Bajamos al salón principal. Bianca nos indicó una mesa cerca del fuego y trajo prontamente dos platos con un estofado que olía delicioso. Akir venía detrás, con vasos y una jarra.
—¡Esto es excelente!— dije, aun con la boca llena.
Bianca sonrió, complacida.
—¡Me encanta cocinar! ¡Y sobre todo para unos huéspedes tan distinguidos!— exclamó alegremente. Su estado de ánimo parecía haber vuelto a ser normal.
Mientras saboreábamos el fabuloso manjar, escuchamos los pesados pasos de Calpar que descendían lentamente por las escaleras. Pronto, su negra sombra invadió el lugar. Dana, que segundos antes había estado charlando muy divertida y jovial, enmudeció de pronto. La atmósfera se tornó excesivamente pesada y espesa, tanto que los insectos no hubieran podido volar a través de ella. Calpar atravesó la estancia en silencio y se sentó en la mesa más alejada. Esperé un momento, y luego, en el tono más amigable posible, le dije:
—Deseamos hablar con usted Calpar, ¿quiere acercarse a nuestra mesa?... podemos disfrutar de la comida juntos...
—Lo siento— dijo él con la voz fatigada—, estoy muy cansado y preferiría comer solo.
—Por favor, es importante— rogué.
—¿No puede ser en otro momento?
—Lo siento, tenemos cierta urgencia en nuestro viaje y... deseamos pedirle algo.
—Está bien— accedió al fin.
Se acercó con parsimonia hasta nuestra mesa y se sentó junto a Dana, quien casi no podía disimular su incomodidad. Pude ver que había dejado de comer, y su mano derecha bajó, rozando distraídamente la empuñadura del puñal en su bota.
—Bueno... espero su pregunta Lug— dijo, apoyándose desmañadamente en el respaldo de la silla.
—Me comentó Frido que estaba esperando a alguien.
—Así es.
—¿A quién?
—Esa no es su pregunta más urgente.
—Por favor, no me evada porque si lo hace...
—Tendrá usted que buscarlo directamente en mi mente— completó él—. Adelante, hágalo.
Tragué saliva. ¿Cómo sabía Calpar que yo podía meterme dentro de las mentes?
—Me gustaría oírlo de sus labios. Aunque es usted un ser extraño, yo lo respeto y no quiero entrometerme en su mente sin su consentimiento— expliqué, tratando de ocultar mi sorpresa.
El se retrepó en su silla y estiró los labios en una mueca que intentaba imitar una sonrisa.
—Sin embargo, no tuvo reparos en entrometerse en mi mente apenas me vio hace un rato.
Bajé la vista sin contestar. Nunca me había planteado si cuando hacía la conexión e ingresaba en una mente, el ser invadido podía sentir mi presencia. Evidentemente, Calpar podía hacerlo.
—Lo estaba esperando a usted, Lug— dijo en un tono helado.
Dana abrió grandes sus ojos y tembló levemente.
—¿Para qué esperaba usted a Lug?— lo asaltó ella de pronto.
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Editado: 24.03.2018