La Prisionera

CAPÍTULO 1: LA DAGA DE CRISTAL

El aire dentro de la tienda de campaña del General no olía a guerra, sudor o acero, como cabría esperar del hombre que había ahogado el continente en sangre. Olía a ozono. A tormenta eléctrica contenida en una botella. A esa quietud antinatural que precede al impacto de un rayo capaz de partir el mundo en dos.

Lyra mantuvo la mirada fija en la bandeja de plata que sostenía entre sus manos. Sus nudillos estaban blancos, tensos, pero la copa de vino no temblaba. Había pasado tres años aprendiendo a convertir su miedo en hielo, a enterrar a la princesa mimada que solía ser bajo capas de callos, cicatrices y odio.

—Más vino.

La voz fue un estruendo bajo, una vibración geológica que Lyra sintió en los huesos del pecho antes de escucharla con los oídos.

Avanzó. Cada paso sobre las alfombras de piel de wyvern negro parecía hundirla más en la boca del lobo. La tienda era inmensa, una catedral de tela oscura sostenida por costillas de bestias antiguas en lugar de madera. No había antorchas, ni velas. La única luz provenía de los orbes de fuego fatuo que flotaban perezosamente cerca del techo, emitiendo un resplandor violeta y enfermizo que hacía que las sombras en las esquinas parecieran tener pulso propio.

Y allí estaba él.

Kaelen Varr. El General de Sombras. El Carnicero de Solara.

Estaba sentado tras un escritorio tallado en obsidiana bruta, leyendo mapas estratégicos que brillaban con luz mágica sobre la superficie negra. No llevaba armadura, solo una camisa de lino gris oscuro, abierta en el cuello, que revelaba la piel pálida marcada por los tatuajes rúnicos que palpitaban suavemente, como si tinta negra fluyera por sus venas en lugar de sangre.

Lyra se obligó a respirar. «Es solo un hombre», se repitió, aunque sabía que era mentira. «Si sangra, puede morir. Y yo tengo el veneno para asegurarme de que no deje de sangrar».

Se detuvo junto a su silla. Él ni siquiera levantó la cabeza. Su presencia era sofocante, una gravedad física que hacía que el aire fuera más denso, más difícil de tragar. Lyra podía sentir la magia de Sombras —su Umbra— enroscándose alrededor de las patas de la silla como serpientes de humo, probando el aire, vigilando.

—Servidora —dijo él, sin apartar la vista de un mapa que mostraba la frontera norte de lo que alguna vez fue el reino de ella. Su dedo enguantado trazaba una línea roja sobre las montañas—. ¿Te pagan por quedarte quieta o por servir?

Lyra apretó los dientes, tragándose el insulto que le quemaba la garganta. —Perdone, mi señor General.

Levantó la jarra de cristal tallado. El líquido en su interior era un vino de bayas de sangre, espeso y oscuro, mezclado con tres gotas de Lágrima de Espectro. Un veneno inodoro, insípido e indetectable por la magia convencional. Lo había comprado con el último anillo real que le quedaba, vendiendo la memoria de su madre por la oportunidad de vengar su muerte.

Inclinó la jarra. El vino cayó en la copa con un sonido líquido y rico.

Kaelen finalmente se movió. Se echó hacia atrás en la silla, la madera crujiendo bajo su peso, y se frotó las sienes. Parecía exhausto. No el cansancio de alguien que ha trabajado mucho, sino el agotamiento profundo de alguien cuya alma está siendo devorada lentamente desde dentro.

Lyra vio su oportunidad. La copa estaba llena. Solo tenía que beber.

—¿El consejo de guerra ha terminado? —preguntó ella, su voz suave, modulada para ser servil pero curiosa. Una esclava no debía hablar, pero necesitaba que él bajara la guardia, que la mirara a los ojos para ver cómo la vida se le escapaba.

Kaelen detuvo su mano a medio camino de la copa. El silencio se estiró, tenso como la cuerda de un arco.

Lentamente, giró la cabeza.

Fue la primera vez que Lyra lo vio de cerca en tres años. La última vez, él estaba sobre un caballo de guerra blindado, y ella miraba desde una torre en llamas mientras su mundo se derrumbaba. De cerca, era devastadoramente humano y, al mismo tiempo, aterradoramente ajeno. Sus ojos no eran negros, como decían las leyendas. Eran de un gris tormentoso, rodeados por un anillo de oscuridad pura donde la esclerótica debería ser blanca. Eran los ojos de un depredador que ha visto el final de todas las cosas.

—¿Te he dado permiso para hablar, chica? —Su voz era suave, peligrosamente tranquila.

—No, mi señor —Lyra bajó la mirada, fingiendo sumisión, pero sus músculos estaban tensos, listos para correr—. Solo pensé que parecía... cansado.

Kaelen soltó una risa seca, carente de humor.

—Cansado. —Tomó la copa por el tallo. Las sombras bajo el escritorio se agitaron, trepando por sus botas como gatos cariñosos—. La fatiga es un lujo para los mortales. Yo soy una herramienta del Imperio. Las herramientas no se cansan, solo se rompen.

Levantó la copa. El líquido oscuro osciló cerca de sus labios. «Bébelo», rogó Lyra mentalmente, su corazón golpeando contra sus costillas como un pájaro enjaulado. «Bébelo y muere, maldito monstruo».

El borde de cristal tocó su labio inferior. Lyra contuvo el aliento. Y entonces, las sombras en la habitación gritaron.

No fue un sonido físico, sino psíquico. Un chillido agudo que atravesó la mente de Lyra como una aguja helada. Las volutas de oscuridad que reptaban por el suelo se dispararon hacia arriba, materializándose en garras sólidas de humo negro.

En un movimiento demasiado rápido para ser humano, Kaelen soltó la copa —que estalló contra el suelo, derramando el vino venenoso sobre la alfombra— y su mano se cerró alrededor de la garganta de Lyra.

El impacto la levantó del suelo. Lyra jadeó, arañando el guante de cuero que le apretaba la tráquea, sus pies pataleando en el aire. La fuerza de él era inmensa, inamovible.

—¿Creíste que no lo olería? —gruñó Kaelen, poniéndose de pie sin esfuerzo mientras la mantenía suspendida en el aire. Su rostro, antes agotado, ahora era una máscara de furia fría. Las runas de su cuello brillaban con una luz negra pulsante—. Lágrima de Espectro. Un veneno extraído de las glándulas de los espectros de la niebla. Muy caro. Muy raro. Y absolutamente inútil contra alguien que lleva la Muerte en la sangre.




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