Perséfone llevó a Fernando a su fortaleza situada en el corazón del Inframundo dónde convivió con su esposo Hades durante mucho más tiempo que la tierra misma, hasta que supo de su traición y lo hubo castigado por ello.
Ahora ese lugar era un oscuro y solitario castillo donde habitaban la soledad y la melancolía.
La diosa del Inframundo le dió a Fernando para beber una copa con un extraño líquido en su interior como bienvenida.
Fernando no tenía motivos para estar felíz, pero como sabía que en ese mundo la soberana indiscutida era ella, no pudo rehusarse y aceptó aquello.
Sin embargo cuando lo bebió sintió un gran malestar seguido de profundos mareos. Cayó al suelo sin lograr sostenerse de la mesa y junto a él cayeron los platos y cubiertos provocando un gran estruendo en la habitación.
—¿Qué....qué me diste? — consiguió preguntar Fernando
— Las aguas del olvido — contestó con tranquilidad Perséfone — A partir de este momento solo sabrás tu propio nombre. Olvidarás todo tu pasado, todo lo que viviste hasta éste momento. Solo reconocerás autoridad en mí persona y conocerás el Inframundo al completo.
—¿P-Por qué me....me haces ésto?
— ¿Por qué? Fácil, serás mi sirviente y como tal debes olvidarte de todo. En tu mente solo debe estar el sentido del deber y obediencia hacia mí persona. Serás "El Guardián Del Inframundo". Bienvenido a tu nuevo hogar.
Lo último que Fernando vió fue a Perséfone alejarse de allí. La oscuridad lo envolvió por completo llevándose consigo todos sus recuerdos. Sus más preciados recuerdos y sentimientos humanos.
Cuando despertó él era otro ser, tenía otra mirada y una mente vacía al completo. Nada quedaba de lo que una vez fue.