Tell me I'm safe you got me now.
—¿Estás segura de que estarás bien?—Bash pregunta saliendo al porche.
—Si—contesto con una débil sonrisa, estrecha los ojos desconfiado, me acerco a él para poder besarlo segura que eso terminará por convencerlo, pone sus manos en mi espalda acercándome más a él.
—¿Por qué no puedo quedarme?—susurra.
—Mi madre volverá pronto.
—Le agrado.
—Eso es seguro. Pero aun así no te permitirá quedarte tan tarde conmigo. Mucho menos si estamos solos. La última vez te salvaste con tan solo una advertencia. No puedo imaginar lo que te hará esta vez.
—Tú ganas. Me voy. No quiero ganarme el odio de tu madre—me regresa el beso.
—Gracias por quedarte conmigo.
—No tienes nada que agradecerme. Es un placer estar contigo. Te amo Kate.
Sonrió cuando lo veo acercarse de nuevo, me besa sin intenciones de irse. Pongo mis manos en su pecho empujándolo hacía atrás. Si por él fuera no se iría jamás.
—Adiós Bash.
—Adiós—hace una cara de puchero fingiendo estar triste, se aleja a regañadientes. —¡Te veo mañana!—grita caminando hacía su coche.
Me quedo en el porche hasta que su carro desaparece por la calle. Entro a mi casa cerrando la puerta detrás de mí. Mi celular suena alertándome de un mensaje.
Lo siento cariño. No llegaré a casa esta noche. Dejé la cena en el refrigerador. Te quiero.
Dejo mi celular a un lado sin nada de ánimos. Pienso en algo que pueda hacer para mantener mi mente ocupada mientras me arrepiento de haber dejado ir a Bash ahora que sé que mi madre no vendrá. Ahora estoy completamente sola esta noche.
Prendo la televisión acabando con el temible silencio. La canción de Wham suena en cuanto enciende. Voy a la cocina para hacer unas deliciosas palomitas de maíz. Pongo la bolsa en el microondas. Sólo tengo que esperar a que estén listas.
No puedo evitar bailar al ritmo de la canción. Pocos segundos después estoy cantando la letra. No puedo evitarlo. La canción es muy pegadiza. No es hasta que se acaba la canción que escucho la alarma del microondas. ¡Están listas! Las tomo con cuidado de no quemarme para después pasarlas a un recipiente. Dejo la envoltura a un lado. Voy a la sala para seguir viendo la tele cuando mi corazón da un salto en mi pecho.
—Me asustaste—le digo a Ethan mirando todas las palomitas que cayeron al suelo. Regreso la vista a él sentado frente al televisor.
—Te dije que te vería más tarde—me mira con una pequeña sonrisa.
—¿Cómo entraste?
—Por la puerta de atrás. Deberías cerrarla con seguro o cualquier persona puede entrar—apaga el televisor. Golpea el espacio vació a su lado. Me siento a su lado dejando lo que queda de las palomitas en la mesa. Espero paciente a que diga algo.
—Se lo que estás pensando.
—Dime entonces. ¿Qué me está pasando?—suena más como una súplica que una orden.
Lo miro a los ojos buscando alguna repuesta. Nuestro ojos se encuentran y por primera vez siento algo extraño dentro de mí. No puedo dejar de verlos. Tengo la sensación de que ya los había visto, pero eso es imposible. Lo recordaría. Mi corazón empieza a latir más rápido sin razón. Agacho la mirada saliendo de la hipnosis que su mirada me provoca.
—Por favor. Eres la única persona que puede explicarme lo que esta pasando.
Se queda callado. Temo que se arrepienta de hablar.
—¿Qué sabes sobre esto?—gira mi muñeca para que pueda ver mi marca de nacimiento. La que luce como si fuera una estrella. Me percato de sus mano en la mía. Siento un hormigueo correr en la parte dónde sostiene mi muñeca. Mi corazón se acelera por el simple contacto de su mano en la mía. Dejo ir de su agarre.
—¿Mi marca? La tengo desde que tengo memoria—le digo mirando mi muñeca.
Se levanta del sofá. Camina de un lado a otro de la habitación pensando. Se detiene es seco regresando a su lugar en el sofá.
—Hace mucho tiempo atrás había un reino conocido como Argora.
—¿Cómo un cuento explica todo esto?
—Solo escúchame. Te prometo que una vez que termine comprenderás todo—lo miro en silencio dejando que continúe con el historia.—La reina estaba embarazada con unos gemelos. Una noche la profeta visitó a los reyes diciendo que una amenaza caería en el reino. La reina tendría unos bebés sanos, pero una maldición caería sobre ellos tan pronto como nacieran y no había nada que pudiera hacer para detenerlo—no aparta la mirada de mí asegurándose que le estoy prestando atención.
>>La profecía decía que los niños nacerían y crecerían con el poder de hacer cosas maravillosas hasta que el momento de tomar una decisión llegara. Podían estar llenos de oscuridad y miedo o de luz y pureza. No se sabía a qué edad ocurriría ese cambio. Era diferente para cada bebé. Los reyes no creyeron en la profeta. La desterraron del castillo pensando que estaba loca al decir tales cosas. Tristemente el niño se volvió oscuro alrededor de los nueve años de edad. Quería todo el reino para él, pero ya estaba dicho que la princesa sería quién se convertiría en reina. Ella gobernaría los reinos y mantendría la paz entre ellos.
>>Así que un día lleno de ira y rabia decidió matar al rey. La reina huyo con la niña para protegerla. Tenía la esperanza de que nunca se convirtiera oscura al igual que su hermano. Pero a cierta edad, cuando fuera suficientemente fuerte, ella debería regresar a Argora. Debería salvar a toda su gente de la oscuridad de su hermano y gobernar todos los reinos que alguna vez le pertenecieron.
Se queda callado esperando mi reacción. Trato de procesar sus palabras.
—¿Qué tiene que ver todo eso conmigo?—pregunto aunque una parte de mí ya sabe la respuesta.
—Eres la niña que fue tomada hace diez años. La marca que está en tu muñeca es la marca que los gemelos tuvieron al nacer. Es lo que los une.
Lágrimas se asoman en mis ojos. Niego con la cabeza. Eso no es posible. Yo recordaría... Yo... Es una historia. No es real.
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Editado: 24.12.2022