La Profecía De La Llegada - Libro 1 de la Saga De Lug

SEGUNDA PARTE: El Marcado - CAPÍTULO 48

—¿Se interesó Calpar por tus periódicos?

            —No, aunque se los ofrecí gratuitamente para que matara las aburridas horas que pasa en su habitación. Verás, no hay grandes atracciones en Polaros, (solo algunos circos ambulantes que solían pasar por aquí de vez en cuando, pero eso era en los buenos tiempos), pero tampoco creo que deba ser como para quedarse encerrado todo el día, ¿no crees?

            —Sí, tienes razón.

            —He pensado que tal vez oculta algo en la habitación.

            —¿Por sus órdenes de no molestarlo cuando sube?

            —Exacto.

—Puede ser— dije, encogiéndome de hombros—. Parece un poco extraño, pero tal vez sea un buen hombre.

            —¿Buen hombre? Creo que estás ciego Lug, ese tipo no tiene el aspecto de un "buen hombre", es más, a mí me dan escalofríos cuando lo veo, creo que es un tanto siniestro.

            —Lo que yo creo es que si escribes solo lo que sospechas, tus artículos deben ser algo diferente de la realidad.

            —Un momento, solo escribo lo que he comprobado fehacientemente— protestó él.

            —Como digas. Dime, ¿tienes tu propia imprenta o algo así?

            —¿Te refieres a mi taller? ¿Quieres verlo?

            —Sería interesante— comenté.

            —Ven— dijo él.

            Lo seguí a través de puertas y pasillos oscuros y sucios hasta que llegamos a una habitación llena de desperdicios: hierros viejos, cartones, maderas, en fin, toda aquella basura que uno guarda por si acaso alguna vez la llegara a necesitar. Frido se agachó debajo de una vieja mesa de madera y tanteó el piso mugriento hasta que encontró lo que buscaba: una hendidura que servía de manija para levantar la tapa de un sótano oculto. Bajamos por una escalerilla gastada para llegar a un lugar amplio y limpio. Frido encendió una lámpara y me mostró el taller.

            —Supongo— dije— que toda la basura y la suciedad de arriba tiene el propósito de alejar sospechas...

            —Exacto— dijo él con orgullo—. ¿Quién pensaría que debajo de ese cuarto lleno de trastos viejos se oculta mi preciado taller y mis archivos?

            —Nadie lo pensaría, al menos no por sí mismo, pero recuerda que algunos de los Antiguos pueden leer las mentes. No hay nada que se les pueda ocultar.

            —Me preocupa mucho todo esto Lug... en verdad no veo muchas probabilidades de éxito. Ellos son demasiado poderosos...— dijo con inquietud.

            —Aun no está dicha la última palabra; todos tienen algún punto débil, la cuestión es encontrarlo y aprovecharse de él— dije para alentarlo, pero en el fondo de mi ser, yo compartía los mismos miedos de Frido. Solo que en mi caso era peor porque se suponía que era yo el que debía derrotarlos.

            —Quisiera ir a la batalla, la vida es muy aburrida aquí— suspiró.

            —Todos servimos a la causa a nuestro modo: algunos en la batalla propiamente dicha, otros desde afuera, preparando los caminos que llevarán a la victoria... todos somos absolutamente necesarios. Tú debes continuar apoyándonos desde Polaros con tu aburrida tarea, lo que haces es muy importante. El periódico de Polaros debe continuar, ¿existe alguien más capacitado que tú para llevarlo adelante?

            —No lo sé— respondió él.

            —Eres muy modesto, pero en verdad sabes que no existe nadie mejor que tú para este trabajo.



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En el texto hay: mundos paralelos, fantasiaepica

Editado: 24.03.2018

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