Frido se calló de pronto al ver a Akir bajando por la escalera.
—Entonces— comenzó Frido—, ¿van a querer una o dos habitaciones?
Abrí la boca para decirle que con una estaría bien.
—Dos— se apresuró a decir Dana, antes de que yo pudiera articular palabra.
—¿Qué habitación prefieres?— preguntó Frido cortésmente.
—¿Está desocupada la que da al norte?
—Sí. Le daré a Lug la habitación que está al lado.
—Gracias.
Frido se volvió hacia Akir que se había parado junto a la punta del mostrador, esperando órdenes:
—Lleva sus cosas a las habitaciones de la parte norte.
Akir asintió sin decir palabra y recogió nuestras mochilas.
—Lleva también el manto de Dana y la capa de Lug— indicó Frido con la mano, señalando nuestros abrigos—, y enciende fuego para que las habitaciones se vayan calentando.
Akir asintió con la cabeza y se marchó escaleras arriba con nuestras cosas. Sentí pena por él. Conocía bien la angustia y la tristeza que veía en su mirada. No hacía mucho, yo también había compartido lo que él sentía: culpa. Culpa de haber nacido. Con un nudo en la garganta, sentí deseos de hablarle, explicarle que no tenía por qué sentirse así. Akir desapareció escaleras arriba antes de que pudiera decir nada.
—¿Cómo han estado las cosas por aquí últimamente?— escuché que Dana le preguntaba al posadero.
—Las cosas han cambiado mucho en el Círculo, grandes cambios en muy poco tiempo... eso es malo, se avecina algo gordo. Todo el mundo lo siente en el aire. Y después de todo, un Concilio en Tu Danacum no se celebra todos los días.
—Eso es cierto, Frido. Se acerca la guerra final. Por ahora, es mejor que todos los que saben algo mantengan la boca cerrada, de esa forma habrá más posibilidades de éxito.
Frido movió la cabeza afirmativamente.
—Te ruego, Frido, que tengas mucho cuidado, porque existen nobles viajeros que solo desean enterarse de lo que está sucediendo para saber cómo pueden ayudar, pero he de informarte que los Antiguos, o al menos algunos de ellos, han salido de su siniestra guarida y acechan por doquier. Uno nunca sabe cuando tiene a uno enfrente de sí mismo porque los muy hábiles están ocultos bajo muy buenos disfraces.
—¡Por el Gran Círculo! No sabía nada de eso. Te agradezco infinitamente esta advertencia, y espero no haber dado ya información a uno de esos malditos. Seguiré escribiendo, pero no mostraré mis periódicos a desconocidos.
—Esa es una buena medida— aprobó ella—, pero si es cierto que este pueblo es el mejor informado del Círculo, deberás tomar algunas otras precauciones.
—¿Como cuáles?— quiso saber él.
—Como esconder en un lugar seguro todo lo que escribas y permanecer siempre armado para poder defenderte en caso de que quieran saquear tus pertenencias. Los tiempos de opresión disfrazados de paz han terminado. Ya no se podrá confiar ni en la propia sombra, ya no se podrá estar seguro de si los amigos más entrañables no se han vendido al poder oscuro del norte— explicó.
Yo la miré sin decir palabra, luego murmuró:
—"Todos desearemos haber nacido en otro tiempo..." dijo mi padre antes de que yo partiera.
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Editado: 24.03.2018