La Profecía De La Llegada - Libro 1 de la Saga De Lug

SEGUNDA PARTE: El Marcado - CAPÍTULO 62

            Caminaba apoyado en Dana. Calpar iba adelante con un grupo de soldados que iluminaban el sendero con las antorchas. El resto de los soldados estaba repartido, escoltándonos a los costados y cerrando la marcha por detrás.

            —Pude haberte matado— le dije.

            Ella negó con la cabeza.

            —Calpar podrá dudar de ti, pero yo no.

            —¿Quieres explicarme cómo es que tienes una hermana psicópata?

            —Debí hablarte de ella antes. Lo lamento.

            —Entiendo que no ha de ser fácil.

            —Mi padre siempre estuvo enamorado de Marga, pero Marga no le correspondía.

            —¿Entonces, se casó con tu madre?

            —No exactamente. Bress sabía que mi padre amaba a Marga, así que decidió usar eso para lastimarlo. Una noche, envió a Nemain, mi madre, a seducirlo. Algo debe haber tenido que ver Hermes en el asunto porque Nemain tenía la apariencia de Marga, y el amo de las mil caras era el único que podía obrar semejante prodigio. Nemain engañó a mi padre y pasó la noche con él. Esa noche, Nemain nos concibió a Murna y a mí. Cuando nacimos, Nemain murió durante el parto, y mi padre se hizo cargo de nosotras. Cuando Marga estuvo con nosotros, tuvo una visión sobre nosotras y se la comunicó a mi padre. Fue la única vez que mi padre y Marga discutieron.

            —¿Por qué? ¿Qué le dijo?

            —Que debía matar a una de nosotras.

            —¿Ella sabía cuál de ustedes se volvería una asesina?

            —Sí. En ese tiempo éramos apenas bebés. Mi padre no quiso saber nada del asunto. Creo que Marga tuvo otras razones para huir de los cuidados de mi padre, además de no querer ponernos en peligro. Mi padre nunca va a admitirlo, pero creo que ella se fue porque temía que Murna te hiciera daño.

            —Pero tenía solo un año.

            Dana se encogió de hombros.

            —Supongo que no quiso arriesgarse. A los cuatro años, Murna comenzó a exhibir tendencias de crueldad extrema, primero con animales, luego con personas. Aún así, mi padre no quería desprenderse de ella. La quería como me quería a mí.

            —¿Cómo era tu relación con ella?

            —Me tenía tantos celos y tanto odio que siempre pensé que me mataría a la primera oportunidad. Me culpaba a mí y a mi padre de que Nemain hubiera muerto.

            —No sé cómo pude creer que eras tú.

            —No tenías forma de saberlo.

            —Tenía tu puñal.

            —Lo perdí cuando fuimos atacados en Tu Danacum. Sus hombres deben haberlo recogido y se lo llevaron. No es la primera vez que lo usa para incriminarme. Desde que nacimos, nos cuidó Lilith, la matrona que ayudó en el parto. Era como una madre para nosotras. Cuando cumplimos doce años, mi padre me regaló el puñal, con la promesa de enseñarme a usarlo para defenderme. Murna recibió un regalo mucho menos mortífero: un par de botas de cuero.

            —Imagino que no estuvo muy contenta.

            —Murna nunca estaba contenta. Lo que sea que recibiéramos, siempre le parecía que lo que me daban a mí era más y mejor. A los cinco días, Murna asesinó a Lilith y huyó. La apuñaló con mi puñal. Los guardias de mi padre me encerraron hasta que él llegó. Tuve muchos problemas para probar mi inocencia. Tal como ahora.




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