La Profecía De La Llegada - Libro 1 de la Saga De Lug

SEGUNDA PARTE: El Marcado - CAPÍTULO 31

Entramos en lo que parecía ser una sala de estar, comedor y cocina al mismo tiempo. Era un lugar pequeño y acogedor, aunque con muy pocos muebles: apenas una pequeña mesa y una silla, y en un rincón, una vieja mecedora. Sobre la pared trasera, se abría la negra boca de un hogar. Al lado de la mesa, había un gabinete alto con decenas y más decenas de frascos y cajas. Zenir tenía muchos más frascos que Algericock. Siendo un Sanador, supuse que aquello tenía sentido. Dana comenzó a estudiar el gabinete, rozando los frascos con la punta de sus dedos mientras yo buscaba unas mantas en la mecedora.

—¿Quieres contarme lo que pasó con el voro?— me preguntó Dana, mientras seguía buscando el frasco.

            Ah, eso era lo que la tenía inquieta, pensé.

            —¿A qué te refieres?— pregunté inocentemente.

            Ella me lanzó una mirada que claramente me decía que me dejara de hacer el tonto.

            —Te pusiste frente a él, y los dos estuvieron sin moverse por un largo momento. Luego caíste al suelo y comenzaste a gritar como si te estuvieran sacando las entrañas. Y luego....— Dana tragó saliva— luego comenzaste a ahogarte. Cuando me lancé sobre ti para ayudarte, no estabas respirando. Pensé... pensé que habías muerto...— dijo con la voz quebrada.

            Apoyé las mantas sobre la mesa y la abracé.

            —¿Qué pasó?— preguntó ella entre sollozos.

            —Cuando entré en su mente, algo me atrapó. Era como una fuerza negra que me arrastraba. Nunca había sentido eso al entrar a una mente.

            —¿Te arrastraba adónde?

            —A la muerte.

            Entre lágrimas, Dana comenzó a golpearme con los puños en el pecho, gritando:

            —¡Te lo dije! ¡Te advertí que esa criatura era peligrosa! ¡Te dije que era una criatura de oscuridad pura!

            —Dana...

            —¡Nunca vuelvas a hacerme eso! ¿Me oyes? ¡Nunca vuelvas a...!— no pudo terminar la frase.

            —Dana...— la llamé suavemente, agarrándole los puños— todo está bien. Yo estoy bien. Tranquila.

            Dana respiró hondo, tratando de calmarse. El aire escapó de sus labios en un torrente entrecortado.

            —No sé lo que haría si te perdiera— murmuró.

            La abracé de nuevo y le besé la frente. Cuando se soltó de mis brazos, me tomó de los hombros y me miró a los ojos:

            —¿Cómo hiciste para escapar?

            —Tú me salvaste.

            Ella frunció el ceño, incrédula.

            —Escuché tu voz gritando mi nombre— expliqué—. En medio de la oscuridad, tu voz me guió de nuevo a la luz.

            Ella sonrió. Le sequé las lágrimas con mis pulgares.

            —Zenir nos está esperando— dije suavemente. Ella asintió y volvió su atención al gabinete con los frascos.

            No era totalmente cierto lo que le había dicho. Aquella no era la primera vez que había sentido que la oscuridad trataba de llevarme al abismo de la muerte al estar conectado con una mente. Había habido otra ocasión anterior en la que había sentido lo mismo: cuando había estado conectado con mi padre.



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En el texto hay: mundos paralelos, fantasiaepica

Editado: 24.03.2018

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