La Profecía De La Llegada - Libro 1 de la Saga De Lug

PRIMERA PARTE: El Alumno - CAPÍTULO 6

Los quince días del curso de ambientación habían concluido. Se suponía que el curso nos ayudaría a encajar en el mundo universitario y nos orientaría en nuestros pasos futuros en nuestra carrera. La verdad era que no me sentía más orientado. Lo único que me ayudaba a sobrellevar el día a día universitario era Gabriel. Hubiera deseado al menos estar en la misma carrera que él para que pudiera ayudarme más, pero la beca era para estudiar Licenciatura en Historia y a Gabriel no le interesaba la historia en lo más mínimo.

            Aunque no había empezado muy bien con el curso de ambientación, mi esperanza se encendió al ver las materias que la beca exigía debía aprobar para seguir en curso: Sociología, Antropología e Historia Antigua y Medieval. De las tres, la que más me atraía era Historia Antigua y Medieval. Siempre me había interesado la historia antigua y medieval. A pesar de que los hermanos del Divino Orden solo nos permitían leer la parte de la historia vinculada a la religión como ellos la entendían, siempre me había fascinado tratar de comprender cómo vivían otras gentes en otras épocas, cómo se manejaban, qué creían, qué valoraban y cómo había evolucionado su pensamiento. Pero la verdad de esa evolución había llegado hasta mí, no de la mano de los hermanos, sino de la mano de aquellos cinco libros que ayudaron a mi liberación. Fue con ellos que pude vislumbrar por primera vez el verdadero significado de la historia. Pude ver cómo el conocimiento era regulado por aquellos que ostentaban el poder, y cómo la regulación de ese conocimiento perpetuaba una mentira que los seguiría sosteniendo en el poder indefinidamente. El conocimiento en manos de la gente común era lo único que podía destronarlos pues sacaría a la luz la verdad. La verdad era lo único que podía llevar a la libertad. No había otro camino. Así había pasado conmigo, y así creía que debía pasar con el resto de la humanidad. Tal vez era un pensamiento ingenuo y simplista, pero era un pensamiento que me pertenecía, no un pensamiento impuesto por otros.

            El curso de ambientación no había sido lo que esperaba, y sentía que encajaba tan poco en el mundo universitario como había encajado con los hermanos. Pero había logrado liberarme de los hermanos y no tenía intención alguna de regresar con ellos. Al principio, me resigné a que debería volver al fracasar en la universidad, y cada día que pasaba, me convencía más de que no duraría en aquel lugar. Por la noche, me atormentaban las pesadillas en las que el hermano Sebastián me miraba desde arriba con una sonrisa de satisfacción al verme fracasar y caer de rodillas ante él. Me despertaba con el corazón acelerado, sudando. Me tomaba más de media hora calmarme lo suficiente como para poder respirar normalmente de nuevo. Lo que finalmente me sacó de aquella angustia y del miedo al fracaso fue el doctor Augusto Strabons y su clase de historia antigua.

            Strabons era un profesor nuevo en la facultad. Había comenzado a trabajar ese mismo año. Entre mis compañeros circulaban rumores de que era un excéntrico, aburrido de su vida, con más dinero del que se pudiera contar, que no había tenido mejor idea que ponerse a dar clases de historia para distraerse. A causa de aquellos comentarios, había imaginado que Strabons sería un viejo cascarrabias. Grande fue mi sorpresa cuando lo vi junto al escritorio la primera clase. Strabons era un hombre alto de unos treinta años con largos y enmarañados cabellos sueltos, y barba y bigotes espesos pero prolijamente recortados. Se movía por el aula con un andar vivaz que no cuadraba con alguien aburrido de su vida.

            Algunos de mis compañeros que estaban re-cursando la materia se quejaban abiertamente de que lo que Strabons enseñaba no coincidía en absoluto con el programa de contenidos del año anterior. Strabons solo se encogía de hombros y decía que había cosas más interesantes y valiosas en la historia antigua y medieval que lo que decía un programa de contenidos. Cuando las quejas llegaron hasta la decana, Strabons no se amedrentó. Su respuesta fue presentar un nuevo programa de contenidos para el año en curso que anulaba al del año anterior. No hubo más quejas.

            Strabons nunca ponía materiales en la plataforma virtual. Los textos que nos hacía leer estaban en libros físicos en la biblioteca o en copias en papel que él mismo nos traía. Muchos  de mis compañeros lo desdeñaban por eso. Decían que un profesor que no estaba actualizado en el uso de las nuevas herramientas informáticas no podía estar a cargo de una cátedra universitaria. Lo tildaban de dinosaurio e inadaptado. A mí me molestaba un poco que hablaran así de él. Gracias a que no usaba computadora, tampoco nos exigía que lo hiciéramos nosotros, y eso, para mí, ya era una ventaja inconmensurable. Ése solo hecho podía influir definitivamente en mi aprobación de la materia. Ése solo hecho podía decidir entre conservar mi libertad o volver con los hermanos.



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En el texto hay: mundos paralelos, fantasiaepica

Editado: 24.03.2018

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