame entonces
- No ¿Por qué lo haría? Cumple tu promesa y libérame. -Fernando lo observó en silencio algo decepcionado - ¡Libérame!
Así lo hizo él, arrancó el collar dorado del cuello del tritón y lo guardó junto a la llave de onix azúl y el frasco con el líquido que Atenea le hubo dado. La oscuridad lo envolvió, lo último que vió fue al tritón alejarse en dirección del océano.
Cuando despertó se encontraba en el mismo lugar, pero tenía ropas diferentes. Eran más suaves y abrigadas. Estaban limpias y secas.
A su lado había una bolsa hecha de un material fino, suave y muy resistente en cuyo interior se encontraban guardadas, la soga dorada, la llave de onix azul, el collar dorado y el frasquito de líquido rosa.
Su cuerpo no tenía moratones ni heridas y ya no sentía dolor alguno. Tampoco sentía hambre ni sed ¿Qué ocurrió? ¿Quién se tomó todas las molestias para brindarle aquello?
Se incorporó y contempló todo lo que lo rodeaba, el verde del bosque con sus ruidos naturales, la suave brisa y el sonido del mar con su vaivén.