La Profecía

Capítulo 25: La extracción

Welcome to your life

There's no turning back

 

Me remuevo en mi lugar, mi cuerpo duele, la cabeza principalmente. El olor a moho mezclado con otras cosas invade mi nariz, el frío termina por despertarme. Abro los ojos con pesadez, me obligo a mantenerlos así, los engranajes de mi cerebro vuelven a funcionar recordando los últimos momentos antes de que quedara inconsciente. 

Blake nos encontró, sus dragores nos capturaron, y luego... 

—¿Jackson?—mi voz en débil. 

—Estoy aquí—se arrodilla en frente de mí, su rostro refleja lo preocupado que está. Me ayuda a enderezarme. 

—¿Dónde está Ethan?

Paso la mirada por todo el lugar viendo en dónde estamos. Un escalofrío corre por mi espalda cuando veo el calabozo. Aldeanos descasan en el suelo, mientras otros deambulan por el lugar, tienen la mirada perdida, sin rastro de vida, murmuran en llantos y lamentos, suplican que alguien los ayude. Mis ojos encuentran las grandes rejas en frente de mí. Un nudo se forma en mi garganta, lágrimas nublan mi vista. 

—No lo sé. Nos separaron cuando nos trajeron aquí.

¿Qué?

Eso no puede ser. Blake tiene una muy buena razón para vengarse de él, puede hacerle cualquier cosa, puede... No, él no se desharía de él tan pronto. Ethan tiene que seguir con vida, tiene que. 

No podemos quedarnos aquí, tenemos que salir, tenemos que encontrarlo. Sostengo la mano de Jackson apretándola con fuerza, imagino que estamos afuera del castillo, pero nada pasa. Lo vuelvo a intentar, nada. Miro nuestras manos confundida. 

—Lo intente. Nos han inyectado con un líquido que nos hace imposible usar nuestros poderes.

No puedo mirarlo a los ojos. Las lágrimas toman forma resbalando por mis mejillas. Si yo no hubiera insistido en venir, si lo hubiera escuchado, nada de esto estuviera pasando. Todo esto es mi culpa. Creí que era más fuerte. Creí que podía ayudar. 

Jack me sostiene en sus brazos permitiéndome desahogarme. Acaricia mi cabello calmándome. 

—Vamos a estar bien, Katie. Vamos a salir de aquí. 

No me muevo, no puedo. La culpa, el dolor son más fuertes que yo. Gritos erizan mi piel. Jack se tensa al instante, abrazándome con más fuerza. Mis ojos viajan hasta las rejas, los gritos vienen de más allá. Son horribles y desgarradores, lo peor que he escuchado en mi vida. 

—¿Qué les están haciendo?—encuentro mi voz para hablar.

—No lo sé.

Pero si es remotamente parecido a lo que le hicieron a la mujer que vimos antes de ser capturados, no es nada bueno. Enfoco la vista queriendo ver más allá, pero solo encuentro oscuridad, aquella que oculta a la perfección la terrible tortura que hay detrás. 

—Kate, hay otra cosa—se aparta de mí para verme mejor. Sus ojos buscan los míos, respira hondo antes de hablar—Tu madre está aquí.

Esas palabras son suficientes para enviar una corriente de energía por todo mi cuerpo reanimándome. Ella está aquí. 

—Tienes que saber algo antes de verla. 

—¿Qué?—el nudo se aprieta en mi garganta. 

—Ella... ha estado encerrada aquí por un tiempo. No la han tocado, pero estar encerrada escuchando esos gritos de su gente, los lamentos, las suplicas, ella no es la misma.

—Llévame con ella Jackson—me levanto del suelo impaciente por verla. 

Él hace lo mismo, sostiene mi mano guiándome entre la gente sentada en el suelo. Sus palabras, sus miradas, son cómo golpes que me dejan sin aire. Observo cada rostro, esperando verla a ella. Jackson se detiene en frente de una mujer cubierta con una sabana rota, hecha un ovillo en el suelo. 

—¿Mamá?—la voz se me quiebra. 

No responde. Al igual que los demás tiene la vista hacia el frente sin ver un punto fijo. Me inclino a su lado, lágrimas cayendo por mi cara, no la reconozco. La luz en sus ojos se apago por completo, su rostro y su ropa esta cubierta de suciedad. 

—Mama—la llamo de nuevo, sigue sin responder. 

El corazón se me quiebra, no puedo verla así. Volteo a ver a Jackson suplicándole que me ayude, sus ojos están rojos, lágrimas se escapan cayendo por su rostro. Se inclina a mi lado sosteniendo mi mano, dándome fuerzas para no quebrarme. 

—Vamos a sacarla de aquí, te lo prometo. 

El repentino sonido de las rejas abriéndose la altera. Noto que ella no es la única. Todos aquí están aterrados. Intento ver de qué se trata todo esto. Algunos orcos entran al calabozo con un grupo de personas. Las aldeanos que ingresan se sientan tan pronto como entran. Los orcos agarran a otras personas por los brazos obligándolos a pararse del suelo para después salir con ellas.

¿A dónde los llevan?

Algo en el rabillo de mi ojo capta mi atención.

—A la extracción—una mujer a mi lado me dice como su hubiera leído mi mente. 

Su ropa está un poco rasgada y sucia. Su cabello es largo y marrón, unos círculos oscuros pintan su piel debajo de sus ojos.

—¿Extracción?

Sus ojos conectan con los míos asombrada y confundida, me analiza por unos segundos, cómo si quisiera asegurarse de que le hable a ella. 

—Si—apunta al grupo afuera del calabozo. 

Así que eso es, una extracción. ¿Pero de qué? Necesito respuestas y parece ser que la única que puede dármelas es ella. Me acerco un poco dejando a Jackson con mi madre. 

—Gracias...

—Agatha.

—Gracias, Agatha. Soy Katherine.

—Bueno, Katherine, espero que te hayas despedido de tu familia, porque dudo que la veas pronto.

Regreso la mirada a mi madre, aún absorta en sus pensamientos. Puedo notar que sus manos tiemblan por más que trate de calmarlas. Tengo que saber que es a lo que ella tanto le teme. Necesito saber que es la extracción. 

 




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